lunes, 30 de noviembre de 2009

Entrevista con Augusto Cury

Una entrevista que le hicieron para la revista consumer y que puso Guio en Entrecomadres. Reconozco que cogí su libro, padres brillantes, maestros fascinantes de la biblioteca y lo leí con prisas, ni lo acabé. Me resultaba una colección bonita de palabras, pero le faltaba algo para ser un libro que me interesara, como algo vago... pero bueno, tampoco quiero ser injusta, porque ya digo que lo leí a toda prisa. La entrevista sí me ha gustado :) Y ahora que los profes van a tener autoridad por ley, que los padres no tenemos autoridad... en fin.
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Augusto Cury habla y escribe con pasión sobre la educación. Pero en el discurso de este psiquiatra brasileño no asoman ni la geografía, ni las matemáticas, ni la física, ni la Historia... Prefiere centrarse en la empatía, en la libertad creativa, en lo que define como humanización del conocimiento. Alerta de que el sistema actual, volcado en depositar cantidades ingentes de información, perpetúa personas enfermas para una sociedad que se ha convertido en un gran hospital psiquiátrico. La solución no radica en la promulgación de leyes, sino, entre otras fórmulas, en prestigiar la figura del profesor, en su opinión la más importante para un país, y en estrechar la relación entre padres e hijos. "Los padres deben contar a sus hijos sus éxitos, pero también sus fracasos y frustraciones"

En nuestro país se ha generado un debate sobre la autoridad de los profesores. Se ha propuesto incluso reforzar su figura por medio de leyes. ¿Usted cree que los docentes han perdido autoridad?

Los profesores en todo el mundo, no sólo en España, están perdiendo la autoridad, pero esto no se puede achacar a los niños o adolescentes. Estos niños y adolescentes padecen un nuevo síndrome, que se llama Síndrome del Pensamiento Acelerado. Se han convertido en consumidores de productos y servicios, y no de ideas o sensibilidad. En el pasado, el volumen de información se duplicaba cada 200 años, ahora se duplica cada cinco años. Ese exceso de información conduce al desarrollo de ansiedad, irritabilidad... y a la falta de respeto de las reglas, pero una ley no va a resolver el problema de la autoridad. Lo que se tiene que hacer es cambiar la educación por completo, con una educación más humanizada.

¿La autoridad debe marcar la relación profesor-alumno?

Sí, pero la autoridad no impuesta, la autoridad que promueve la protección de la emoción, la libertad creativa, la aventura intelectual. La autoridad que controla es un problema, pero no hay duda de que los los maestros y profesores deberían ser más valorados y respetados por la sociedad. En mi opinión, deberían ganar dos veces más y trabajar la mitad. Los profesores deberían ser tratados con dignidad, tener más libertad, no para controlar, sino para estimular el arte de pensar, para provocar la inteligencia, para que los jóvenes dejen de ser las víctimas de la historia para pasar a ser los protagonistas de la historia.

Defiende formar personas activas, no ciudadanos pasivos.

Sí, es que estamos formando una generación de personas pasivas. Las herencias negativas que vamos a dejar son pésimas, y además no estamos formando una casta de pensadores que puedan dar respuestas inteligentes a estas cuestiones.

En esa transformación, ¿qué relación se debería establecer entre alumnos y profesores: respeto, distancia, amistad...?

Una combinación entre autoridad y afecto. Es una fórmula en la que es difícil encontrar el punto intermedio: o se tiene mucha autoridad y poca sensibilidad, o se tiene mucha sensibilidad y poca autoridad. En el caso de los padres falta en muchas ocasiones el intercambio de experiencias, un aspecto clave. Los padres deben exponer los capítulos más importantes de su vida a sus hijos. Sus hijos deben conocer sus éxitos, pero también sus fracasos, sus frustraciones... para que los hijos construyan en su mente una imagen real de sus padres, desmitificándolos y creando un nuevo modelo: el de una persona que sufre, que lucha... para que los hijos puedan realizar sus sueños. Muchos padres se basan en manuales de comportamiento, de reglas, pero los manuales sirven para manejar máquinas, no personas.

¿Y cuál debe ser la relación entre padres y profesores?

El enfrentamiento entre padres y profesores es la tónica general en todo el mundo. En todas las naciones hay más agresividad: más agresividad entre padres y profesores, entre padres e hijos, y entre los propios alumno. Según distintos estudios, entre el 6% y el 40% de los niños o adolescentes de todo el mundo han sufrido en alguna ocasión algún maltrato psíquico o físico. Esto se debe a que la sociedad moderna se ha convertido en un gran hospital psiquiátrico. Lo normal es estar irritado, nervioso, tenso, no tener paciencia, no colocarte en el lugar del otro... Lo contrario es lo anormal: ser empático, abrazar más, hacer de cada día un momento mágico... Los padres deben preparar a sus hijos para que entiendan el teatro de la vida. Sinceramente, me parece que muchos padres están preparando hijos enfermos para una sociedad enferma. Los buenos padres dan a sus hijos regalos, los padres brillantes dan a sus hijos su historia personal. Los buenos profesores preparan a los alumnos para el éxito, los profesores brillantes preparan a los alumnos para los días más difíciles, para transformar lo negativo en energía creativa. Todas las personas pasamos en nuestra vida por situaciones muy estresantes e imprevisibles. Tenemos que aprender a proteger nuestras emociones.

¿Cómo?

Las claves son varias: aprender a dar sin esperar algo a cambio, a entender que detrás de una persona que hiere hay una persona herida, no exigir demasiado a los otros y ser más flexible. Muchos líderes, muchas personas de éxito no saben proteger sus emociones porque no son flexibles. Tienen la necesidad neurótica de tener siempre la razón y de que todos graviten a su alrededor. Eso es muy perjudicial. La capacidad de reconocer nuestros propios errores es fundamental.

Usted defiende que la figura del profesor es sagrada. Pero la realidad es que el sueño de muchos docentes consiste en jubilarse cuanto antes.

Este es un problema mundial. La educación se convierte, en más ocasiones de las que desearíamos, en uno de los pocos ámbitos en los que hay un vendedor y no hay un comprador. Y eso que vivimos en un momento de una oferta ilimitada de información. Hoy, un niño de siete años tiene más información de la que disponía un emperador romano. Pero estas informaciones no se han transformado en conocimiento, conocimiento en experiencia y experiencia en sabiduría. Son informaciones que producen estrés, inquietud, ansiedad. Se produce una hiperactividad funcional, aprendida por este sistema enfermo. Es lo que he denominado con anterioridad como Síndrome del Pensamiento Acelerado. Padecen dolor de cabeza, dolores musculares, falta de concentración, insatisfacción crónica, irritabilidad, fluctuación emocional, desprecio de las reglas... Y ellos lo reflejan en un consumo desaforado de productos y servicios. Se convierten en dictadores que quieren todo pronto y rápido.

¿En qué debe cambiar entonces el estilo de vida?

Es importante asumir que se precisa tiempo para entrenar el cerebro. Una persona es más rica desde el punto de vista psiquiátrico y psicológico cuanto más valora las pequeñas cosas como un regalo para su emoción y como un entrenamiento, una preparación para la vida. Nunca se ha desarrollado tanto la industria del entretenimiento y nunca han sido las personas tan tristes y depresivas. La depresión se va a convertir en 20 años en la dolencia más importante.

¿Y qué se puede hacer en las escuelas?

Debemos tratar de que los niños tengan más contacto con la naturaleza, que se potencien los trabajos manuales, que aprendan música... La música clásica es muy buena para desacelerar el pensamiento. Por ello, estamos preconizando que las aulas deben tener música ambiente durante la exposición y que se coloquen en semicírculo alrededor del profesor, como si fuera una platea. Sólo con estas dos medidas tan sencillas, el estrés de niños y profesores se reduciría a la mitad. Nosotros ya lo hemos probado y comprobado en escuelas conflictivas de mi país, de Brasil. Junto a esas técnicas y otras, hemos logrado en tres meses que en estas escuelas ya no tengan que llamar a la policía cada día y que los alumnos muestren interés e ilusión por el conocimiento. Y este cambio no requiere grandes inversiones. Es barato.

Precisamente, nunca se ha invertido tanto en la educación y, sin embargo, los resultados están lejos de ser los deseados.

Es verdad. Insisto: los profesores son, a mi juicio, las personas más importantes de una sociedad, pero están dentro de un sistema educativo enfermo. Estamos produciendo personas enfermas para una sociedad enferma. Voy a poner un ejemplo: en el sistema educativo no se humaniza el conocimiento, y eso es un crimen intelectual porque los niños, adolescentes y universitarios creerán una falsa verdad, la de que producir conocimiento es una tarea de superhéroes, de gigantes. Y no es así. Todos los grandes productores de conocimiento atravesaron crisis, sufrieron dilemas, fueron rechazados... Además de humanizar el conocimiento, hay que potenciar la imaginación frente a la información. La escuela comete un error cuando se centra en tratar de que los alumnos acumulen información y más información. Más del 90% de la información que se acumula en el córtex cerebral no se rescata. Es más importante organizar de una nueva forma los datos, desarrollando el pensamiento imaginativo, para pensar con ejemplos, desarrollar el raciocinio esquemático, la invención...

La clave es potenciar las herramientas de pensamiento.

Exacto. Es fundamental. La capacidad de almacenamiento de datos es limitada, pero la capacidad creativa es inagotable. Pretender llenar la cabeza de datos y datos y más datos produce ansiedad e irritabilidad.

Redes sociales, chat, foros... Internet se ha convertido en la plaza pública en la que los jóvenes entablan relaciones. ¿Qué actitud deben adoptar los padres?

Es verdad que Internet permite ampliar el mundo de los jóvenes, pero también incrementa la superficialidad de las relaciones y, con ella, la falta de confianza y una dificultad enorme para intercambiar experiencias de vida profunda. Creo que debe haber un límite y que los límites los deben establecer los padres, pero, en la medida de lo posible, sin imposiciones, con diálogo. Las reglas deben ser comprendidas antes de ser aceptadas.

Conviene, por tanto, que las relaciones presenciales que mantienen los jóvenes prevalezcan sobre las virtuales.

Las relaciones físicas son insustituibles. Se han producido en las últimas décadas dos fenómenos que han cambiado las relaciones humanas. El primero ha sido la televisión. Los padres e hijos prestan más atención a las imágenes que aparecen en la pantalla y el diálogo mutuo se silencia. La familia se convierte en un grupo de extraños viviendo en un mismo lugar. El segundo fenómeno es Internet. Es mucho mejor que la televisión, porque el espectador ya no es pasivo. Es activo. Con Internet conocemos a muchas personas, pero, y he ahí el problema, conocemos sólo su sala de visita, no sus cuartos más íntimos. Además, la vida no da para tener decenas, centenas de amigos íntimos, que es la ilusión que puede hacer creer Internet. Es imposible. Los buenos amigos se pueden contar con los dedos de una mano, o de dos a lo sumo. Para ello deben ser cultivados en la realidad presencial.

¿Los padres deben ser amigos de sus hijos?

Los padres tienen que ser los mejores amigos de los hijos. También tienen que poner límites, pero la ecuación entre límites y amistad es la cuestión. Es necesario sorprender a nuestros hijos, salir de la rutina, contar nuestras pérdidas y frustraciones, para que nuestros hijos entiendan que a través de nuestras experiencias vitales, que no siempre han sido positivas, nos hacemos más sensibles, más humanos, más generosos.

¿No cree que esa amistad con los padres puede confundir a sus hijos sobre la naturaleza de esta relación?

La amistad que yo defiendo no es ser previsible, no es ser permisivo con los hijos, no es sobreproteger a los hijos o dejar que los hijos manipulen a los padres. Hoy los hijos están manipulando a los padres. Ser amigo significa construir una imagen excelente en los hijos, abrazar más, ser más cariñoso y más generoso; y al mismo tiempo, saber colocar los límites, aprender a decir no... Es decir, establecer una equilibrio entre autoridad y afectividad.

Ese equilibrio no parece fácil.

No lo es. Pero si no lo hacemos, ¿cómo vamos a preparar a nuestros hijos para enfrentarse a los desafíos de la vida, las crisis, las angustias, las decepciones... si no preparamos a nuestros hijos para relacionarse con otros seres humanos? No lo hacemos si nos basamos en un manual de reglas muy estricto y superficial, y tampoco lo hacemos si somos muy permisivos y les compramos todo. Así, sólo formamos a consumidores que sólo son números de una tarjeta de crédito.

El fracaso escolar, el acoso, el 'bullying' son problemas antiguos y comunes a todas las sociedades. ¿Por qué se les concede tanta importancia en la actualidad?

Es cada vez más habitual la crueldad entre niños y jóvenes y la falta de sentimientos ante el dolor de los demás. Hay una creciente falta de empatía, de ponerse en el lugar del otro. Es una de las funciones más importantes de la inteligencia y no está siendo trabajada. ¿Qué se debería hacer? Padres y profesores deberían acompañar a niños y adolescentes y mostrar la vida de las personas menos favorecidas: desempleados, ancianos, personas enfermas... Si no entrenamos a nuestros hijos centenares de veces en ello, esa capacidad no se desarrolla. Produciremos así líderes que serán auténticos desastres, que mirarán sólo su propio ombligo.No todas las personas podemos tener ni grandes carreras ni grandes trabajos ni grandes reconocimientos.

¿Cómo se puede enseñar en la sociedad del triunfo a vivir sin él?

La sociedad actual está obsesionada por el triunfo, por el podio, por el número uno. Pero apenas algunas personas podrán llegar. Pero podemos ser el número 10, el número 100 o el número 1.000 con dignidad y felicidad, y eso se puede y se debe enseñar. Por desgracia, la agenda paranoica de la sociedad estimula lo contrario.

¿Usted tiene hijos?

Tengo tres hijas a las que adoro.

¿Aplica con ellas lo que predica?

Aplico y en ocasiones tengo que reconocer errores, pedir disculpas... porque quiero que mis hijas entiendan que una persona madura es aquella que reconoce sus errores. Algunos años atrás, mi hija mayor me echó en cara que tenía muchos pacientes, que daba muchas conferencias, pero que últimamente no tenía tiempo para hablar con ella. Le miré a los ojos, le abracé y le dije: "es verdad". Y cambié.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Escuelas de padres

Ha comenzado en el colegio de Laia una escuela de padres que durará hasta enero, tengo entendido. Está financiada por el ayuntamiento, así que es gratuita. Siempre me ha hecho dividirme la idea de escuela de padres. Por un lado, es obvio que trato de informarme, que considero que tengo mucho que aprender de mí misma, de mis hijos... Vamos, que tengo muchas inseguridades a la hora de "ejercer" de madre. Así que leo y aprendo cosas que luego cuadran más o menos con mi día a día. Sobre todo, trato de interiorizar aquello que va conmigo, que se ajusta a mi estilo, de forma que salga de forma natural. Bueno, no sé exactamente qué hago con lo que leo, pero reconozco que me ayuda a sentirme más segura, que al final es de lo que se trata. También me gustan los grupos de padres (presenciales o en línea - léase foros-), donde se intercambian experiencias, se tejen redes y se da apoyo. No me importa si están semi dirigidos por un profesional, al contrario, pero sin que acaparen mucho. Pero cuando me hablan de las escuelas de padres, algo se remueve en mi interior y se me despiertan las defensas. Conozco algunas, como la de Fundación Tomillo , a las que sí me gustaría asistir, pero dinero, horarios, desplazamientos... casi me quedo en casa, me leo algún libro o alguna charla de las comadres. También quiero reconocer que alguna vez he tenido la tentación de crear en mi barrio algún grupo de madres-padres para dar apoyo a la maternidad, crear redes sociales, etcétera. Cuento esto no tanto para mostrar mis (vanidosas) pretensiones, sino para comentar que me parece importante tener referencias externas que faciliten la labor de encontrarse como padre o madre.

Ví el programa de la Escuela de padres y todo me sonó a conocido: límites, castigos, recompensas... Lo leí por encima pero no me llamó la atención nada de lo que leí en el temario. Me resultaba el típico curso de "yo te enseño a domar a tu hijo". He ido preguntando a madres a ver qué tal están siendo la sesiones y me suena a más de lo mismo. Ahora voy a despotricar un poco, por despotricar, porque llevo una semana muy cansada y me ha dado por este tema. Para empezar no se han tenido entrevistas personales con los padres para poder enfocar el curso a unas necesidades reales, no standarizadas. Para continuar, el tema de esta semana ha sido analizar comportamientos para ver qué beneficios tienen los niños para actuar como actúan (como por ejemplo lograr atención, aunque sea negativa; un dos tres, responda otra vez: ) y así la semana que viene trabajar sobre los castigos y recompensas para erradicar o reforzar los comportamientos. Tal y como me lo contaban, pensaba que estaba apuntada a un curso para adiestrar perros. Me da mucha pena este enfoque porque pasa por alto cosas que para mí son fundamentales, como la importancia del mundo emocional, la comunicación, la relación de apego, ... no sé, ando un poco espesa, pero tengo claro que centrarse únicamente en el comportamiento y no analizar las causas que lo provocan es como el "pan para hoy y hambre para mañana"... Por ejemplo, mi hija nunca había pegado, y a los dos meses de nacer Teo, más o menos, comenzó a descargar su rabia contra mí. O lo que es lo mismo, en cuanto se enfadaba, me pegaba. Al principio me quedé perpleja y me enfadé con ella también. Me centraba en que no me podía pegar, en el comportamiento. En cuanto tuve un par de luces pude contener el comportamiento, porque desde luego no quiero que nadie me haga daño, pero atravesarlo, como un espejo (estoy pensando ahora en el blog de Violeta) y ver el otro lado. Pude mantenerme serena, hacerle saber que no iba a dejarme pegar, pero que estaba allí, a su lado y que entendía sus sentimientos. Fue como abrir una compuerta y ella pudo liberarse de toda la angustia que llevaba dentro. Una catarsis en toda regla que además extinguió el comportamiento de raíz. ¿Qué hubiese ganado con un tiempo fuera, con pegatinas o cualquiera de esas técnicas frías, que se basan en castigos y recompensas, pensadas en serie para problemas en serie? Y ojo, que tampoco soy yo "anti psicología cognitivo-conductual" ni nada por el estilo. Entiendo que hay situaciones concretas en las que quizás sí sea bueno centrarse en primera instancia en el comportamiento, pero yendo después más allá, al origen. Pero esa moda de reducir la educación de los hijos a una serie de técnicas adiestradoras que sirven para todo, me enciende, la verdad. Los gurús que vienen a decirnos cómo tratar a nuestros hijos me incomodan.
Nacemos como padres sin saber muy bien cómo ejercer el oficio (aunque con vocación en muchos casos; se necesitan buenas dosis de vocación para apuntarse a una escuela de padres), pero llegar a hacerlo no depende tanto de las directrices que nos transmitan otros profesionales como de lo que podamos ir sacando de nuestro interior para encontrar nuestra propia brújula.

En definitiva, que visto el enfoque de las escuelas que hay a mi alrededor, seguiré con mi homeschooling particular.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Los Niños Aprenden lo que Viven

Los Niños Aprenden lo que Viven (Dorothy Law Nolte, Ph.D.)

Si los niños viven con crítica, aprenden a condenar.

Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.

Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.

Si los niños viven con lástima, aprenden a sentir pena por ellos mismos.

Si los niños viven con ridículo, aprenden a sentir timidez.

Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.

Si los niños viven con vergüenza, aprenden a sentir culpa.

Si los niños viven con ánimo, aprenden la confianza.

Si los niños viven con tolerancia, aprenden la paciencia.

Si los niños viven con elogios, aprenden la apreciación.

Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.

Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse.

Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta.

Si los niños viven compartiendo, aprenden la generosidad.

Si los niños viven con honestidad, aprenden la sinceridad.

Si los niños viven con imparcialidad, aprenden la justicia.

Si los niños viven con amabilidad y consideración, aprenden el respeto.

Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener confianza en si mismos y en aquellos a su alrededor.

Si los niños viven con amistad, aprenden que el mundo es un lindo lugar donde vivir.

La angustia por separación.



Se nos ha roto el pc. Ando con un portátil y un disco duro externo, donde tenemos varios backups. No localizo el documento que estoy buscando, necesario para mi trabajo, pero he visto una carpeta con muchos textos que ya no recordaba.
Éste de la angustia por separación es de Carlos González, no sé dónde lo conseguí, pero parece extraído directamente de alguno de sus libros... no sé.
La imagen es de mamá Lola.
Teo de momento, angustia, angustia, lo que se dice angustía, yo creo que no experimenta. Si está con su padre, me dice adiós con la mano y a otra cosa mariposa. Estas semanas estoy realiznado un curso, uno o dos días a la semana, depende de la semana, y él se está quedando con una amiga. El peor rato para él es a la hora de dormirse, que está acostumbrado a mí, pero por lo demás lo estamos llevando bien. Ya quedan sólo tres mañanas de curso.
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La relación entre madre e hijo es especial; y durante los primeros años la separación es dolorosa para ambos. Bueno, no sé si la separación deja alguna vez de ser dolorosa para la madre...
¿Por qué siempre “madre e hijo”? No, no estoy olvidando el importante papel del padre, ni mucho menos participando en una obscura conspiración para mantener a las mujeres en sus casas. Para hablar con absoluta propiedad, cada niño establece una relación especial con una “figura de apego primario”. Esa figura puede ser el padre, o la abuela, o hasta la monjita del orfanato. Pero en todo caso sólo es una, y casi siempre es la madre. Como “figura de apego primario” es largo y feo, en lo sucesivo diré simplemente “madre”.
A partir de su relación con la madre, el niño establecerá más adelante otras relaciones con otras figuras de apego secundarias: padre, abuelos, hermanos, amigos, maestros, novio, compañeros de trabajo, jefes, cónyuge, hijos... Cuanto más sólida y segura es la relación con la madre, más sólidas y seguras serán las demás relaciones que el individuo establezca a lo largo de su vida.
Esta relación entre madre e hijo se mantiene por una serie de conductas de apego instintivas, tanto en una como en otro. La conducta del recién nacido es completamente instintiva, aunque con el tiempo va aprendiendo a modificarla en el sentido que marcan las pautas sociales. La conducta de la madre es en gran parte aprendida; pero por debajo siguen estando unos sólidos instintos. No cuida usted a sus hijos porque se lo hayan explicado en el curso de preparación al parto, ni porque se lo inculcaran en el colegio, ni porque lo recomienden en revistas como esta... hace millones de años, las mujeres (o lo que había antes) ya cuidaban a sus hijos, y la prueba es que todavía estamos aquí. Ningún niño puede sobrevivir si alguien no le cuida, protege y alimenta durante largos años, con infinita dedicación e infinita paciencia.
Habitualmente, las creencias, costumbres y normas sociales van en el mismo sentido que el instinto, y no hacen más que matizarlo o encauzarlo. Pero cuando las normas nos obligan a vivir en contra de nuestros instintos surge un conflicto. Si alguna vez, en el cuidado de su hijo, se ha sorprendido a sí misma pensando algo así como: “Se me parte el corazón, pero hay que hacerlo”, o “Pobrecito, qué pena da, pero es por su bien”, probablemente es que está usted luchando contra sus más íntimos deseos.
Los niños pequeños no pueden consolarse con ese tipo de razonamientos. Sencillamente, cuando su instinto va por un lado y el mundo por otro, se enfadan muchísimo.

************La reacción a la separación

Tanto la madre como el niño muestran, decíamos, una conducta de apego, una serie de actividades tendentes a mantener el contacto. La conducta de apego de la madre consiste en acercarse a su hijo, tomarlo en brazos, hablarle, hacerle carantoñas... La conducta de apego del niño, al principio, consiste en llorar y protestar. Más adelante podrá gatear o caminar hacia su madre. Funciona por el mismo mecanismo que la conducta alimentaria: cuando necesitamos comida tenemos una sensación desagradable, el hambre, que nos mueve a comer, y cuando comemos esa sensación desaparece y nos encontramos bien. Pues cuando madre e hijo se separan se sienten mal; el niño llora y la madre le busca. Cuando vuelven a encontrarse desaparece aquel malestar; madre e hijo se tranquilizan y dejan de llorar.
Cuando nuestras felices antepasadas sentían la necesidad de acercarse a su hijo, simplemente se acercaban. Probablemente sólo estaban separadas de sus hijos de forma ocasional y accidental. Aún hoy, una gran parte de las madres del mundo llevan a su hijo a la espalda durante todo el día, y luego duermen a su lado durante toda la noche. Las madres occidentales, y no sólo cuando trabajan fuera de casa, tienen muchas más oportunidades para experimentar la ansiedad de la separación. En algunos ambientes, la madre que pasa mucho rato con su hijo es criticada; se insiste en que reserve tiempo para sí misma, para su marido, para actividades sociales (en las que, por supuesto, llevar a un bebé sería de muy mal gusto). La ansiedad de la madre que debe separarse de su hijo durante unas horas, para ir al teatro o al restaurante, es un tema habitual de las telecomedias: los complejos prepativos, las inacabables instrucciones a la canguro, las llamadas telefónicas, el precipitado regreso...
La reacción del bebé, por su parte, no está en principio mediada por factores culturales. El recién nacido se comporta igual ahora que hace un millón de años. Pero los niños aprenden pronto, y adaptan su conducta a las respuestas del entorno. Por ejemplo, un bebé al que sistemáticamente se ignora, al que nadie coge en brazos cuando llora, acaba por no llorar. No es que se esté acostumbrando, ni que haya aprendido a entretenerse solo, ni que se le haya pasado el enfado; en realidad, se ha rendido, se ha dejado llevar por la desesperación.

La intensidad de la respuesta a la separación depende de muchos factores:
1.- La edad del niño. Los menores de 3 años toleran mal las separaciones; los mayores de 5 años suelen tolerarlas bien.

2.- La duración de la separación. Las separaciones prolongadas (varios días seguidos sin ver a la madre) pueden producir un grave trastorno mental, el hospitalismo (así llamado porque era frecuente en niños hospitalizados cuando no se permitían las visitas), caracterizado por depresión y desapego afectivo.
Basta con una separación muy breve para desencadenar una conducta específica (“salgo un minuto de la habitación y se pone a llorar como si le estuvieran matando”). El método habitual en psicología para valorar la relación madre hijo, alrededor del año de edad, es el llamado “test de la situación extraña”. Consiste, básicamente, en que la madre salga de la habitación en la que está con su hijo mientras éste está distraído, dejándolo en compañía de una desconocida, permanezca fuera de la habitación tres minutos, y vuelva a entrar. El niño con un apego seguro, en cuanto nota la ausencia de la madre, la busca con la mirada, se dirige hacia la puerta, con frecuencia llora. Cuando la madre vuelve a entrar la saluda, se acerca a ella, se tranquiliza rápidamente y sigue jugando. Los niños con un apego inseguro o ansioso se clasifican en dos grupos: elusivos o evitantes (parecen tranquilos mientras la madre no está, y la ignoran deliberadamente cuando vuelve, disimulando su propia ansiedad) y resistentes o ambivalentes (se alteran cuando la madre no está, pero cuando vuelve se muestran agresivos con ella y tardan mucho en volver a la normalidad).
Mucha gente confunde fatalmente los síntomas: llaman “caprichoso” o “enmadrado” al niño que tiene una relación normal con su madre, mientras que elogian al que muestra un apego ansioso elusivo: “se queda con cualquiera”, “no molesta”, “se entretiene solo”...
Una separación de sólo tres minutos ya tiene un efecto claro, y la respuesta depende de la relación previa con la madre; de si el niño está acostumbrado a que le atiendan y le hagan caso, o a que le ignoren, o a que le riñan.
Las separaciones más largas y repetidas producen una reacción más intensa. Incluso los niños con un apego seguro pueden mostrar conductas evitantes o ambivalentes cuando la madre vuelve del trabajo. Pueden ignorarla, negándole el saludo y la mirada; o bien colgarse de ella como una lapa y exigir constante atención, o incluso mostrarse agresivos. Es muy probable que alternen las tres conductas en rápida sucesión. Es importante que los padres comprendan y reconozcan que estas conductas son normales. No hay que tomárselo como algo personal, su hijo no ha dejado de quererla ni nada por el estilo. No está enfadado contra usted; está enfadado por su ausencia. Enfadarse con él, devolver el desdén con desdén o la ira con ira, intentar técnicas educativas para modificar la conducta del niño, no es más que una pérdida de tiempo. Ya que puede estar pocas horas con él, al menos dedique esas horas a prestarle atención y cariño, a demostrarle que le sigue queriendo igual aunque él esté enfadado. Tómelo en brazos, cómaselo a besos, juege con él, recarguen baterías antes de la próxima separación.

3.- La frecuencia de las separaciones. Tras una primera experiencia, el niño parece desconfiado, exige atención constante, como si vigilase a la madre temiendo que se vuelva a ir, y puede reaccionar aún peor la próxima vez.

4.- La persona que substituya a la madre. Si es alguien a quien el niño conoce bien, que le presta atención y le trata con cariño, como el padre o la abuela, el niño puede soportar bastante bien unas horas de ausencia de la madre.

5.- La calidad de la relación previa con la madre. Entre los menores de tres años, los que tienen una mejor relación con la madre son los que más parecen sufrir con la separación; en el otro extremo, los niños desatendidos hasta bordear el abandono apenas reaccionan cuando su madre se va. Un observador muy superficial puede pensar que el niño está “tranquilo”, o incluso “feliz”; en realidad, lo que ocurre es que está tan mal que ya no puede estar peor; no pierde nada cuando se va su madre, y por tanto no le importa. Por desgracia, las madres escuchan a veces consejos como “no lo cojas en brazos, no le des el pecho, no juegues tanto con él... si se acostumbra, sufrirá más cuando tengas que volver a trabajar”. Pero así el sufrimiento es mayor, y desde el primer día; lo único que disminuye es la manifestación externa de ese sufrimiento. No, al contrario, dele a su hijo todo el cariño y todo el contacto físico que pueda, durante todo el tiempo que pueda. Que tenga el mejor comienzo.
Después de los tres años, y sobre todo de los cinco, ese buen comienzo da frutos manifiestos. Son entonces los niños que habían tenido una relación más intensa con su madre, más brazos, más contacto, más juegos, los que mejor se adaptan a la separación. Porque el cariño ilimitado de los primeros años les ha dado la confianza en sí mismos y en el mundo que necesitan para iniciar el camino de la independencia. Ahora sí que están contentos en la escuela, y es verdadera felicidad y no simple apatía, una felicidad basada en la seguridad de que su madre volverá y les seguirá queriendo.

La conducta de apego (el llanto y las protestas del niño separado de su madre) tiene un valor adaptativo. Es decir, a lo largo de millones de años, ha tenido un efecto, mantener juntos a la madre y a su hijo, efecto que ha favorecido la supervivencia de los niños y por tanto de los genes que regulan dicha conducta. Cuando la conducta de apego alcanza su efecto se refuerza; es decir, se repite con mayor intensidad y frecuencia. Cuando no produce efecto se debilita y puede llegar a extinguirse. El primer día que usted vaya a trabajar, será probablemente la separación más larga de su hijo desde que nació. Hasta ahora, cuando él se encontraba solo, lloraba, y alguien aparecía en pocos minutos y le cogía en brazos; normalmente usted, a veces papá o abuela. Si el niño no se consolaba en pocos minutos con otra persona, usted siempre acaba por aparecer, tal vez tardaba media hora si había salido a comprar...
Pero hoy, haga lo que haga su hijo, usted no volverá en ocho o diez horas. En el mejor de los casos, si está con la abuela o con otra persona que le puede prestar atención exclusiva, esa persona vendra a consolarle en pocos minutos. Si está en una guardería puede llorar durante mucho rato sin que nadie le coja en brazos; la cuidadora tiene ocho niños y sólo dos brazos. Los primeros días puede que su hijo llore bastante. Pero su llanto no tiene la respuesta esperada; mamá no vuelve. El niño aprende que, en determinadas circunstancias, llorar no sirve de nada, y poco a poco deja de hacerlo. Pero eso no significa que la separación ya no le afecte; las separaciones repetidas, recuerde, producen una angustia cada vez mayor, que no se manifestará mientras la madre está ausente, sino precisamente cuando la madre vuelve. Entonces las protestas del niño sí que tienen (por fortuna) la respuesta esperada.
Dicho de otro modo: el niño puede estar bastante tranquilo en la guardería, o con la abuela. Puede estar incluso, si tiene suficiente edad, contento y activo, jugando y riendo. Pero cuando vuelve a ver a su madre rompe a llorar, se le echa encima, se pega a sus faldas, grita, le exige brazos, se enfada con ella, le pega, vuelve a llorar... Lo que se suele llamar “ponerse muy pesado”.
Como de costumbre, algunas personas lo entienden todo al revés. Si en la guardería estuvo jugando, es que no le pasa nada. Y si, no pasándole nada, luego se pone a llorar, es que tiene cuento o hace teatro. Y si hace teatro precisamente con su madre es porque ésta se deja tomar el pelo y no sabe imponer disciplina, y él pretende hacer que se sienta mal, castigarla por haberse ido.
¿Qué debería hacer entonces el pobre niño para demostrar que sí que le pasa algo, que no es comedia? ¿Pasarse seis, ocho o diez horas seguidas llorando en la guardería? Por favor, nadie puede hacer eso, por grande que sea su dolor. Imagínese que acude al funeral de un buen amigo. Seguro que pasa un rato muy triste, y en algún momento busca el contacto de un amigo común, se abrazan y lloran. Pero al cabo de unas horas estará tomando un café, tal vez con ese mismo amigo común, y hablarán de cosas sin importancia, y sonreirá, y esa misma noche cenará y verá la tele, y al día siguiente irá a trabajar como si nada, y nadie en el trabajo sabrá que viene usted de un funeral, y alguien contará un chiste, y usted se reirá. ¿Significa eso que no le pasa nada, que su dolor no era sincero, que sólo hacía comedia? Pero no hace falta recurrir a ejemplos tan extremos, pues también la madre sufre cuando se separa de su hijo pequeño. ¿Acaso no se le partió el corazón cuando lo dejó por la mañana? ¿No ha pensado varias veces en él, qué hará, cómo estará, habrá llorado mucho? ¿No ha venido lo antes posible a recogerlo? Y, sin embargo, ¿no ha pasado la mañana trabajando normalmente, disimulando su dolor, hablando con la gente, sonriendo? Pues su hijo ha hecho lo mismo.

No es raro que el niño llore más a medida que va creciendo. A los 5 meses estaba tranquilo en la guardería, y tranquilo en casa. A los 14 meses llora cada mañana porque no quiere ir, y pasa las tardes de muy mal humor. Por un lado, como dijimos, la repetición de las separaciones aumenta la angustia. Pero, sobre todo, el niño de 5 meses no puede sentarse, no puede hablar, no puede gatear... sus posibilidades de expresar la angustia son menores, pero eso no significa que esté menos angustiado.
A veces, este cambio es relativamente brusco. Un niño que parecía bien adaptado a la guardería de pronto se resiste con uñas y dientes tras las vacaciones de Navidad o de verano. Creo que en estos casos influyen dos factores: por un lado, la relación con su madre ha mejorado mucho en esas semanas; ha sido tan feliz en su compañía que ahora la pérdida es más evidente. Por otro lado, los niños pequeños no comprenden muy bien eso de las vacaciones. Simplemente, se había acostumbrado a aceptar algo como inevitable, Mamá siempre se va a trabajar, y de pronto ve que no es inevitable. “Si la semana pasada se quedó conmigo, ¿por qué no puede quedarse también esta semana?”.

*********** Con quién dejaré a mi hijo

Si la madre tiene que ausentarse, para ir a trabajar o simplemente para ir a comprar el pan, alguien tendrá que substituirla (es muy peligroso dejar a un bebé o a un niño pequeño solo en una casa, aunque sea poco rato). ¿Qué características debería cumplir esa persona?
1.- Alguien que pueda dedicarle al niño tanto tiempo como le dedica la madre. Por supuesto que la madre no le dedica cada minuto de su tiempo: va al lavabo, habla por teléfono, prepara la comida... Pero cuando el bebé está despierto, pasa mucho rato mirándole a los ojos, diciéndole cosas, tocándole, cantándole... y también mucho rato saludándole desde lejos, diciéndole alguna cosa al pasar para mantener el contacto. Si el niño llora, la madre puede acudir en pocos minutos (a veces, en pocos segundos), y dejar cualquier otra cosa para tenerlo en brazos todo el tiempo que haga falta. La persona que la substituya, ¿tendrá tiempo material para hacer lo mismo?
2.- Alguien a quien el niño conozca. El padre es ideal, y la abuela (o el abuelo, que cada vez están más espabilados) u otros familiares también suelen serlo, si han tenido suficiente contacto previo con su hijo. Pero los niños no sienten “la llamada de la sangre”; si nunca ha visto a su abuela, es tan desconocida como cualquier otra persona.
Muchas madres intentan acostumbrar a su hijo a los biberones una semanas antes de volver al trabajo. Es un esfuerzo inútil, que suele conducir a la frustración (¿por qué iba a aceptar un biberón, si está allí el pecho de su madre?). No pierda el tiempo con eso; lo realmente importante es acostumbrarlo a la persona que le cuidará. Si va a ser la abuela, que venga o vayan a visitarla casi cada día. Si va a contratar a una cuidadora que venga a casa, contrátela con un par de semanas de antelación. Si va a llevarlo a la guardería, vaya con su hijo las últimas semanas.
Vaya con su hijo; esa es la clave. No estamos hablando de dejarlo solo con la canguro o en la guardería, y volver al cabo de una hora, y otro día al cabo de dos horas... Eso tal vez sea un poco mejor que dejarlo ocho horas de golpe; pero muy poco mejor. Lo que está haciendo en realidad es adelantar la separación en dos semanas, y desperdiciando parte del precioso tiempo que aún le queda para estar juntos.
No. Se trata de que la canguro venga a casa y estén las dos con su hijo, o de que vaya usted a la guardería y permanezca allí con él una o dos horas. Si su hijo conoce a la nueva cuidadora, o el nuevo ambiente de la guardería, precisamente cuando más angustiado está porque se ha separado de usted, es probable que asocie esas sensaciones desagradables al nuevo lugar o a las nuevas personas. Vamos, que les cogerá manía. En cambio, las personas y lugares a las que conoció en momentos de felicidad (es decir, estando con usted) le traen recuerdos agradables que le ayudan a soportar la separación. Y también se abre camino en su cabecita una vaga idea de que “esta señora es amiga de Mamá, puedo confiar en ella”.
Es posible que aún queden guarderías en que no permitan la entrada de la madre. En mi opinión, la negativa a que la madre entre en la clase en cualquier momento que ella elija, y permanezca junto a su hijo durante todo el tiempo que ella desee, sería motivo suficiente para empezar a buscar otra guardería.
3.- Alguien estable. No es bueno que un niño pequeño pase de mano en mano. Tanto las abuelas como las guarderías suelen cumplir este requisito de estabilidad; pero si contrata a una canguro, asegúrese de que realmente piensa dedicarse durante años a cuidar de su hijo, y no está simplemente buscando un empleo de verano.
4.- Alguien en quien pueda confiar plenamente. Que trate a su hijo con cariño y respeto, que jamás le haga daño. Del padre, de los abuelos, de los tíos, usted ya sabe, por experiencia de años, qué puede esperar. Pero dejar a su hijo en manos de una desconocida requiere un acto de fe, y este es otro motivo por el que conviene que no sólo su hijo, sino usted misma, conozca a esas personas durante un par de semanas, y valore durante horas su conducta hacia el bebé. Por desgracia, de vez en cuando se descubren casos de malos tratos o abusos sexuales. No tenga miedo a parecer obsesiva o desconfiada; tiene usted todo el derecho del mundo a desconfiar, a pedir referencias, a hablar largo y tendido con esa persona y “examinarla” (“¿crees que es bueno cogerlos en brazos?” “¿qué harás cuando llore?” “¿y si no quiere la papilla?”). Al fin y al cabo, le está usted confiando su bien más preciado, su propio hijo, y en el momento en que es más vulnerable. Si no se atreve a dejarle a esa persona las llaves de su casa, las llaves de su coche o su tarjeta de crédito, ¿cómo se atreve a dejarle a su hijo?
La persona que cuide a su hijo debe tener también la madurez y experiencia necesarias. Una adolescente puede ser adecuada para hacer compañía a un niño de seis años mientras usted va al cine; pero cuidar a un bebé no es lo mismo.

******* Las opciones en la práctica

1.- Abuelos y otros familiares. Deben tener, por supuesto, ganas de encargarse de su hijo, y salud y fuerza suficiente para hacerlo. A veces vemos abuelas auténticamente explotadas, la palabra es dura pero real.
En el otro extremo, algunas madres podrían dejar a su hijo con un familiar deseoso de cuidarlo, pero no se atreven por temor a parecer “aprovechadas”. En algunos casos, una forma de superar esta situación es pagar por el cuidado de su hijo, como pagaría si lo llevase a la guardería. Así puede obtener una buena atención para su hijo sin sentir que se aprovecha, y al mismo tiempo puede ayudar económicamente a unos abuelos con una pensión escasa o a una hermana en paro sin ofenderles.

2.- Alguien que venga a casa a cuidar a su hijo. Puede ser una amiga o conocida que necesite un trabajo. Para buscar a una profesional, una buena opción es a través de una guardería. Allí van las estudiantes de puericultura a hacer prácticas, y pueden recomendarle a alguna.

3.- Llevar a su hijo a casa de otra persona. En ocasiones, tres o cuatro amigas con niños de edades similares se ponen de acuerdo, una cuida a todos los niños mientras las otras trabajan, y comparten sus ganancias. En algunos países, los gobiernos facilitan y subvencionan estos arreglos. En España, algunos ayuntamientos, como el de Sant Feliu de Guixols, promueven un servicio de cuidadoras de niños, haciendo cursos de formación y dando a las cuidadoras un diploma.

4.- Llevar a su hijo a una guardería. En el momento actual, esta suele ser la opción menos recomendable, pues por desgracia la legislación española permite ocho niños menores de un año por cuidadora, y muchos más después del año, lo que es absolutamente incompatible con una atención adecuada. Incluso una persona cariñosa, experimentada y dedicada no tendrá tiempo material para cuidar a ocho bebés. Sólo en darles de comer y cambiar pañales se le pasará casi todo el tiempo. En Estados Unidos, la ley sólo permite cuatro niños por cuidadora, y muchos expertos consideran que eso es excesivo y que debería reducirse a tres.
El problema, por supuesto, es económico. Las guarderías no se inventaron para satisfacer una necesidad de los niños, sino una necesidad del sistema capitalista, que necesita el trabajo de los padres para mantener niveles de producción y consumo adecuados, y por tanto algo hay que hacer con los niños. En Bielorrusia, donde las madres disfrutan de una licencia de maternidad de tres años (recuerdo del sistema comunista), no hay guarderías. ¿Quién iba a querer instalar una?
Por lo tanto, el razonamiento no ha sido: “los niños necesitan tanto espacio, tantas cuidadoras, tantos materiales... todo esto cuesta tanto dinero, vamos a ver de dónde lo sacamos”, sino al revés: “disponemos de tanto dinero, vamos a ver para qué nos llega”. Y la cantidad de dinero disponible es sólo, por definición, una pequeña parte de lo que gana la madre, porque si no no le saldría a cuenta ir a trabajar. Y en nuestra sociedad las madres suelen ganar menos que los padres. Así que sólo llega para grupos sobrecargados a cargo de cuidadoras mal pagadas (las puericultoras de la guardería deberían ganar más que los profesores de universidad, puesto que están haciendo un trabajo más difícil, más delicado y más importante).
Esta aberración se extiende por toda la sociedad, contribuyendo a desprestigiar el cuidado de los niños: La hora de faenas domésticas se paga mejor que la hora de cuidado de niños (qué es más importante, ¿que le dejen el suelo bien limpio o que atiendan bien a su hijo de un año?). La madre que toma la costosa (pues no cobra) decisión de dedicarse plenamente a cuidar a sus hijos durante meses o años no es más que una “maruja”, y muchos en su entorno se asombran o se compadecen de ella porque “no hace nada” o “renuncia a su carrera”. En cambio, la que trabaja fuera de casa “se realiza”, sea cual sea ese trabajo: escribir a máquina durante horas, meter sardinas en una lata o incluso cuidar a ocho bebés en una guardería.
Si necesita llevar a su hijo a una guardería, visite varias y compruebe cuántos niños hay en cada una, cómo les tratan, el carácter y la simpatía de las señoritas, si dejan entrar a la madre... Si trabaja lejos de casa, si tiene que pasar cada dia una hora en el tren o el autobús, le conviene una guardería cercana a su lugar de trabajo: así puede estar una hora más con su hijo al ir, y otra al volver, y tal vez incluso visitarle a la hora del bocadillo.

************* Cómo recuperar lo perdido
Ofrézcale a su hijo todo el cariño, el contacto físico y la atención que pueda durante todo el tiempo que pueda, por las tardes y en los fines de semana. Acepte su conducta como normal, reconozca que sus llantos, protestas y exigencias no son “caprichos” ni indicios de malcriamiento, sino pruebas de amor.
Muchos bebés parecen iniciar espontánemente un programa de “reducción de daños”. Mientras su madre no está, se pasan casi todo el rato durmiendo y no comen nada o casi nada, ni siquiera aceptan la leche que su madre se sacó y les dejó en la nevera. Luego pasan la tarde y la noche en danza y enganchados a la teta. Es agotador, pero al mismo tiempo un gran consuelo para la madre, que piensa “es como si no me hubiera ido, no me echó de menos porque estaba durmiendo”. Muchas madres que trabajan deciden meterse al niño en la cama por la noche; es la manera más fácil de satisfacer las necesidades de pecho y contacto de su hijo, y al mismo tiempo dormir lo suficiente para poder mantener la cordura. Recuerde, el meollo de la conducta de apego, lo que su hijo instintivamente necesita, es su presencia. Incluso una madre dormida le sirve, al menos por la noche. Ya ha tenido la tarde para mirarle a los ojos, hablarle, jugar con él... ahora puede dormir tranquila, que su hijo ya se tranquilizará solito cuando se despierte y la vea a su lado.

Bibliografía:
Bowlby J. Child Care and the Growth of Love. 2ª ed. Penguin Books, London, 1990 (no sé si existe traducción)
Small MF. Nuestros hijos y nosotros, Javier Vergara editor, Barcelona 2000
Jackson D. Three in a bed, the benefits of sleeping with your baby. Bloombsbury Publishing, London, 1999 (existe traducción en Mexico, creo, “tres en la cama”, a ver si localizáis la cita)

viernes, 20 de noviembre de 2009

Diario


Para Hoy (20 de noviembre de 2009)

Afuera de mi ventana... otoño soleado, casi primaveral ayer.

Estoy pensando... En el calendario de adviento de este año.

De los lugares donde aprendemos... Estoy haciendo un curso sobre planificación de actividades formativas. Muy interesante y divertido.

Me siento agradecida por... Por mi libertad

Desde la cocina... Puré de verduras y atún a la plancha

Que traigo puesto... camiseta naranja y blanca, chandal verde. Y en la cabeza un antifaz de mariposa de lentejuelas que me ha puesto Laia. Lo he subido como si fuese una diadema y ahí se ha quedado.


Estoy leyendo... El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano.

Lo que espero... Pues lo mismo que la semana pasada, tejiendo espero...

Estoy creando... Pues he aparcado mi proyecto durante unas semanas y me he dado al punto, vía tutoriales youtube para contribuir humildemente en una manta que están tejiendo conjuntamente unas amigas y conocidas

Estoy escuchando... A Teo jugando con instrumentos y ahora mismo ruiditos de esfuerzo porque se está poniendo de pie apoyándose en el sofá.

Por toda la casa... Esto de hacer el diario los viernes... pues desorden, ropa por planchar, juguetes, cuentos...

Una de mis cosas favoritas... Perderme en una librería o biblioteca

Algunos planes para el fin de la semana... Quedar a tomar café con unos amigos y a ver si surge ir a la montaña...

Aquí está una foto que pensé compartirles: Mis pinitos con el punto :) Algunos se enrollan como churros, pero al coserlos en la manta pues ya se estirarán, digo yo. Es adictivo...

domingo, 15 de noviembre de 2009

Caballos

La palabra del proyecto de Meninheira para esta quincena era Caballo...

Ayer fuimos a un Decathlon y Laia se montó en un caballo que se movía al trote :), pero el proyecto ha consistido en:
- Recortar un dibujo de caballo con el punzón.
- Pintar con pintura de dedos.
- Hacer dos composiciones, caballo a la fuga :)
- Recortar dos caballos más, pegarlos en papel de embalar y pintar con trozos de patata y unas esponjas en forma de herradura.

Los dibujos los imprimí de Primera escuela





viernes, 13 de noviembre de 2009

Diario






Para Hoy (13 de noviembre de 2009)

Afuera de mi ventana... otoño soleado.

Estoy pensando... Esta semana, aparte de sencilla soy una mujer cansada y cabreada

De los lugares donde aprendemos... La semana pasada tuve tutoría y volví a reconciliarme con el colegio. Ah, también se ha iniciado una escuela de padres, que creo que me da para una entrada...

Me siento agradecida por... Lo maravillosa que es mi hija.

Desde la cocina... Aún no he pensado

Que traigo puesto... camiseta violeta, tejanos y a Teo dormido.

Estoy leyendo... He acabado Se anuncia un asesinato de Agatha Christie.

Lo que espero... Que por favor, se resuelva ya mi situación laboral de una vez por todas, que inspección actúe rápido y pueda dar portazo a este tema de una vez.

Estoy creando... Ayer hablamos del proyecto de meni, y estoy preparando los materiales que necesitamos.

Estoy escuchando... El semi ronquido de Teo, alguna puerta en la escalera que se cierra y a alguien bajando peldaños.

Por toda la casa... Necesidad de limpieza y orden. Urge.

Una de mis cosas favoritas... que me de el aire fresco, helado, en la cara (siempre y cuando el resto del cuerpo esté abrigado)

Algunos planes para el fin de la semana... limpiar, planchar... poner el contador de la casa a cero y descansar para poner también el contador personal en un punto de partida.

Aquí está una foto que pensé compartirles: Teo arrancó este caracol de un tobogán. Cayó al suelo y pensaba que estaba muerto. Lo cogió Fernando y el caracol comenzó a salir de su concha y a subirse por su dedo. Un caracol extrovertido, digo yo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Cuentos

En esta entrada recojo dos visitas a la biblioteca, porque ayer cogimos de nuevo varios libros de Barbapapás, de los que ya he hablado. Le gustan mucho.

Y también quiero recoger un blogdescubrimiento (bueno, no tiene mérito, Daniela dejó un comentario en mi blog y yo fui a ver, pensando que era otra Daniela que conozco :) ). Es la libroteka, un blog precioso, con muchas entradas sobre literatura infantil y juvenil, ilustradores... una maravilla.

Alicia en el país de las maravillas, Walt Disney, Planeta deAgostini: La historia de Alicia muy resumida, un híbrido entre la película y el texto original... Como es habitual, se machaca el cuento, se resume y me resulta muy pesado, una sucesión rápida de acontecimientos, cuando el original es precioso. Incluso la versión para niños, que compré en una edición preciosa, de la editorial Edaf, con ilustraciones de John Tenniel. El texto de Lewis Carroll tiene chispa, mucha gracia, mucha ironía... y en estos cuentos-sucesión de acontecimientos no queda ni rastro de la gracia inicial.

Cuando me siento solo, Trace Moroney, ediciones SM: Es una colección de cuentos sobre sentimientos, en las que se describen diferentes estados de ánimo, para que los niños puedan identificar sus propios sentimientos. Laia los coge porque los dibujos son "suaves", el protagonista es un conejito y está recubierto de terciopelo.

Cuando tengo miedo, Trace Moroney, Ediciones SM: Igual que el anterior :)

La casita de Barpapapá, A. Tison y T. taylor, Beascoa: La familia Barbapapá ha crecido y no caben en la mini casa que tenían. Okupan una casa antigua, pero vienen las escavadoras y les echan. Así que se la fabrican ellos mismos en el campo.

¿Quién ha robado la luna? Mario Catelli y Madalena Matoso, OQO editora: Los lobos van a ver la luna llena, pero ha desaparecido. Un lobezno, intentando aullar se la ha tragado. Al final sale y comprende que llegará su momento de aullar... no acabé de entenderlo, la verdad. Y a Laia tampoco le interesó mucho.

El camino que no iba a ninguna parte, Gianni Rodari, ilustraciones de Xavier Salomó, SM: A las afueras del pueblo, hay tres caminos. Al protagonista le dicen que uno de ellos no va a ningún sitio. Pero él se empeña en desvelar la verdad y lo sigue, encontrándose una agradable sorpresa. Las ilustraciones son bastante impactantes, algo oscuras y es lo que menos le ha gustado a mi hija y al resto de niños que lo han leído, pero la historia les ha encantado, fue el éxito de la pasada visita a la biblioteca, sin duda. En el enlace que pongo de Xavier Salomó se puede ver un trailer. Es una historia de las que a los adultos también nos hace falta recordar a veces, que hay que seguir nuestro camino, no contentarnos con lo que nos dicen, tener iniciativa. Que se hace camino al andar.

El paseo de un distraído, Gianni Rodari, ilustraciones de Beatrice Alemagna, Editorial SM. Giovanni es un niño distraido. Sale de paseo y va perdiendo partes de su cuerpo por el suelo. Su madre está desesperada, pero las personas que van a devolver esas partes le dicen que es algo que le pasa a todos los niños, que no hay problema. Al volver de su paseo, su madre lo reconstruye y valora el paseo que ha dado su hijo. Viene con un cd en cuatro idiomas en el que los dibujos se transforman en objetos. Y de hecho, las ilustraciones son como un montaje, imágenes oníricas. Es de una belleza extraña este cuento. Ayer lo leímos varias veces y lo vio también un par de veces.

Pétala, Pep Bruno, ilustraciones Luciano Lozano, editorial OQO: Laia reconoció este cuento, recordaba que fuímos a ver un cuentacuentos del autor. La verdad es que verle contar cuentos, participar con él en el espectáculo, es una experiencia que no se olvida. La historia es la de una paloma que se da cuenta de que no llueve. Vuela hasta las nubes y descubre que un dragón se ha atrincherado allí, quedándose todo el agua. Pero la paloma no se da por vencida. Es bonito y sencillo, como los dibujos. Nos pasó, con la noche de los cambios, que la historia le gustó mucho tal y como la contó Pep, pero luego los dibujos del cuento le dieron miedo y no quiso volver a saber nada de ese cuento.


También nos ha llegado por parte del profe de inglés este cuento que tenemos en castellano y que hemos leído mucho, pero que en inglés se convierte en un poema, en un susurro, así, leído por Susan Sarandon... Good night, moon.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

"A él le has puesto más" Los celos entre hermanos


Por Miquel Àngel Alabart. Traducción macarrónica y rápida mía. Publicado en la revista Viure en Família.


La escena es bien conocida: uno de los hermanos se queja, no ya de tener poco de lo que se reparte, si no de que el otro tenga más. Y no por habitual, deja de sorprendernos.

Mil y una veces oímos a las madres y los padres exclamando hasta que punto sus hijos miden lo que se reparte y reivindican un trato presuntamente igualitario. Pero los adultos occidentales somos los primeros en no haber comprendido, y mucho menos aceptado, las diferencias entre las personas. El "agravio comparativo" genera derechos aceptados por todo el mundo, y no es por casualidad que buena parte de nuestra literatura se base en rivalidades, envidias y luchas por lo que no tenemos.

Reconociendo esto, podemos intentar comprender mejor los celos de nuestros hijos e hijas, y buscar qué podemos hacer para que lo no pasen demasiado mal - ni nosotros tampoco.
El ego no deja de ser una herramienta básica de supervivencia, que nos permite asegurarnos lo que necesitamos para vivir. Esto incluye el instinto de autoprotección, y también el impedir que otros se lleven aquello que es nuestro. Defender el derecho a ser prioritario para los padres que cuidan de él es una necesidad básica de cualquier niño. Y defender la "propiedad" de los propios objetos, que entre el año y aproximadamente los tres o cuatro años son una extensión del propio "yo", es sencillamente defender la propia integridad. Si las actitudes egocéntricas lógicas en estas etapas se prolongaran mucho más allá en el tiempo entonces acaban estableciéndose relaciones más conflictivas.
Una forma de miedo
Todo esto forma parte de la naturaleza humana grabada en los genes, y lo mejor que podemos hacer es aceptarlo con comprensión, acompañar los sentimientos que todo esto genera, evitar los males mayores que se puedan derivar - agresiones físicas o psicológicas excesivas - y esperar tiempos mejores. No queremos decir que los celos tengan sólo unos periodos concretos para aparecer; pero sí que probablemente, muchos episodios posteriores de rivalidad, incluso los que experimentamos muchos adultos, son repeticiones de lo que en esta edad aprendimos.. BAjo formas más sutiles o más sofisticadas, muchos ataques de celos esconden una estructura realmente infantil: se trata del mismo ego inmaduro que, ante la amenaza, reacciona con miedo y con agresiones fantasiosas o reales fuera de medida.

Muchos padres y madres se alteran cuando oyen frases casi sádicas en boca de sus hijos pequeños: "podríamos dejarlo en la calle para que se lo llevaran otros...", dice un niño de dos años y medio refiriéndose al bebé acabado de nacer. ES comprensible que estos padres y madres se horroricen, pero también tienen que entender que el cambio brutal que sufre el mundo de un niño con el nacimiento de un hermano puede ser lo suficientemente difícil de digerir como para que, años más tarde, aún se mantenga una relación conflictiva. Además, nuestra cultura, tan escasa en referentes de vida fraterna, no permite que haya un aprendizaje previo de lo que supone tener hermanos, compartir la vida y los objetos, el afecto de los adultos, etc. Procurar experimentarlo sería una fantástica manera de prevenir el "choque". De otra manera, llegar al mundo teniendo que competir con una criatura que quizás ocupe mucho espacio y que atrae y ha atraido siempre todas las miradas de los adultos no debe de ser fácil. El celoso, entonces, no siempre es el mayor.
A todos estos sentimientos hay que añadir las posibles incidencias que pueden hacer creer a un niño, en su convulso mundo interior, que no es tan importante para sus padres como el otro. Un niño pequeño que, por lo que sea, es dejado a menudo con otros adultos y que experimente sentimientos de abandono, puede imaginar que sus padres están con su hermano o hermana, por ejemplo.
Como se refuerza
Todo esto es lo que se puede vivir de forma natural cuando se es pequeño. Pero, ¿que hace que a menudo estos sentimientos perduren y se enquisten durante mucho más tiempo? La experiencia nos muestra que hay una serie de actitudes que parecen reforzar estos conflictos de rivalidad entre hermanos. Como nos indican los terapeutas estratégicos, a menudo aquello que se hacer para solucionar el problema lo que acaba empeorando la situación. Veamos algunos ejemplos.
Una madre reparte "lacasitos" a sus dos hijos. Le da 5 a cada uno, haciendo énfasis en el hecho de que les da exactamente la misma cantidad, para evitar rivalidades. Más tarde, a la hora de cenar, los hermanos están bien atentos para asegurarse que la cantidad repartida es exactamente igual, y protestan si les parece que no es así. La propia madre ha instaurado la norma de "la misma cantidad". Pero quizás uno de ellos tiene más hambre que el otro. La norma de la igualdad no es siempre ni necesaria ni cierta, ni tampoco conveniente: hay que dar a cada uno lo que necesita, no lo mismo para todo el mundo!
La hermana mayor mira en la tele sus dibujos preferidos, que duran media hora. La pequeña mira unos que sólo duran un cuarto de hora, pero cuando acaba quiere ver más cosas. El padre le dice que ya ha visto bastante. Ella se queja de que la mayor ha visto más tele y el padre le acaba por decir que de acuerdo, que mañana verá más rato. Aquí entra otro factor importante, que es el del orden en la familia. ES lógico que un hermano mayor tenga algunos privilegios. Va con la edad, y es bueno que el pequeño lo reconozca y lo acepte. El reconocimiento de quién es la mayor y quién la pequeña, en este caso, alivia a ambas niñas del esfuerzo de ser siempre iguales. Esto no quiere decir, obviamente, que se tengan que permitir ostentaciones de privilegios, humillaciones o abusos.

Liberar al mayor

Hay que decir también que demasiadas veces se da a los hermanos mayores un peso excesivo en la responsabilidad sobre los pequeños. La expectativa de cuidarles o incluso de quererles choca con los sentimientos descritos, y puede ser muy contradictoria. Podemos pedirles favores, pero teniendo claro que se lo pedimos por nosotros como adultos y no porque tengan que hacerlo.

Cosa de familia
En algunos casos, los niños actúan nos sólo por su propio interés, sino por identificación con otros miembros de la familia. En este caso se pueden estar reproduciendo conflictos que no son del todo suyos, sino de los adultos. Siempre será bueno no animar la alianza de los niños con los adultos en los conflictos de estos últimos, y evitar dar a los niños la posibilidad de posibilidad de posicionarse ante ellos.
Una buena manera de prevenir que se fijen los sentimientos más egoistas es asegurarse que la criatura tiene todas sus necesidades cubiertas, ya desde antes de que haya un hermano. Si ha sufrido una carencia o abandono prematuro lo más probable es que tenga miedo de volverlo a sufrir. El niño que ha sido feliz, en cambio, puede experimentar igualmente sentimientos de celos, pero de una forma más leve, y en todo caso le costará menos superarlos. En definitiva, los celos no es más que el miedo a perder. Si ha tenido un buen vínculo, a la criatura le será más fácil aceptar posibles separaciones o esperas. Aunque en realidad se trata de un camino que hay que hacer y del que se sale casi siempre con más fuerza.


Ha sido el pequeño monstruo

Es frecuente que los niños y niñas que se muestran celosos, sea en el momento del nacimiento de un hermano o más adelante, sufran regresiones como volver a hacerse pis, hablar como lo hacía antes o perder costumbres ya adquiridas. Trastocar el orden familiar genera muchas inseguridad y nada parece estar en su lugar. Muchas madres y padres optan por no darle importancia, ya que la criatura es la primera en avergonzarse. Un cuento muy bonito y divertido sobre esta época es Ha sido el pequeño monstruo, de Helen Cooper, donde una niña proyecta en un "pequeño monstruo" todo aquello que siente pero nadie, ni ella misma, acepta fácilmente. Os lo recomiendo para leerlo... sin buscarle moralejas. ( Y yo añado que también lo recomiendo. Lo cogimos de la biblio por casualidad y alguna vez ha dicho "ha sido el pequeño monstruo", lo que nos ha dado una idea de por dónde andaban sus sentimientos y poder abordarlos).

Paso a paso

Si tu hijo o hija tiene un ataque de celos, párate, mírale e intenta acompañarle:

- Reconoce sus sentimientos poniéndoles palabras: Veo que estás muy enfadada...
- Acepta esos sentimientos como válidos, sin juzgarlos: Quizás querías que yo estuviese sólo por ti...
- Para cualquier intento de traducir estos sentimientos en agresiones.
- Da alternativas para expresar los sentimientos: Si quieres te acompaño fuera y gritas bien fuerte, estoy enfadadaaaaaa!!!
- Dedica un rato a pensar qué necesidades tiene pendientes el hijo o la hija que se siente celoso, procura estar un rato en exclusiva, darle un "extra" de vez en cuando...

domingo, 1 de noviembre de 2009

Proyecto: Halloween

Pues no sabría yo si llamarlo "proyecto" a todo el batiburrillo de cosas que hemos hecho... pero bueno...
Por un lado, en la biblio del cole se organizó una exposición de libros terroríficos. Copiamos fragmentos y los pusimos en un lugar visible para los alumnos, junto a un vampiro de cartulina.
Esta fue mi aportación:

Al hacer las calabazas, recordé que teníamos ya hechas, de goma eva, y nos pusimos a decorar un poquito el estudio:


Y las puertas... también recortó algunas figuras de la página activity village. Bueno, ahora que recuerdo, de esta página hemos ido sacando muchas cosas esta semana, dibujos para colorear sobre todo...


Aunque también hubo tiempo para dibujar calabazas, gorros de bruja... la mayoría se los ha ido llevando al cole, pero queda este dibujo por casa:


Hicimos una fiesta de Halloween con amigos en el parque. Fue muy agradable. No faltaron los disfraces, los caramelos, los juegos... y Laia fue disfrazada de bruja. A Teo la idea de ponerse un gorro como que no le gustó mucho. Bastante ha tenido el pobre toda la semana con un resfriado, o una gripe, o vete tú a saber...


El niño feliz


El niño feliz, su clave psicológica. Dorothy Corkille Briggs. Editorial Gedisa.

Copio parte del esquema que viene al final del libro. Supongo que puesto así, en forma de lista, hay conceptos que no se entienden, por eso recomiendo la lectura del libro.

La imagen es de Patricia Metola.

Capítulo 1: Bases de la salud mental

- Lo que el niño siente respecto a sí mismo afecta su manera de vivir la vida.

- La autoestima elevada se funda en la creencia, por parte del niño, de ser digno de amor y valioso.

- El niño debe saber que importa por el mero hecho de existir.

- El niño debe sentirse competente en el manejo de sí mismo y de su entorno. Necesita sentir que tiene algo que ofrecer a los demás.

- La alta autoestima no es "engreimiento"; consiste en que el niño se sienta serenamente cómodo de ser quien es.

Capítulo 2: Los espejos crean nuestras propias imágenes

- Todo niño posee los elementos necesarios para gustar a sí mismo.

- El niño aprende a verse a sí mismo tal cual lo ven las personas importantes que lo rodean.

- Construye su autoimagen de acuerdo con las palabras, el lenguaje corporal, las actitudes y juicios de los demás.

- Se juzga a sí mismo según como se vea en comparación con otros y cómo sean las reacciones de los demás hacia él.

- La alta autoestima surge de experiencias positivas con la vida y el amor.


Capítulo 3: Los espejos influyen en la conducta

- La conducta del niño se ajusta a su autoimagen

- El niño puede tener confianza en sí mismo en un terreno y en otros no; su forma de actuar nos da claves acerca de si siente que opera desde una posición fuerte (enunciados positivos acerca de sí mismo) o débil (enunciados negativos acerca de sí mismo).

- Cuando el niño se considera inepto, espera fracasar y actúa en consecuencia. La seguridad personal, en cambio, le da el valor y la energía necesarios para salir al paso de cualquier tarea; le permite esperar vencer; y también actúa en consecuencia.

Capítulo 4: El precio de los espejos distorsionados

- El niño busca autorrespetarse.

- Cuando se siente inepto, puede someterse a una vida de autodestrucción y de retracción, o bien elevar diversas defensas que le permitan conservar la autoestima.

- Las defensas neuróticas se erigen en torno de la creencia de ser indigno de amor y carente de valor.

- Cuando las defensas alejan a los demás, el niño deja insatisfecha su necesidad de reflejos positivos.

- Los reflejos positivos que damos al niño evitan que este tome por atajos que lo alejan de la plenitud de la vida.


Capitulo 5: La trampa de los reflejos negativos

- Por lo común, la visión de sí mismo por parte del niño cambia constantemente.

- Si el niño se convence de no ser bueno, se verá obligado - por la necesidad de convervar su coherencia interna- a evitar que le lleguen mensajes positivos acerca de sus aptitudes.

- La baja autoestima rígida es el resultado de la acción de muchos factores negativos durante mucho tiempo.

- Las actitudes negativas del niño hacia sí mismo, se pueden transformar en autoestima si se brinda al niño un clima de aceptación y experiencias de éxito.


Capítulo 6: Pulimento de los espejos representados por los padres

- Todos vemos a nuestros hijos a través de los filtros de la inexpeiencia, las normas ajenas, nuestros conflictos no resueltos, nuestras necesidades insatisfechas y nuestros valores culturales.

- Los filtros se transforman en expectativas, de acuerdo con las cuales medimos a nuestros hijos y que influyen la forma en que los tratamos.

- Cuando nuestras expectativas no se ajustan a nuestro hijo y a su etapa de crecimiento en particular, lo ma´s probable es que nos sintamos decepcionados por eso.

- Cuando el niño siente constantemente que no cumple con lo que esperamos de él, pierde el respeto por sí mismo.

- Nuestras expectativas tienen más probabilidades de ser justas cuando se fundan en los hechos del desarrollo de los niños, la observacion alerta y la sensibilidad respecto de las presiones sufridas por nuestro hijo en el pasado y en el presente.

- Revisemos nuestras expectativas a menudo; ellas son muy proclives a quedar fuera de lugar.

- Cuanto más satisfechos nos sintamos como personas, tanto menores serán las presiones no realistas que ejerzamos sobre nuestros hijos.

- Hacemos a nuestros hijos lo que nos hacemos a nosotros mismos. Por consiguiente, el aumento de nuestra autoaceptación nos permitirá aceptarlos mejor a ellos.


Capítulo 7: El verdadero encuentro

- Todo niño necesita atención concentrada - verdaderos encuentros- para sentirse amado.

- El afecto físico, la constante renuncia a nuestras propias necesidades, la sobreprotección, las altas expectativas, el tiempo que les dedicamos y los presentes que les hacemos, no siempre bastan para transmitir nuestro amor a nuestros hijos.

- Es probable que el chico vea el alejamiento constante de sus padres -preocupados por el pasado, el futuro, los horarios, las tareas- como falta de amor. El sólo puede sentirse digno de que lo quieran si nosotros nos tomamos el tiempo necesario para estar por completo por su persona.

- Hagamos un hábito del mantenernos abiertos a la maravilla que son nuestros hijos aquí y ahora. Comprobemos a menudo la cuota de atención concentrada que les otorgamos.


Capítulo 8: La seguridad que brinda la confianza


- La confianza es el ingrediente más importante del clima de seguridad psicológica.

- El niño debe poder contar con nuestra ayuda amistosa para la satisfacción de sus necesidades.

- PAra que él confíe en nosotros, nuestras palabras deben coincidir con nuestro lenguaje corporal.

- El necesita que nos mantengamos abiertos en la medida apropiada en cuanto a nuestros sentimientos, reservas y ambivalencias.

- El niño necesita que seamos humanos; seamos auténticos con él. Esto le ayudará a aceptar su propia humanidad, y le dará un modelo que ha de permitirle abarcar todas las partes de su propio ser. De este modo, no se alienará de sí mismo ni de los demás.


Capítulo 9: La seguridad del no enjuiciamiento.

- El segundo ingrediente de la seguridad se hace presente cuando desaparecen los juicios.

- Respondamos con "reacciones del yo" a su conducta: abandonemos por completo todo juicio acerca de la persona de nuestro hijo.

- Cuando el chico pueda verse como persona independiente de sus actos estará en mejores condicioens para crearse un autorrespeto sólido.


Capítulo 10: La seguridad de sentirse apreciado

- El tercer ingrediente de la seguridad psicológica consiste en apreciar lo exclusivo de nuestro hijo, aunque su conducta no nos resulte aceptable.

- No demos por descontada la exclusividad de nuestro hijo; tratémoslo con el mismo respeto que deseamos para nosotros, concentrémenos en sus cualidades positivas, evitemos el confundir su persona con sus actos, y tratemos de valorarnos nosotros mismo. De este modo, la estima vendrá por sí sola.

- Cuando el niño se siente estimado, se propone metas más realistas, acepta a los demás como son, aprende con mayor eficiencia, aplica su creatividad y gusta de sí mismo.


Capítulo 11: La seguridad de ser "dueños" de nuestros sentimientos

- El cuarto ingrediente de la seguridad consiste en permitir que el niño sea "dueño" de sus sentimientos sin por ello retirarle nuestra aprobación.

- Respetamos la separación que existe entre el niño y todo lo demás, cuando evitamos exigirle que adapte sus sentimientos y reacciones a los nuestros.

- Ofrezcamos muchas experiencias a los niños, pero tratemos con respeto su reaccion ante las mismas. Evitemos imponerles lecciones cuando ellos no disfrutan de las mismas.

- Planeemos activamente la diferenciación de nuestros hijos, tanto en cuanto a nuestras expectativas como en lo que hace a las actividades familiares.

- El respeto por sus diferencias y su exclusividad nutre la autoestima del niño.


Capítulo 12: La seguridad de la empatía

- La empatía consiste en comprender el punto de vista del niño sin juicios, acuerdo ni desacuerdo. Estemos atentos al lenguaje corporal, ya que este es más preciso que el hablado.

- Para ser verdadera, la empatía debe provenir de nuestros sentimientos.

- Cuando el niño se muestra transtornado, fuera de sí, su anhelo secreto es el de obtener comprensión empática. La necesita antes de que se le puedan dar explicaciones, razones o respaldos.

- Si consideramos que el papel del progenitor es el de nutrir, si respetamos la integridad de nuestro hijo, si estamos en contacto y en paz con nuestros propios sentimientos, la empatía se producirá fácilmente.

- La empatía barre con la alienación; es una poderosa prueba de amor. Y construye activamente el amor de los niños por uno.


Capítulo 13: La seguridad de tener crecimiento exclusivo

- El quinto ingrediente de la seguridad psicológica es la libertad para crecer de manera única.

- El crecimiento se opera por saltos, entre los cuales median regresiones y estancamientos.

- El ritmo de crecimento forma parte integrante del niño.

- Cuando el niño siente la seguridad de poder retroceder, está en libertad para crecer.

- Los siete incredientes del encuentro seguro se combinan para formar el clima del amor. Ellos aseguran que nuestro hijo sentirá nuestro interés por él; de este modo se pone en condiciones de desarrollar sincero autorrespeto, y de desplegarse en todas direcciones.


Capítulo 14: Cómo tratar los sentimientos del niño

- La mayoría de nosotros no trata los sentimientos de los niños de la forma en que quisiera que los demás tratasen los nuestros.

- Todo niño alienta toda clase de sentimientos, con los cuales la tradición nos ha enseñado a no entrar en contacto directamente.

- Cuando tratamos los sentimientos negativos mediante la razón, el juicio, la negación, el consejo, el respaldo o la desviación, apartamos al niño de nosotros. Semejante actitud lo fuerza a disminuir su autoconcepto y a reprimir o disfrazar sus verdaderas emociones.

- Los sentimientos reprimidos no sólo no desaparecen, sino que conspiran contra la salud física, emocional e intelectual.

- El poder de los sentimientos negativos se diluye cuando las emociones se aceptan con comprensión y se canalizan por salidas aceptables.

- Nuestro hijo necesita que seamos oyentes activos, y no pasivos.

- Para liberarnos de actos negativos, deshagámonos primero de los sentimientos negativos, que son la causa de aquellos.

- Los actos pueden necesitar limitacion; pero la expresión de los sentimientos sólo debe limitarse en cuanto a con quién, cuándo y dónde se efectúa.


Capítulo 15: Cómo descifrar el código de la ira

- La ira, sentimiento normal, enmascara un sentimiento anterior.

- Cuando aceptamos la ira del niño mediante la atención activa, él nos conduce casi siempre hacia la emoción subyacente. Canalicemos sus sentimientos por salidas seguras.

- Se puede reducir el número de momentos de ira, pero no eliminarlos por completo. Cuando el niño cae a menudo en estados de ira, se debe comprobar si sus necesidades físicas y emocionales se encuentran satisfechas, si no enfrenta demasiadas frustraciones, y si realiza suficiente ejercicio físico. También es necesario comprobar nuestras expectativas, el tipo de disciplina que aplicamos, el que no haya exceso de competencia o de comparaciones para él, y las tensiones familiares. Por último, asegurémonos de que le brindamos abundancia de encuentros seguros.

- La ventilación de nuestras propias hostilidades nos ayudará a trabajar con las de nuestros hijos.

- Enviemos nuestros primeros sentimientos como "reacciones del yo".

- La mayoría de las pataletas son signo de pérdida de control y de frustración extema, y no muestras de "comportamiento de mocosos".

- Los signos indirectos de la ira son las bromas continuas, la chismografía, el sarcasmo, la actuación de la agresión, el ataque a los valores adultos, los accidentes frecuentes, los temores irreales, la conducta modelo, la depresión y los síntomas psicosomáticos.

- La aceptación por nuestra parte de la ira del niño evita que este use salidas indirectas o se reprima. Y le permite aceptar su propia humanidad total.


Capítulo 16: Cómo desenmascarar los celos

- Los celos en familia son un sentimiento normal, ya que todo niño anhela ser el favorito.

- Los celos enmascaran los sentimientos reales o imaginarios del niño en el sentido de hallarse en desventaja.

- Las presiones internas y externas pueden deteriorar la sensación de aptitud del niño; eso lo hace proclive a los celos.

- El niño encuentra en la alta autoestima una seguridad interna que lo protege contra los celos frecuentes en intensos.

- Los celos aumentan cuando se hacen presentes el favoritismo, las comparaciones y la falta de respeto por la individualidad. Evitemos el usar a un niño para cubrir nuestras propias necesidades insatisfechas. La atmósfera familiar tranquila, fundada en la cooperación y en la disciplina democrática, reduce la frecuencia de los accesos de celos.

- Signos indirectos de los celos son los aumentos súbitos de la dependencia, la regresión, la demanda de cosas materiales y la mala conducta.

- Cuando los celos se presenten, ayudemos - mediante la atención concentrada- a que el niño los exprese. Su sentimiento es real para él independientemente de lo reales o imaginarios que puedan ser los hechos que lo provocan.

- Ayudemos al niño a sentirse comprendido, incluido e importante; así, no se sentirá defraudado.


Capítulo 17: Motivación, inteligencia y creatividad

- Todo niño nace curioso, y con tendencia a confiar en sí mismo.

- Si queremos estimularlo intelectualmente y asegurarnos de que empleará la creatividad, debemos apoyar sus exploraciones, su curiosidad y sus movimientos hacia la autoconfianza. Debe sentirse seguro para hacerse preguntas y descubrir hechos.

- Estimulamos la inteligencia del niño cuando le brindamos ricas experiencias de primera mano, contacto con un lenguaje amplio, experiencias exitosas de solución de problemas, y ejemplo y actitudes familiares de valoración del aprendizaje y la independencia.

- El crecimiento intelectual del niño se ve afectado por: los impedimentos físicos, la insatisfacción emocional, los sentimientos reprimidos, la presión indebida tendiente al logro de metas no realistas, la disciplina no democrática, el corte de las líneas de comunicación, las aulas abarrotadas, los maestros inadecuados y las técnicas de enseñanza deficientes.

- El clima de encuentro seguro motiva al niño para parneder y capitalizar su exclusividad innata. Existe relación directa entre la autoestima elevada y la creatividad sin trabas.