miércoles, 28 de noviembre de 2007

Un nuevo bebé en la familia


Bueno, la traducción es mía, así que algunas cosas pueden sonar "raras", pero creo que se entiende, no?


Doctor Sears
http://www.askdrsears.com/html/6/T064200.asp

Algunas disputas entre hermanos son inevitables, aunque el grado de éstas depende de los años de los niños, de la compatibilidad de sus caracteres y el nivel de conflicto que los padres permitan. Un niño criado con apego tendrá un periodo de adaptación a la nueva situación más sencillo, ya que él obtuvo lo que necesitaba cuando lo necesitó. No se sentirá celoso viendo cómo otra persona ve cubiertas sus necesidades. Los niños alrededor de tres años, tres años y medio a menudo reciben al nuevo bebé en el hogar, bien con los brazos abiertos o como una novedad, y a veces parece que esos niños, al menos aparentemente, no parece que se sientan celosos. Ellos pueden competir más por un rato de juego con “su” bebé que por la atención de sus padres. Ser comunicativo le ayudará a adaptarse a los cambios. Pero es habitual para los más pequeños sentirse disgustados durante un tiempo (las cosas nunca volverán a ser iguales ni para los padres ni para el hermano mayor). Incluso tratando de hacerlo todo “de forma correcta” y ver cada pequeña herida en el hermano mayor en los primeros meses, una vez el nuevo bebé alcanza los ocho meses y puede gatear, el mayor sentirá que hay intrusiones en su espacio. Algunos trucos para presentar el nuevo bebé al mayor

1. Hacerlos amigos antes del nacimiento. Habla a tu hijo mayor acerca del nuevo bebé antes del nacimiento. Dependiendo de su nivel de comprensión, comienza antes o después durante el embarazo. Puedes enseñarle fotografías de un bebé en el útero materno. Para un niño pequeño, si no está a la vista, no está en la mente, así que un bebé que aún no ha nacido, no amenaza su territorio, pero incluso un pequeño de dos años puede sentir si su madre está preocupada por lo que hay debajo de ese bulto en la barriga. Permite acariciar al bebé, hablarle, y sentir sus patadas. Pasa un buen rato hablando sobre él y planificando cosas.

2. Revive la primera infancia del mayor. Siéntate con tu hijo y repasa el album de fotos. Enséñale cómo era justo al nacer, al llegar del hospital, las tomas, el cambio de pañales... Reviviendo estos momentos, se va el mayor irá conociendo y se irá sintiendo preparado para esos momentos que se vivirán en el futuro.

3. Adelanta cómo será la llegada del bebé. “Cuando el pequeño bebé salga de la barriga, mamá lo tendrá en sus brazos todo el tiempo. Los pequeños duermen y maman todo el día y están en los brazos de mamá. Los bebés pequeños realmene necesitan a sus mamás”.

4. Incluye al mayor en las celebraciones del nacimiento. Además de estar con mamá y con el nuevo bebé después del nacimiento (si es que no estuvo en el nacimiento), pídele ayuda en la preparación de la “fiesta del nacimiento”. Puede elegir el pastel, la decoración, pensar en regalos especiales para y del nuevo bebé.

5. Incluye un regalo para el hermano. Los visitantes más avispados, aquellos que pasaron por la situación, traerán un regalo para el hermano mayor cuando vengan a visitar al nuevo bebé. Guarda unos pocos regalos de reserva para cuando los amigos sean espléndidos en sus regalos y atenciones hacia el nuevo bebé. Deja que sea él quién desembale los regalos del bebé y pruebe los sonajeros.

6. Compartir momentos. Junto con la incertidumbre de saber dónde encajan ellos en la nueva situación, lo que les preocupa más a los niños es compartirte con el bebé. Desde que el concepto de compartir es extraño para un niño de menos de tres años, y desde que la mamá es su “posesión” más preciada, es raro que puedas convencer a tu hijo de “compartir el tiempo de la madre”. Suena bien decir que le darás al mayor la misma cantidad de tiempo, pero en la práctica no es realista. Los bebés necesitan mucho tiempo de dedicación y no dispones del 200% de ti misma para dar (es por esto que las madres se dan permiso a sí mismas para desatender la casa y hablan a dedicar el tiempo al bebé y al hermano mayor).

Puedes también compartir el tiempo que dedicas al cuidado del bebé con tu hijo mayor. Lleva a tu bebé en una bandolera que te permita tener las dos manos libre para jugar con tu hijo mayor. Mientras des el pecho, puedes leer un cuento al hermano o simplemente abrazarle y mimarle. Aumenta el tiempo que pasas en el suelo. Mientras el bebé sea todavía pequeño, necesitará estar en tus brazos o en una bandolera. Puedes estar en el suelo con el mayor y él verá que estás disponible. A medida que el bebé crezca, puedes sentarle en una hamaca o en una manta en el suelo para que os vea jugar al hermano mayor y a ti. Esto entretendrá a dos niños con un padre. Prueba un juego para dos: cuando el bebé sea un poco más grande, anima a que el mayor entretenga al pequeño. Los niños de 3-4 años son especialistas en hacer caras y ruidos divertidos y a los bebés les encanta. Las grandes sonrisas sin dientes del bebé les va a alimentar el ego de forma increible – “ey, le gusto” . Si amas al bebé, el sentimiento será pronto mutuo.

Recuerda, el bebé necesita ser siempre ser el primero (es pequeño y puede haber situaciones peligrosas), aunque el mayor pueda ser más persistente o bullicioso a la hora de expresar sus necesidades, y quiere saberlo. Muchas madres cometen el error de no crear lazos apropiados con el nuevo bebé por miedo a lastimar los sentimientos del mayor. Si el niño recibió lo que necesitaba cuando era un bebé, podrá manejar la frustración sin traumas. Un bebé no puede.

7. Haz que el hermano se sienta importante . Dale a tu hijo un trabajo en la organización familiar. Para sacarle fuera del “quiero ser un bebé”, hazle saber que juega un papel importante. Díle que necesitas su ayuda. Dale un título al trabajo, hazlo divertido: “puedes ser el ayudante de mamá, trae el pañal, por favor”, “trae la ropa para mamá”, “por favor, coge esos juguetes”. Permítele cambiar pañales, vestir al bebé, bañarle... (todo bajo supervisión, por supuesto). Elogia la ayuda que te da.

Un ejemplo de cómo una madre le ha dado la vuelta a los cambios en su hija de 4 años tras el nacimiento de su segundo hijo. Tan pronto como Bejamin nació, Amy pareció entrar en una crisis. Volvió a mojar la cama y a tener rabietas muy fuertes. La que antes era una niña feliz, se volvió triste. Empezó a contestar, a ser desafiante, se despertaba por la noche y a estar en general, molesta. La madre le dio un trabajo como “ayudante de mamá” e incluso le pagó por su ayuda. Después de unas semana, Amy no sólo estaba más contenta, sino que aprendió algunas técnicas de su madre.

8. Mantente abierta a los sentimientos del hermano Al hermano le disgustan tanto sus sentimientos de rabia por su hermano pequeño tanto como a los padres les preocupa sus sentimientos ambivalentes por su bebé. Anima al mayor a expresar tanto los sentimientos positivos como los negativos. Utiliza la empatía, como “Imagino que a veces te gusta el bebé y a veces no”. Ánimale a dibujar sus sentimientos por el bebé. Los niños a menudo se sienten seguros dibujando sus sentimientos. Cuando exprese pensamientos negativos como “odio a este bebé” trata de no decir cosas como “oh, tu no quieres decir eso. Tú amas al bebé”. Álegrate, ya que se siente lo suficientemente seguro para poder expresar esos sentimientos ante ti. Si oye por tu parte que sus sentimientos so nnormales y comprensibles, éstos perderán mucho de su intensividad inicial y podrá abrirse más. Todos necesitamos ser entendidos y aceptados.

9. Qué gano con eso? Esta es la forma en la que los niños piensan. Según la lógica del adulto, los niños deberían estar entusiasmados de tener un amigo viviendo en la misma casa, pero los niños que se encuentran en esta situación están preocupados por lo que ellos pierden. No ven la parte positiva. Ellos han perdido su papel principal, y el bebé es demasiado pequeño para divertirse con él. Mamá, desde que nació el bebé está cansada y no está alegre (la rivalidad entre hermanos llega en un mal momentos para los padres, ya que justo cuando los padres están exaustos adaptándose a un nuevo bebé, tienen que adaptarse tambie´n a los cambios que está sufriendo la personalidad del mayor). Revive “momentos especiales”, especialmente con el padre: salir al parque, ir a una heladería, incluso disfrutando de la compra del pan y la leche. Esos momentos de salir uno a uno con el padre están reservado sólo para el hermano mayor. La atención que el niño ha perdido de la madre, la gana del padre. “Pero nosotros le decimos que le queremos, eso no cuenta?” Sí, pero recuerda que lo que cuenta es cómo perciben los niños el amor de sus padres. Los actos dicen más que las palabras. Utiliza “Teniendo un tiempo”: Tu hijo mayor puede sentarse a tu lado mientras tienes al bebé en brazos (no es necesario bajar al bebé ni interrumpir la creación de los lazos con él). Disfrutad de su presencia a través del contacto cuerpo con cuerpo. Incluso aunque sólo sean 15 minutos al día pueden marcar la diferencia.

10. Protege las necesidades de los dos. “Llegué justo para ver cómo nuestro hijo de 3 años golpeó al bebé con un juguete”, lloraba una madre. Ante hacer daño al bebé, hay que corregir inmediatamente; la seguridad prevalece sobre los temas psicológicos. Pon tu mejor mirada no-vuelvas-a-hacerlo-nunca-más. Pon en marcha todas las paradas: Tiempo muerto para el niño (y también para el juguete). Ten en cuenta sus sentimientos, pero actúa de forma firme. Explica lo frágiles que son los bebés y que aunque comprendas sus sentimientos de rabia, no vas a permitirle que haga daño al bebé. Ayúdale a disculparse, “Acaricia la cabeza del bebé y díle cuánto sientes haberle hecho daño”.

Una vez que el niño ha podido expresar sus sentimientos, puedes dirigirte a ellos directamente, y él sabe que tu entiendes su lucha. Así puedes verbalizar “Es duro ver a mamá dedicando tanto tiempo al bebé”. Entonces enséñale cómo golpear un objeto suave, como una almohada, cuando esté enfadado, porque ella no sentirá dolor. Enséñale cómo ser “amable” con el bebé. Anímale a que le toque de forma suave, modela la caricia diciendo, “bien”. Siente la intimidad del abrazo triangular, padres, hermano mayor y bebé. Asegúrate de que entiende el mensaje de que nunca debe hacerlo de nuevo.

Anima al hermano mayor a que te diga cuándo se siente enfadado. Si es muy pequeño (por debajo de dos), esperar que controle sus impulsos de rabia es esperar demasiado. Esta es otra buena razón para llevar al bebé tanto como sea posible, por un lado el mayor te verá disponible, y por otro tendrás al bebé en un lugar seguro. No dejes a solas al hermano si es agresivo junto al bebé. No pondrá controlarse demasiado tiempo sin tu ayuda.

A veces, los hermanos mayores quieren investigar cómo es el comportamiento del bebé, queriendo tomar biberón el pecho. Dejar que prueben es la mejor forma de manejar su deseo. Peter se destetó de Martha a los 17 meses, y tenía cerca de 3 cuando Hayden nació. Observó muy de cerca cómo Martha daba el pecho el primer día y pidió un poco. Tomo una o dos veces, apenas podía cogerse al pecho, pensó en cómo solucionarlo y pidío dos biberones ,que llevó durante un par de semanas y luego perdió el interés. Martha no le empujó hacia sentimientos tipo “odio a este bebé”.

11. El nuevo bebé tiene ruedas. A menudo los hermanos parecen ajustarse de forma maravillosa al bebé hasta que crece un poco. Un momento típico para que esto suceda es cuando comienzan a gatear. Ahora el mayor seinte que nada está seguro - sus torres son destrozadas, sus mejores juguetes mordidos, sus juegos interrumpidos, etc. La anticipación ayuda. Ten en cuenta que esto empezará a sucecer y explica al mayor por qué el bebé actúa como lo hace (necesidad de explorar, es excitante, es demasiado pequeño para entender) y de esta forma no se lo tomará como un ataque personal. Enseña al mayor cómo desarrollar la paciencia y la habilidad para planear. Puede poner sus juguetes en una mesa fuera del alcance del bebé, y puede construir una torre para el bebé, sabiendo cómo le va a divertir tirarla al suelo. Muestra que el bebé, después de todo, se está convirtiendo en alguien más interesante.

lunes, 26 de noviembre de 2007

HUMOR: LA MEJOR MEDICINA

HUMOR: LA MEJOR MEDICINA
Doctor Sears, traducido por Solecilla en la web www.dormirsinllorar.com

Al educar un niño en crecimiento, un padre debe ponerse varios uniformes: el de policía, para las situaciones peligrosas, el de cura para las cosas relacionadas con la moralidad, el frac y corbata de diplomático para las luchas de poder, la bata de médico para curar pequeñas heridas. Pero el traje que le servirá siempre es el sombrero de payaso.

El humor sorprende. la falta de seriedad coge al niño fuera de juego y despierta atención inmediata, diluyendo una lucha de poder, antes de que las primeras salvas sean lanzadas. el humor abre las orejitas y mentes cerradas. He aquí como una madre se convirtió en comediante y usó el humor para obtener colaboración de sus hijos. L. de 6 años y N. de tres, estaban en medio de una discusión por un juguete, al final del día, cuando su madre ya estaba estresada. Ella no tenía tiempo ni energía para ponerse el traje de psicólogo y profundizar en los sentimientos de sus hijos. En lugar de eso, cogió un bloque de juguete y se lo puso en la cabeza, y comenzó su actuación: “mamá va a ser una cabeza de bloque, me estoy volviendo loca. No puedo soportar esta riña ni un minuto más”. Y comenzó a hacer el tonto. Los niños, chiflaron, y todo el mundo se rió, mientras las payasadas de la madre diluyeron la bronca de los niños. Después se sentaron y les dijo: “es un momento duro del día. Mamá está cansada. Tengo que preparar la cena. Vosotros estáis cansados y hambrientos. Por favor: ayudadme a organizar la cena.”

El humor hace el trabajo: la habitación de A. de 7 años era un barullo. En lugar de decir “vete a hacer la cama”, su cómica madre, dejó que la cama hablara. “he pasado cerca de tu cama esta mañana, y gritaba por favor, que alguien me tape, tengo frío”. Incluso para los adultos, el humor es una manera de tener los trabajos hechos. Recuerdo el cartel que había en el vestuario de cirujanos del hospital: “Recuerda: tu mamá no vive aquí”

El humor protege: A. de 3 años tenía la mala costumbre de alejarse corriendo de sus padres en el parking. El padre decidió hacerse el ciego tapándose los ojos con la mano, le entregó las llaves del coche y le pidió que lo condujera de la mano a donde estaba su coche. ( por supuesto miró muchas veces entre los dedos).

El humor desarma: los niños pueden ver en su cara cuando usted va a decir que no a algo. Y van preparando su resistencia. Usted puede romperla poniendo su mejor cara cómica. El humor también ayuda a sacar rápidamente a un niño de un comportamiento regresivo. He aquí como una madre resolvió este problema: M. de 4 años insistía en ponerse un pañal, porque su hermanito lo llevaba. Su madre jugó con ella tratando de ponerle un pañal de recién nacido. Mientras las dos batallaban para hacer encajar el pañal, M. se dio cuanta de lo tonto de su capricho.

Utilice el humor con bastante frecuencia, para darle al niño una segunda oportunidad de obedecer. A nuestros hijos les encantan los videos, así que nosotros hacemos mímica como si rebobináramos. “M. ayúdame a recoger la mesa”-“pero papá…”-“REBOBINA” (doy unos pasos para atrás y comienzo de nuevo, esta vez haciendo grandes gestos hacia el niño) y esta es la pista que le indica que es una segunda oportunidad. Habitualmente esto termina con risas y obediencia.

25 MANERAS DE HABLAR PARA QUE SUS HIJOS ESCUCHEN:

25 MANERAS DE HABLAR PARA QUE SUS HIJOS ESCUCHEN:
Doctor Sears, traducillo por Solecilla en la web www.dormirsinllorar.com

Una gran parte de la educación es cómo hablar con los niños. La forma en al que usted habla con ellos les enseña la forma de hablar con otros. He aquí algunas cosas que hemos aprendido de nuestros hijos:

1-. CONECTE ANTES DE DIRIGIR: antes de dar directivas a su hijo, descienda al nivel de sus ojos y establezca contacto ocular con el, para obtener su atención. Muéstrele como enfocar: “M. necesito tus ojos”-“tus orejas”. Ofrezca el mismo lenguaje corporal cuando esté escuchando a su hijo. Tanga cuidado de que su mirada no sea tan intensa que controle en lugar de contactar.

2-. DIRÍJASE AL NIÑO: “N. quieres por favor….”

3-. SEA BREVE: use reglas de una sola frase. ponga la orden principal en la frase de inicio. Cuarto más tiempo divague, más probable es que su hijo se vuelva sordo para los padres. Demasiado hablar es uno de los errores más frecuentes cuando dialogamos. Produce en el niño la impresión de que usted no está muy seguro de lo que quiere decir. Si le puede mantener a usted hablando, puede mantenerle distraído.

4-. SEA SIMPLE: utilice frases cortas y palabras de una sílaba. observe el modo en que ellos hablan unos con otros y tome nota. Cuando su hijo muestra esa mirada vidriosa y desinteresada, usted ya no está siendo entendido.

5-. PÍDALE A SU HIJO QUE LE REPITA SU PETICIÓN: si no puede, ha sido demasiado larga o demasiado complicada.

6-. HAGA UNA OFERTA QUE SU HIJO NO PUEDA RECHAZAR: usted puede razonar con un niño de dos-tres años, especialmente para evitar berrinches: “vístete para que puedas salir a jugar”. Ofrezca una razón para sus peticiones, que sea para ventaja del niño, y que sea difícil de rechazar. Esto le da un motivo para salir de su posición de poder, y hacer lo que usted le pide.

7-.SEA POSITIVO: en lugar de decir: no corras, diga: dentro caminamos, fuera se puede correr.

8-.EMPIEZE SUS PETICIONES CON LA PALABRA QUIERO: en lugar de decir bájate de ahí, diga quiero que te bajes de ahí. Esto funciona bien con niños a los que les gusta agradar, pero no recibir órdenes. diciendo quiero, da usted una razón para agradar, más que una orden.

9-. CUANDO…ENTONCES: cuando te hayas cepillado los dientes, te contaré el cuento. Decir cuando implica que usted espera ser obedecido, mejor que el “si” que da al niño la sensación de que puede optar por hacerlo o no, cuando usted no quería darle opciones.

10-. PRIMERO LAS PIERNAS, DESPUES LAS PALABRAS: en lugar de gritar “apaga la televisión y a cenar” acércate a donde está viendo la tv, únete a él un ratito, y en el primer intermedio para anuncios, dile que apague la telvisión. Yendo hacia el le convences de que tu requerimiento es realmente serio. De otra manera, lo interpretan como una mera prefenercia.

11-.OFRECE ALTERNATIVAS: prefieres ponerte antes el pijama o cepillar los dientes.

12-. HABLA DE FORMA ADECUADA A SU DESARROLLO: cuanto más pequeño sea el niño, más cortas y simples deben ser las órdenes. Considere su nivel de comprensión. Por ejemplo: un error muy común es preguntarle a un niño de tres años ¿Por qué has hecho eso?. La mayor parte de los adultos tienen problemas para explicar su comprtamiento. Pruebe a cambio: vamos a hablar de los que has hecho.

13-. HABLE DE FORMA SOCIALMENTE CORRECTA: incluso un niño de dos años puede aprender “por favor”. Espere que su hijo sea educado. Los niños no deberían sentir que la educación es opcional. Hable con sus hijos de la forma en que espera que ellos hablen con usted..

14-.HABLE DE FORMA PSICOLÓGICAMENT CORRECTA: los comienzos amenazantes o sentenciosos, son propensos a poner al chico a la defensiva. Los mensajes que comienzan con “tu” hacen al niño encerrarse. Los que empiezan con “yo” no son acusadores. En lugar de empezar: “tu debes hacer…” pruebe diciendo:”a mi me gustaría que hicieras….” o “yo necesito que hagas”. No haga una pregunta inicial si la respuesta negativa no es una opción: ¿quieres poner la mesa?. Diga simplemente: pon la mesa por favor.

15-. ESCRÍBALO: los recordatorios pueden derivar en quejas con demasiada facilidad, especialmente en los preadolescentes, que piensan que decirles cosas los sitúa en la sección de esclavos. Sin decir una palabra, puede comunicar todo lo que necesite decir: hable con una libreta y un lápiz. Deje notas humorísticas a sus hijos, siéntese y observe lo que ocurre.

16-. BAJE EL TONO DE SUS HIJOS: cuanto más lato grite el niño, más bajo hable usted. Deje a su hijo ventilarse, mientas usted intercala comentarios de tanto en tanto: “entiendo” o “¿puedo ayudarte?”. Algunas veces solo tener un escucha atento puede disminuir el volumen de una rabieta. Si usted se pone a su nivel, tendrá dos berrinches que manejar. Sea un adulto para el.

17-. SERENE AL NIÑO: antes de dar una orden, restaure el equilibrio emocional del niño, de otra forma está perdiendo el tiempo. Nada profundiza cuando un niño está en un naufragio emocional.

18-. REPITA SU MENSAJE: los niños pequeños necesitan que les repitan las cosas cientos de veces. Los niños con menos de 2 años, tienen dificultad para internalizar sus órdenes. Muchos niños de tres años, comienzan a internalizar órdenes, de forma que lo que usted les dice comienza a calar. Repita cada vez menos veces a medida que su hijo crece. Los preadolescentes contemplan la repetición como una queja.

19-.DEJE QUE SU HIJO COMPLETE EL PENSAMIENTO: en lugar de decir: no dejes ese barullo amontonado. Diga: M., piensa donde quieres guardar tus cosas de jugar al futbol. Dejar que el niño complete los espacios en blanco es más fácil que sea una lección duradera.

20 -.USE NORMAS RIMADAS: “para cruzar, la manita hay que dar” (esto es una aportación mía, ya que la rima inglesa, no rima en castellano)

21-. DE ALTERNATIVAS QUE GUSTEN: no puedes ir solo al parque, pero puedes jugar en el vecindario.

22-. DE NOTICIAS POR ADELANTADO: vamos a salir enseguida, vete diciendo adiós a los muñecos (o a los otros niños).

23-. ABRIR A UN NIÑO CERRADO: selecciones cuidadosamente frases que hagan abrirse a las pequeñas mentes cuando se cierran. Adhiérase a tópicos que usted sabe que su hijo le entusiasman. Haga preguntas que requieran una respuesta diferente de si y no. Pregunte cosas específicas: en lugar de “¿qué tal lo has pasado en el cole?” pregunte “¿qué es lo más divertido que has hecho hoy en el cole?”

24-. USE CUANDO TU…YO ME SIENTO…PORQUE…: cuando te alejas de mamá yo me preocupo porque podrías perderte.

25-. CIERRE LA DISCUSIÓN: si una cuestión está realmente fuera de discusión, diga no.”No cambiaré mi decisión sobre esto. Lo siento”. Ahorrará tiempo y desgaste a usted y a su hijo. Reserve su tono de voz de “aquí podemos tener un problema” para cuando lo haga.

Como se puede sentir el hijo mayor


El original

Los tres años de vida de Molly fueron perfectos. Ella era el centro de atención en un triángulo de amor perfecto: mamá, papá y niña. Tenía la atención completa de sus padres para todo, y sabía exactamente que esperar. Nunca tuvo que compartir a sus padres con nadie.

Entonces llegó a su vida un intruso, tratando de ocupar su lugar central ¡Ha nacido una estrella! La gente rodea al joven rival con "oohs" y "ahhhs" y lo colman de regalos. Molly ya no es el miembro más importante de la familia. Cuando intenta obtener atención al mismo tiempo escucha "Ahora no, tengo que atender al bebé". Cuando llega una visita, ella es pasada por alto con un "Oh, que hermoso bebé". La desilusión ante su aparente degradación se transforma en enojo con el pequeño advenedizo ¿quién la ha destronado? y se siente confundida porque todos le dicen que tiene un hermanito tan lindo.

Muchos padres en esta situación tratarán de suavizar las cosas desde la lógica del adulto. Pero antes de hacerlo, deberían considerar como se ve la situación desde los ojos de su hija: "Piensa en el lado positivo, haz ganado un compañero de juegos". (La lógica de la niña: "Tengo compañeros de juegos de sobra ¿Acaso yo pedí uno más? Y éste no puede jugar - todo lo que hace es llorar") "Mamá y papá te aman igual" ("¿Entonces porqué el bebé está siempre en sus brazos y yo no?") "Necesito estar más tiempo con tu hermanita porque los bebés necesitan mucho a su mamá, como tu cuando eras un bebé" ("Yo prefiero ser todavía bebé. Y necesitar a mamá también. Además, yo no recuerdo haber sido un bebé") "Mamá está ocupada, pero tu y papá pueden hacer algo especial" ("¿Porqué necesitan un bebé? ¿Yo no era lo suficientemente buena?") "Tu te vas a acostumbrar a ella, y ella va a ser divertida para jugar" ("Odio a esa bebé. Ella destruyó toda mi alegría. ¿Cuándo vas a devolverla mami?")

Meses después de hacerse esas ilusiones, la realidad la golpea. El bebé no fue devuelto. De hecho, está creciendo, gateando y metiéndose en todas sus preciosas posesiones antiguas. Entonces, la niña se atrinchera para defender su territorio del enemigo, que destruye sus torres de bloques y molesta a sus compañeros de juegos. La hermana mayor dedica el resto de sus años de niñez a competir por el premio familiar: la atención de sus padres.

20 TIPS TO STOP QUIBBLING SIBLINGS AND PROMOTE SIBLING HARMONY

As parents – and referees – of eight children, we have survived personality clashes, ability battles, attention tactics, and multiple mini-battles, only to conclude that sibling rivalry, like nightwaking, is one of the inevitable annoyances of having children. We also learned that the degree of sibling rivalry, and whether or not it has long-term positive or negative consequences, depends on what parents do about it. Yet, out-of-control sibling rivalry should not be considered an unavoidable consequence of having more than one child.

Our first two children, Jimmy and Bobby, were born twenty-six months apart and began the competing roles of the usual close-in-age sibs. As preschoolers they fought over toys; as middle-schoolers they competed over grades; as young teens they vied for friends. When Jim was the first to get married, bridegroom Bob commented, "No fair!" (Bob went on to father the first grandchild – at last he did something first!) Years later these rivaling sibs are now close friends and partners in pediatric practice as Dr. Jim and Dr. Bob (along with their dad, Dr. Bill). Many kids ago we realized that part of discipline is doing what we needed to do to like living with our children. High on our list was both promoting sibling harmony and discouraging sibling rivalry. Here are 20 ways that we learned to help our children be friends with each other before they learned to fight with each other.

1. Make friends before birth. Get your older child acquainted with the new baby before birth. Show her pictures of a baby growing in mommy's belly. Let her pat the baby beneath the bulge, talk to baby, and feel baby kick. Replay the older child's babyhood. Sit down with your child and page through her baby photo album. Show her what she looked like right after birth, coming home from the hospital, nursing, and having her diaper changed. By replaying the older child's baby events, she will be prepared for a replay of her brother or sister.

2. Make the older sibling feel important. Savvy visitors who themselves have survived sibling rivalry will bring along a gift for the older child when visiting the new baby. In case this doesn't happen, keep a few small gifts in reserve for the older sib when friends lavish presents and attention on the new baby. Let her be the one to unwrap the baby gifts and test the rattles. Give your child a job in the family organization. To pull the child out of the "I want to be a baby, too" belief, play up her importance to you, personally and practically. Give her a job title, such as "mommy's helper." Shortly after our fifth child, Erin, was born, we gave our four-year-old, Hayden, the job of "mother's assistant." And, we paid her to help. After a few weeks, Hayden was not only more pleasant to live with, she also picked up some housekeeping skills. One of our children liked the title of "go-fer." As Martha was nursing Stephen, she would ask three-year-old Matthew to "bring the clothes for mama," "please grab those toys," "help hold the diaper…" And she would thank Matthew for his help. When an admirer looks at your new baby and says, "My, what a wonderful baby," quickly add, "Yes, now we have two beautiful children."

3. Time share. What bothers children most is sharing you with the new baby. Since the concept of sharing is foreign to the child under three (as mom is their most important "possession"), it's unlikely that you'll be able to sell the child on the concept of sharing mother. It sounds good to say that you'll give your older child equal amounts of your time, but in practice that's unrealistic and unnecessary. New babies require a lot of maintenance, and you don't have 200 percent of yourself to give. We would wear our infant in a baby sling, which gave us two free hands to play a game with the older one. While feeding baby, we would read a book to the sibling, or just have cuddle time. Spending a lot of time sitting on the floor increases your availability to your toddler while your baby is in-arms or at breast. As baby gets older, place him in an infant seat, or on a blanket, on the floor to watch you play one-on-one with her big brother or sister. This entertains two kids with one parent. As first-time parents, we struggled with how we were going to meet the needs of a newborn and a toddler, only to realize that because our toddler got what he needed as a baby, he could handle frustration. An infant can't.

4. Stay positive. Promoting sibling harmony requires a bit of parental marketing. You may think that your older child should be thrilled to have gained a live-in friend, but children are often preoccupied with what they've lost. They're not so keen on sharing their toys, their room, and most importantly, their parents with someone else. Turn this around to help the normally egocentric child to imagine, "what's in it for me?" Use the term "special time." (You'll get a lot of marketing mileage out of the word "special.") The attention your child apparently has lost from mom, he gains from dad. Arrange a lot of one-on-one outings for your older child, such as time at the park and the ice cream store, so the child realizes that even though he's lost some time with mom, he's gets more special time with dad, grandparents, or other caregivers.

5. Begin the day in harmony. If possible, start most days with "special time" with your toddler. Sometimes starting the day with twenty minutes of intensive care—holding time—with your toddler can ward off angry feelings in the toddler toward the new baby and is a good investment in the rest of the day.

6. Raise sensitive sibs. It's hard to hate and hit a person you care about and who cares about you. I don't believe siblings are born adversaries, certainly not unless parents permit it. You can nurture patterns of life-long friendship among your children by helping them find constructive ways to be sensitive to each other. Learning to live with a sib is a child's first lesson in getting along with other children. Early in our parenting career, we realized that the parent's role in promoting sibling harmony is as a facilitator, one who doesn't do things directly for the children, but rather sets conditions that foster a compatible relationship between them. Your job is not to control how siblings relate, but rather to shape these relationships. Here are the sibling relationships we tried to facilitate:

  • Sib in charge. If your children are several years apart, give the older child some supervised responsibility for the younger one. This will motivate the older brother or sister to care, and the younger sib will sense this. Even a toddler can gently hold and pat the tiny baby under supervision.
  • Sib as comforter. When one child was hurt, we would ask one of our other children to help attend to the injury. We would give our assistant a job title: "Dr. Erin, you hold Matthew's leg while I wrap it" or "Please put the bandage on Lauren's cut." The "doctor" would most likely muster up compassion for the "patient." It's hard to hate the hand that comforts you.
  • Sib as minister. In our family, if one child was either physically or emotionally hurt, the others were encouraged to offer comfort to ease the pain. We called this practice "laying on of hands." The sib under pressure (whether it be an upcoming test, or an emotional or physical hurt) would sit in the middle of the group while the rest of us would place a hand on him and pray for his comfort in a calming way. When our seventh child, Stephen, was born, we saw very little sibling rivalry between the rest of the children. Because Stephen was born with Down Syndrome, our children soon learned – because they were taught – that Stephen had special needs and he needed a special kind of brotherly and sisterly love.
  • Sib as teacher. Encourage your child to teach a skill he is proficient at to his sibling. For example, we got our son Matthew, an avid baseball player, to show his brother Stephen how to hit and catch a ball. And now, years later, Stephen can play ball well with typical boys his age.
  • Sibs as co-workers. Assign children tasks that require cooperation and motivate them to work together: "Matthew, would you and Erin please clean up the garage? If you two hurry, we can finish soon enough to catch an afternoon movie!" If the siblings are born with clashing personalities, the adult monitor should keep a "bossy-submissive" relationship from developing.
  • Sibs as co-sleepers. Parents in our practice have told us that children who sleep together at night usually play more peacefully together during the day. That has also been our experience.
  • Sib as entertainer. If you have a born clown, capitalize on that asset and encourage the clown to entertain the other sibling, such as the older child humoring the toddler while you get something done.

7. Set limits. Sometimes you're too tired to play amateur psychologist and you just want to click into your police mode. Do it and don't worry about permanently damaging your child's psyche. Give clear messages about how you expect your kids to behave toward one another before arguments become a way of life. Offer calm verbal reminders: "That's a put-down," as one sib belittles the other. Or, issue a look that says "don't even think about it!" Head off fights at the first squabble, before they get out of hand. Be watchful for aggressor- victim roles. Your job is to protect your children, even from one another. How siblings behave toward one another is their first social lesson in how to behave in a group. In our family, we have set certain "maximum allowable limits", which are behaviors that we insist upon to like living with our children, and the children are taught to respect these. When bickering and toy squabbles have reached intolerable decibels, Martha simply announces, "That's disturbing my peace." The children have learned – because they have been taught – that this means the limits have been reached and more socially-acceptable behavior must follow.

8. Hold family meetings. Hayden was the first girl in our family after three boys. Even though we thought the teasing was good-natured, Hayden didn't always see it that way. One day when she was five, she told us, "No one in this family loves me." We held a family meeting to prick a few consciences. The boys and Hayden thereafter became better friends.

9. Humor is the best medicine. Our five-year-old, Peter, holding some strands of hair in his hands, came running to the kitchen complaining about his two-year-old sister: "Hayden pulled a bunch of my hair out." Catching Peter by surprise, Martha suggested, "Why don't you take your hair to school for show and tell." Peter thought this was such a funny idea that he forgot about the hair-puller. One day when Jim and Bob's toy squabbles exceeded our family's tolerable limits, I told them, "If you two want to fight like animals, I'll build cages for you in the backyard. I'll call one of you a cat and one of you a dog. I'll put out a little cat food for one and dog food for the other…" Veteran pet owners have long learned that even cats and dogs can be taught to live harmoniously together if the owner sets house rules and sets up the relationship as friends. Humor disarms and catches children by surprise, so that they can see how insensitive their actions are toward one another.

Humor the child into reality. "I want to be a baby, too" said four-year-old Trisha. "All right," her mother played along "You can be a baby today. What would you like to do?" "I'd like to have a bottle." She gave her a bottle of formula. "Yuck, this tastes awful!" "What would you like to play?" "I would like to ride my tricycle." "Babies can't ride tricycles." "Can I have a peanut butter and jelly sandwich?" "Babies can't eat peanut butter and jelly sandwiches. They only eat baby food." Trisha decided that she didn't want to be a baby after all, announcing: "I think I'll just go outside and ride my tricycle."

10. Foster a team spirit. We often took our children with us on family trips. They soon learned that with privileges come responsibilities, so they learned how to act in a group. The home and family is the first social relationship that kids learn. They learned how people treat people and that everyone in that group has individual rights. They developed a group sensitivity, which is an important tool for life. In fact, disciplining siblings is really giving them the tools to succeed in life. One time we took our eight children (and two grandchildren and their mothers!) with us when we chartered a sailboat in the Caribbean. In this situation, the children had to get along and work together (for safety and for sanity).

11. Promote empathy. Disciplining siblings is giving them the tools to succeed in life, and one of the most important tools that has life-long social implications is the quality of empathy. This is another way of stating the Golden Rule – "Do unto others as you would have them do unto you." Help your children learn how to get behind the eyes of another person and think first how their behavior is going to affect that other person. We want our children to think through what they're about to do. A lack of empathy is the hallmark of sociopathic relationships between adult siblings.

12. Promote gender sensitivity. We encountered this sibling challenge after Hayden, our first girl, came along after three boys. The family soon became Bob, Jim, and Pete versus Hayden. Throw different personalities and different genders together in an already busy family and you have a sibling melting pot that overflows unless parents constantly monitor the heat. Our boys went into a zero-girl-tolerance stage. Hayden, the queen of theatrics (a drama major in college), got tougher as she went through her boy-battling stage. We had to be vigilant, since we realized that Hayden's first view of males (other than Dad) was her relationship with her brothers – and visa versa. We didn't want the boys to learn that being younger and being a girl equated with being less. Years later as we watched senior class president, Hayden, command the attention of her male colleagues in student body leadership, we wondered how much of our teaching Hayden how to command the respect of her brothers influenced this same relationship with her male peers. (For inspiration see A Daughter's Letter to her Father)

13. Ignore smallies; address biggies. For smallies, such as toy squabbles, teach children to handle it themselves. Simply state the consequences and what you expect, "I'll be back in one minute. If you kids haven't learned how to share the toy or work it out, the toy goes in the garage." You can either time-out the toy or time-out the kids. You're giving them two messages: you expect them to be able to work it out themselves, but you're giving them the unequivocal consequences that if they don't, you will. Children expect parental guidance, as if wanting adults to protect them from being like, well, kids. Biggies are put-downs, or one child victimizing the other. In these situations, children need you to monitor put-downs. If you don't, you're not doing your job. By remaining silent, the victim concludes you're siding with the victimizer. Some sibling squabbles seem to be a right of passage. Children practice on each other, especially when they're bored. They feel, "We need some action here. Let's stir things up." This can lead to the older child goading the younger one, though oftentimes the younger sib becomes the pest and instigator, as if child number two has to try just a little harder.

14. Children do not have to be treated equally. While children are created equally, it's impossible to treat them that way all the time. It took us several children to discover this fact of large family life. In their desire to prevent sibling squabbles, parents strive to do everything the same way for all their children, whether it's buying pajamas or selecting a college. Children aren't the same; you don't need to behave as if they were. Make moment-by-moment decisions and don't worry about the long-term consequences if you give one child more strokes than the other one day. Shoot for a balanced week, not a balanced day. "Why did Hayden get a new pair of shoes and I didn't?" quibbled Erin. "Because hers were worn out and you got a new pair of shoes last month." Yet, we didn't let Hayden flaunt her prize in front of Erin. Children want to be treated individually, not equally.

Yet, children have an innate sense of fairness, or what they perceive as being fair. Some children are born scorekeepers. If you try to join the game, it will drive you nuts. One evening at dinner two of our score- keeping children counted the number of peas they had been served to be sure they got an equal number. After that, we let them serve themselves. If they wanted to go through this ridiculous exercise, that was their choice, but we weren't going to join in this draining game. If a treat needs to be divided, we let one child divide the treat, while the other one gets first choice. As much as you can, try to divide chores equally among children according to their ages and capabilities, yet don't beat yourself up trying to be 100 percent fair. You can't be.

Remember, you are preparing your children for life, and life does not treat people fairly and equally. "Daddy, why do I have to go to bed at 9:00 o'clock when Erin gets to stay up until 10 o'clock?" "Because you need more sleep." Children don't seem to grumble when they sense the fairness of your decisions. Explain that children get different privileges and more responsibilities as they get older. They can look forward to growing up. Sometimes group therapy solves the equal-time drama. If we gave every child in our family equal time for a story at bedtime, we'd be reading all night. The older ones soon learn that the younger ones need more nighttime parenting to get them to sleep. If they want the same, they join the family bedtime story. Oftentimes, we would have several kids around the bed to join in the three-year-old's story.

15. Every child is a favorite. It's unrealistic for parents to claim they never play favorites. Some parents' and some childrens' personalities clash; others mesh. Some children bring out the best in their parents; others push the wrong buttons. The key is to not let your children perceive this as favoritism. Better yet, make them all feel special. If your child asks you a question, "Who do you love more – me or Matthew?" give the politically correct answer – "I love you both in special ways." Give the comparison that love is like sunshine – sharing the sun doesn't mean you get less, and our love shines on our children like sunshine. Mention special qualities: "You are my firstborn, and no one else can be my firstborn child" (or second, or first daughter, etc.). Don't fall into the "who's best" trap. Children don't expect you to say who's better, they are only fishing for reassurance about how you feel about them.

16. Minimize comparisons. This is also the basis for feelings of inferiority, which encourages undesirable behavior among siblings. Praise your child for accomplishments in relation to herself and not in comparison to a sibling. Each child can feel she is special in the eyes of her parents. Children are constantly being compared. Most of their life they will be rated on their performance: grades in school, the batting order on the baseball team, races and games among themselves. The home is the only organization left that values a child for himself and not in comparison with others. So, avoid comments like, "Why can't you make good grades like your brother?"

17. Referee quarrels. When to step in as a referee and when to remain a bystander is a round-by-round judgment call. Sometimes letting children be children or giving them reminders is all that is necessary. Martha's immediate fight-stopper is "You're disturbing my peace." This works because we have already planted the idea that in crowds (our family qualifies as a crowd) one respects the peace of others. If children are in danger of hurting someone or damaging property, stop the fight. Siblings who are allowed to fight as kids are more likely to fight as adults. Above all, stop sibling abuse – either physical or emotional.

18. When in doubt, intervene. You may hear, "Oh, they'll just grow out of it!" Both experience and research has shown that without parental guidance, siblings with bad relationships are likely to grow into adults with bad relationships. The more they are allowed to fight as kids, the more likely they are to fight as adults. Being complacent and concluding that the childhood relationship will naturally grow from sour to sweet is being naïve. It doesn't. The relationship is likely to get more sour when children grow up being deprived of the brotherly and sisterly love that is the birthright of being a brother or sister.

19. Listen to both sides. Children will be both buddies and battlers. We not only need to protect growing bodies from physical abuse, which siblings usually grow out of with few or no lasting scars, but more importantly we need to protect their absorbing minds against emotional abuse —which is more likely to have life-long consequences. Sibling abuse is not to be tolerated. If danger is apparent, remember safety first and psychology second. First, separate the fighters; then instead of being drawn into the shouting match, calm everyone down and put on your home psychology hat on top of your authority hat.

Also, if you sense one child is victimizing another, call a halt. Verbal abuse qualifies as fighting. Be particularly vigilant to prevent emotional scars, which take longer to heal than the physical ones. Show them alternatives ways of handling differences, a valuable lesson for life. Listen to both sides, "He hit me," "No, he hit me first!" "I hate you!" "I hate you more!" Give your children time and space to vent their anger and frustration before beginning your "therapy."

Kids are so caught up in their own emotions that they don't hear what you're saying. Show you understand both children's viewpoints and help them hear each other by echoing their feelings, "Bob, you feel like Jim wronged you, and Jim, you feel that Bob is being unfair… This sounds like something both of you can work out. You're big boys, and I expect you to come out of this bedroom as friends." At the height of sibling bickering, our children would occasionally remark that we had too many kids. We silenced their complaints with: "Which one of you shouldn't we have had?"

20. Siblings are forever. As parents of many children we wear many hats – teacher, referee, coach, psychologist, and field-general. Yet, we wear our communications hat to help our children be life-long friends. Sometime during middle childhood (ages 6 through 10), impress upon your children what "brother" or "sister" really means. Children sense that "blood is thicker than water." Brothers and sisters are a sort of live-in support system. Here's the message we give our children: "Your brothers and sisters will ultimately be your best friends. Once your other friends have moved or drifted away, your family friends will always be there when you need them. Friends come and go; siblings are forever."

sábado, 24 de noviembre de 2007

Las raices afectivas de la inteligencia

CARLOS FRESNEDA. Corresponsal NUEVA YORK.-
Ser padres ya no es lo que era. La sociedad aséptica en la que vivimos, con esa fe ciega en la tecnología y en los «expertos», ha construido una burbuja alrededor de los recién nacidos. Los niños crecen casi siempre privados del contacto instintivo con sus progenitores: enganchados al biberón, encajonados en carritos, confinados en guarderías.


La ciencia, que tanto ha contribuido a ensanchar esas distancias, ha dado un volantazo en estos últimos años y está descubriendo los beneficios de la proximidad entre padres e hijos, rebautizada ahora como attachment parenting.


Según la psicóloga A. N. Schore, en un estudio publicado en el Australian and New Zealand Journal of Psychiatry, el «vínculo» o «apego» maternal afecta directamente a la parte derecha del cerebro, que regula todos los mecanismos relacionados con el control de las emociones y con el desarrollo de la memoria.


A. N. Shore sostiene que el trauma y el estrés en los niños, provocado muchas veces por la separación prematura, puede impedir el «desarrollo óptimo» del cerebro en esa etapa crucial que va de los cero a los tres años.
La proximidad padres-hijos, en cambio, redunda directamente en la inteligencia, en la capacidad motriz y en el equilibrio emocional.


Necesidades biológicas

La ciencia y la práctica caminan juntas desde hace algo más de una década, cuando decenas de padres aunaron fuerzas en Estados Unidos y crearon la asociación Attachment Parenting International, que está empezando a echar raíces en Europa (www.attachmentparenting.org).

El padrino de la paternidad con «vínculo» fue el psiquiatra británico John Bowlby, que formuló su teoría del apego como una «necesidad biológica», allá por los años 50. La antropóloga Margaret Mead realizó por su parte un estudio comparativo de varias tribus del mundo y demostró que las más violentas eran las que privaban a los niños del contacto físico a edad temprana.

En 1958, la doctora Marcelle Geber estudió de cerca en Uganda a 308 niños criados a la vieja usanza (amamantados a discreción, transportados en proximidad constante con la madre, compartiendo la misma cama) y los comparó con un grupo de niños europeos: alimentados en biberón, empujados en carritos, alejados de sus padres por la noche... ¿Su conclusión? Los niños africanos desarrollaban sus capacidades motrices e intelectuales con mayor precocidad durante el primer año.

Al mismo puerto llegaron la doctora Sylvia Bell y la psicóloga Mary Ainsworth, de la Universidad John Hopkins, unas de las primeras en levantar la voz contra la pediatría oficial que incitaba a las madres a no «malcriar» a los hijos cogiéndoles en brazos más de la cuenta, respondiendo automáticamente a sus llantos o dándoles de comer fuera de sus horas.


Bell y Ainsworth concluyeron que la relación armónica madre-hijo puede tener un impacto no ya sólo en el desarrollo del niño sino en su capacidad intelectual. Y las claves para esa armonía son las respuestas «sensibles» a las necesidades de los pequeños, la frecuencia de las interacciones físicas y verbales y la libertad de exploración de los niños (bajo la supervisión, que no bajo el control, del adulto).
«Los padres son siempre los mejores expertos en sus propios hijos», nos advierten a dos voces William y Martha Sears, curtidos como pediatras y padres (ocho hijos). Su libro, The Attachment Parenting Book, es desde hace dos años la Biblia de esta nueva escuela de paternidad.


«Nosotros llevábamos más de dos décadas practicando la paternidad con apego sin saber siquiera que tenía un nombre», confiesan los populares Sears & Sears. «Digamos que nos dejamos guiar por el instinto, que para nosotros fue la manera más natural de ser padres».


Los Sears nos remiten a los estudios de Marshall Klaus y John Kennell, que ya en 1976 descubrieron que para los humanos, igual que para otros mamíferos, existe un «periodo sensitivo», justo en el instante del nacimiento, en el que madres e hijos están programados para beneficiarse mutuamente del contacto.


Otro pilar del attachment parenting es cargar con los niños, en brazos o colgados, pero manteniendo lo más posible la proximidad física

Respetar a los hijos

Respetar a los hijos
Esperamos que nuestros hijos nos traten con el respeto debido y que sepan respetar a los demás. Pero ¿respetamos nosotros a nuestros hijos en la misma medida?

"Los niños pequeños tienen sentimientos pequeños"
"Los jóvenes de pocos años tienen pocos sentimientos"

Evidentemente, sorprende leer estas dos premisas. Es muy probable que al leerlas pudiera pensarse que un servidor no sabe lo que dice. Pero en cambio no es demasiado extraño que actuemos como si fuera cierto que a menor edad correspondieran menos sentimientos y menos dignidad. Y si no, preguntémonos por qué en ocasiones la manera de tratar a nuestro hijo no se corresponde con el respeto que debemos a cualquier persona adulta.

Aunque son pequeños y de corta edad, se sienten despreciados cuando les hablamos con altivez, humillados cuando les avergonzamos (a veces en público), y atropellados cuando les damos órdenes incomprensibles a sus ojos. Actuar así es la mejor manera de empezar a levantar barreras que dificultarán nuestro entendimiento con ellos. En cambio, si les tratamos con el mismo respeto que a cualquier persona, les ayudamos a sentirse tan importantes como los adultos, dignos de la misma consideración y favorecemos una comunicación fluida entre nosotros y ellos. Respetar es tratar a alguien con la debida consideración.

El respeto que les tenemos a los hijos se manifiesta en la calidad del trato que les otorgamos y en la atención que ponemos en tratar de no invadir sin permiso sus espacios de autonomía. No es lo mismo, por ejemplo:

Supongo que esta mañana no has podido dejar ordenado tu cuarto. Me gustaría que lo hicieras ahora.
¡Eres un cochino, siempre lo dejas todo de cualquier manera! Haz el favor de ordenar tu cuarto.





Las ventajas educativas de tratar a los hijos con el debido respeto son decisivas. Si nuestra relación con ellos no se basa en la consideración, se vuelve imposible llevar a cabo una acción educativa eficaz y la convivencia, a medida que se van haciendo mayores, resultará dificultosa. (Lectura recomendable: Ser padres con sensatez).

Dos grandes razones justifican la necesidad de otorgar a los hijos un trato basado en el respeto:
Los niños tienen sentimientos igual o más intensos que nosotros. A menudo nos olvidamos de ello y pensamos que no tener ni el poder ni la madurez de la edad adulta es sinónimo de no acusar lo que pasa alrededor de uno.

Cuando a Pablo, en plena fiesta de cumpleaños de un amigo, su madre empezó a limpiarle los pantalones sacudiéndole con fuerza e increpándole furiosa: "¡Qué cochino eres! !Mira como te has puesto! ¡Siempre has de ser el más desastrado!" le estaba poniendo en evidencia delante de todos y los sentimientos de Pablo fueron de vergüenza y de odio hacia su madre.


- Cuando reciben un trato considerado, reaccionan con actitudes de colaboración. Pronunciar una frase amable para pedirles alguna cosa en vez de una orden autoritaria y cargada de reproches genera en ellos sentimientos de agradecimiento que les animan a identificarse y colaborar con la persona que no manda, sino que pide, recuerda, sugiere. No es magia: al igual que los adultos, los niños responden según los estímulos que reciben, se adaptan al trato recibido.

- Cuando reciben un trato desconsiderado o irrespetuoso, acaban por asumir conductas irrespetuosas, negativas e incluso agresivas. Al sentirse maltratado, el niño no puede por menos que sentir aversión hacia aquellos que le tratan mal, que no tienen en cuenta su dignidad. Y con esos sentimientos como cojín de su voluntad, es difícil que tenga ganas de seguir las indicaciones que ha recibido. Al contrario, es probable que por despecho, tenga ganas de desobedecer.

Imaginemos por un momento que en una reunión de amigos, nuestra pareja se mancha la camisa y, en voz alta y con tono de reproche le decimos: "Eres un auténtico desastre, siempre haces igual, mira como te has puesto, da vergüenza ir contigo a cualquier sitio..." Una situación similar sería tan inaudita que el simple hecho de imaginarla nos resulta cuando menos gracioso.
En cambio, si la escena se plantea entre padres e hijo, adquiere normalidad, pierde dramatismo. Incluso veríamos con relativa normalidad el pensar en un castigo si el hijo contestara una impertinencia.
Parémonos a pensar: ¿por qué nos parece normal destinarle un trato a nuestro hijo que de ninguna manera destinaríamos a nuestra pareja? ¿No podemos deducir que realmente nos olvidamos de pensar que tiene sentimientos y reacciones que dependen en gran medida de nuestra actitud con él?


Los niños aprenden a relacionarse y a comportarse por imitación y por contagio. Cuando son pequeños aprenden a hablar en el idioma que hablan los padres y, sólo mediante enseñanzas sistemáticas insistentes, consiguen aprender otros idiomas. Aprenden imitando las palabras que oyen. Pero al aprender a hablar no sólo adquieren esta habilidad, sino que adquieren con las palabras unos contenidos, unas actitudes, unas maneras de comunicarse.

Tan importante como las habilidades que adquieren son las ideas, actitudes y sentimientos que les han rodeado y que también aprenderán por imitación y por contagio. Pensemos por un momento en lo que aprenderá un niño cuando reciba de sus padres un trato más delicado, respetuoso y considerado, cuando haya podido imitar a sus padres en su consideración, delicadeza y respeto, y cuando, las palabras que haya escuchado desde pequeño expresen ideas valiosas y sentimientos positivos... Por el contrario, ¿qué forma de relacionarse y que valores tendrá un niño cuyos padres crearon en su casa un ambiente de falta de respeto, de autoritarismo, de desconsideración...
Es posible que, después de lo antes expuesto, quede en mis palabras un eco que no se corresponde con mi intención ni con la realidad de las cosas. Las palabras, con frecuencia son equívocas y nos inducen a errores. Me gustaría puntualizar que cuando hablo de respeto, consideración y delicadeza, no quiero decir no-intervención, no quiero decir que no haya que contrariar a los hijos, no quiero decir que debamos dejarnos avasallar por sus exigencias. Sólo quiero dejar claro que amonestar, orientar, informar o exigir no es lo mismo que insultar, avasallar, maltratar o avergonzar.

-¿Araña?- pregunta un transeúnte a una señora que acariciaba dulcemente a su gato sentada en un banco del parque.
-No, es un gato- respondió ella con cara de sorpresa.

Ciertamente las palabras engañan, pero son también una preciosa herramienta para transmitirles a nuestros hijos sentimientos de aceptación y de respeto.




José María Lahoz García
Pedagogo (Orientador escolar y profesional),
Profesor de Educación Primaria y de Psicología
y Pedagogía en Secundaria

Cry for Connection: A Fresh Approach to Tantrums

Cry for Connection: A Fresh Approach to Tantrums
By Patty WipflerIssue 115 - November/December 2002
http://www.mothering.com/articles/growing_child/toddlers/tantrums.html

The man at my parenting talk is exasperated by his two-year-old son's behavior.

"First, he wants a glass of milk," he tells me. "I pour the glass and hand it to him, and he gets upset and says he doesn't want it. So I say, 'Okay, then, I'll drink the milk.' I'm trying to show him I'm flexible. But he fusses and says, 'No, don't drink it, I want it!' I offer it to him again, and he swats it away! What in the world is going on?" He adds that these episodes are increasing. What could end this cycle of contradictory wants that is spiraling out of control? What is he doing wrong? What does his son need?

This child was teetering on the edge of a tantrum, a very uncomfortable place for him and for his parents. Every child I know has moments when nothing he asks for actually helps, and when every attempt to fill his needs seems to make things worse. I offered the father a fresh perspective on tantrums that makes parenting young children much simpler, if not easier. The headline is that you can safely and serenely allow your child to have the tantrum he is heading toward. That tantrum is necessary. It's healthy, and it's healing. All you need to add is your warm attention. The tantrum you permit him to have clears a jam in his mental and emotional system so he can think well again.

Let's look at this approach in more general terms. Most of us evaluate our parenting in a very straightforward way. When our children are happy, cooperative, loving, and polite, we take pride in them and in ourselves as parents. When our children are unhappy or unreasonable, we figure that something has gone wrong, and we tend to blame ourselves or them. In short, we've been trained to think of children's upsets as "bad."

When an upset arises, we want to put an end to it as quickly as possible. Some parents try distraction or reasoning; others use intimidation and force. Whatever our methods, conventional wisdom has it that it's our job to end the upset. We require our children to tuck their upsets away and be "good" again. We don't want them to grow up to be uncivilized, and we don't want to feel or look like "bad" parents with "bad" children.

But what if, contrary to what we've grown up believing, tantrums and other expressions of feelings are actually useful? What if a tantrum is like an emotional sneeze--a natural reaction meant to clear out foreign material? Perhaps the usual struggle of parent versus child at emotional moments doesn't have to take place. Perhaps we can throw away the mental chalkboard on which every meltdown is a mark against our children or ourselves.

There are four pivotal perceptions that can help us see tantrums in a new light.

Children enjoy being easy-going, loving, cooperative, and eager to learn. Children are built to take in lots of good experiences, and to operate with joy and enthusiasm.

Children's good nature can be obscured by bad feelings. When they are sad, frightened, bored, frustrated, or embarrassed, or when they feel alone or unappreciated, their good nature becomes encrusted with bad feelings. This emotional tension pulls their behavior off track, away from trust, cooperation, and enthusiasm. When they are loaded with bad feelings, children literally can't think. Hurt feelings confine a child to unloving, fearful, or irrational behavior. A child will openly present this behavior in order to signal for help. The child who wanted milk, then didn't, then did, then didn't, was signaling as plainly as he could that his ability to think was compromised. He was asking for help with a knot of unruly feelings.

With a little help, a child who is upset or inflexible can recover his ability to reason and to be pleased. To do this, he needs a supportive adult close by, while he works through his upset.

A child cries, throws a tantrum, or sometimes trembles and struggles, to expose and offload her bad feelings. During her upset, she's doing her best to dig herself out of an irrational state. My suggestion to the father whose son was on the verge of a tantrum may seem counterintuitive, but it works. He could stop trying to solve the unsolvable glass of milk problem, move close to his son, and pay full attention to whatever happens next. His son will lead the way. Usually, when a child feels that the parent has slowed down and is interested in her rather than in solving a practical problem, the feelings rise up and spill out, just the way they're meant to. Feelings spilled are feelings resolved. Feelings spilled are not a child's permanent assessment of the quality of our parenting. The father could listen with care to the tantrum, keeping his son safe throughout, trusting that he will soon make his way back to a reasonable state of mind.

It takes courage to listen to your first tantrum from beginning to end. It's usually an emotional wringer for the parent who tries it. Like opening your eyes underwater for the first time, you may worry that you are doing damage. But the results are almost always thoroughly convincing. Your child feels heard. She sees that you've stayed with her through the worst of how she felt. Her mind clears, and life satisfies her again.

As parents gain experience staying close through their children's emotional storms, they find that the trip no longer feels quite so risky or grueling. Their child's upsets, which once seemed to point to a serious failure, now simply signal the need for a good cry, or a good tantrum. The child's system is on the fritz, no blame or shame involved, and the remedy is wet and wild, but simple.

Tantrums Are Integral to the Learning Process Tantrums arise as children's expectations become more ambitious and more detailed. Their ideas of what they want to do are grand, yet their abilities grow only through the messy process of trial and error.

You know the scenario. Your child can't make things go her way and, to her credit, won't give up trying. Eventually, she runs out of new approaches. She wants to succeed, but can't figure out how. Your well-meaning suggestions don't help, because in this emotional state she can't make use of any guidance; she must either fall apart or abandon the effort. Distracting her from the effort sometimes heads off the tantrum in the short run but doesn't help in the long run. When she returns to that learning task or that expectation (or when, five minutes later, she finds another pretext to ignite her feelings), frustration will flare again, because until a tantrum dissolves it, the frustration stays pocketed inside her, agitating to be released. Feelings of frustration are an everyday glitch in the learning process, an unavoidable result of the clash between what children expect and what turns out to be possible.

As director of an infant-toddler day care center, I saw tantrums happen for each and every child. We built very close relationships with the children. We saw all of them go through periods of time when they could meet challenges without losing their equilibrium. Inevitably, however, a time came when it seemed that any small disappointment would trigger a tantrum. We saw that children who were about to walk, children who were about to talk, and children who were moving toward closer relationships with each other were likely to have regular tantrums. Actually, we usually noticed the tantrums first, and observed carefully to figure out the leap the child was working hard to make. We adults are trained to be so dependent on verbal language that we tend to be on the slow side in reading the language of children's behavior fluently.

I remember Janna, who was beginning to say her first words. Suddenly she would scream, throw herself down on the floor, and press her cheek into the soft carpet. She crawled, crying and plowing her cheek across the floor, for five or ten minutes. I would stay close and be the bumper that kept her from hitting her head on the furniture as she worked her way noisily around the room. I would murmur that I saw how hard it was, that she was doing a good job of showing me how she felt, and I stayed ready to welcome her into my arms when her explosion was completed. Finally, she would sit peacefully on my lap, let me meet her gaze and stroke her sweaty head, and then she was ready to play. After a few weeks of many meltdowns, more words were at her disposal, and her tantrums subsided.

When he was two, my younger son had a set of tantrums that are etched in my mind. He was intently hitting a balloon toward the ceiling over and over again. I thought nothing of it until he suddenly collapsed in an active frenzy. I came closer and gave him my attention, not knowing what had happened to set him off, but knowing that once he had begun, he needed to finish, and needed me there. After five minutes or so, his mind cleared and he got up, we connected, and he went back to hitting the balloon high again. One hit, and he threw himself back down, kicking and thrashing. At that point, I realized what was going on: he thought he ought to be able to make the balloon hit the ceiling, and he couldn't! His expectation stretched beyond his ability. After another, shorter blast of frustrated energy, he finished, connected with me, and picked up the balloon to play with it again. He was finally happy with what he could do with the balloon. These "learning leap" and "expectation adjustment" tantrums are vital, integral parts of the learning process. When your child's learning curve is high, when she's hopeful and active, tantrums may be frequent; she is regaining her ability to try again when she has failed and adjusting her expectations of herself, of what she's permitted to do, and of you. She is learning by experience and blasting away the negative feelings that sometimes come with trying so hard and meeting disappointment. Tantrums are the "sneeze" that ejects the foreign material of frustration from your child's mind and body, so she can be proud of her abilities and her circumstances again.

Tantrums Can Lead to Work on Core Issues Some explosions that look like tantrums are directly connected to big, scary feelings that the child has internalized but not yet offloaded. They remain stored inside her, with lots of little trip wires holding them in place. When life is good and safe, and a small difficulty arises, a trip wire can jangle her with great big feelings that are appropriate to the earlier threat, but far out of proportion to the tiny pretext of the moment.

For instance, I have a niece who would panic, then explode in wild reaction whenever she found herself in a tiny space. I remember playing with her one day in the kitchen. We crawled happily together underneath a small child's table, which was where she wanted to go. We were laughing and enjoying each other. She looked up, saw how small the space was with both of us there, and her eyes grew wide. She began thrashing and screaming in an instant.

This initially looked like a tantrum, but it quickly became an attempt to work through wild feelings of panic. I held her and reassured her that she was okay, that she could get out, and I calmly got the two of us out. Once in the open, she continued to scream and writhe and cry for a long time--the feelings had been triggered, and it didn't matter much where we were. When her mother came, her emotional work intensified--Mommy meant added safety, and even bigger feelings. When she was finished, she relaxed, connected, and we played some more.

My niece had been having similar "sessions" related to being in tight places since she was six months old. Her father and mother learned to hold her close and support her during these times, guessing that she had become terrified during her birth; she'd been lodged in the birth canal for three hours before her mother could push her through. Her parents' listening helped her work through the leftover fears she carried from that experience. For a couple of years, she signaled for a long screaming, struggling session almost daily. She began life as a wary, coolly watchful baby. By the time she was three, she had become relaxed and cuddly--a total transformation of personality that our whole family witnessed with wonder. She's now a teen, an athlete, a scholar, and a fearless young woman.

Getting Comfortable in Tantrum Territory Probably the most important step you can take to handle a tantrum well is to plan for it. Generally, if your child has a tantrum every evening in his high chair, you should simply include that tantrum in your dinner plans. You can keep the oven on and put dinner back in when the tantrum begins, so it's still nice and hot when it's over. Or if sharing the fairy wand drives your daughter wild, you can decide in advance to stay close to where she and her friend are playing, ready to gently keep her from grabbing the fairy wand from her friend.

Now you've prepared yourself. When your child becomes edgy, move closer. Sometimes, the beginning part of listening to a child's tantrum involves deciding not to placate her. If your daughter has chosen a dress to wear today but starts a fuss when you try to put it on her, you could ask her what other dress she wants. If she gets upset about the second dress she chooses, you can be sure you have a child who is seeking emotional relief. All you need to do to help her recover is to stop bringing dresses. Gently say, "I think you'll have to choose one of these two you picked out." This gives her permission to begin the tantrum she needs to become reasonable again.

Here are some general guidelines for weathering the storm that follows.

1. Stay close to your child, keep him safe, but don't try to stop him. Let him move. A tantrum is full of noise and movement. Your child will become very hot and may perspire. He needs to writhe, wiggle, and throw himself around to get the frustration out of his system. You can be the safety manager, making sure that he doesn't bump into anything as he proceeds. If he bangs his head or hits himself, gently put your hand between his head and the floor, or between his hand and his body, so that he can use force without hurting himself. His struggle with unseen forces is helping him recover from the insult of not being able to make his ideas and expectations work. Let him know you're on his side by saying things like, "I know you want to play with the tin cans. They look so good. But they're too sharp." Or, "I'll stay with you. I'll help you wait for the fairy wand." Or, "No one's going to hurt you while you're in the car seat. I promise you'll get out. You'll always get out." Most tantrums are relatively short. You might expect to listen for five to 15 minutes. Once it is listened through, a tantrum clears rapidly, perhaps with some giggles and warm affection between child and listener. This transformation of your fallen-apart child into a gently reasonable person is one of the real wonders a parent can work. He will often gain a large store of patience that you'll appreciate during the following hours or days.

2. If you are in a public place, you may want to carry your child to a more sheltered spot to ride out the tantrum. Children often pick public places to initiate tantrums. It may be that they feel safer to explode with lots of people around, or perhaps the strain of being in an adult environment finally overloads their tolerance. Often, it's worth the trouble to carry your writhing child to a less public spot, so you feel freer to handle things thoughtfully. If you have no car nearby, the delivery side of the grocery store, the less crowded underwear and socks section of the department store, or the front steps of your temple or church may have to serve as a makeshift refuge while your child works things through. Ask for help if you need it: "Would you move my grocery cart to one side? I'll be back in a few minutes." If you can manage it, a touch of humor helps: "Looks like we have technical difficulties! I do want to buy this. I'll be back when my friend here feels better." Most onlookers will be glad that you look like you know what you're doing. In fact, most have at one time or another faced the same situation you are facing. Don't worry too much about them.

3. Try to remember that your child's frustrations aren't your fault, or hers, and that this tantrum is a good and healthy event. Often, being exposed to our child's raw emotions makes us feel the raw emotions that we have shoved into cold storage over the months and years. And often, we parents seem to bring up our feelings by reflection, that is, by positing that we know how our child must feel. Actually, if we are having a feeling, the feeling is ours, and it may have only a vague resemblance to what our child is feeling. (Our children often take their deepest feelings and attach them to tiny pretexts. We often take our deepest feelings and attach them to what our children do.) To be able to feel pleased with ourselves and supportive of our children at these emotional moments, most parents need a chance to explore and express their own feelings. Talking to a good listener about how our lives are going is an excellent way to sort things out and to build the safety to have a good laugh or cry (or tantrum!) for ourselves. In my parent classes, I encourage parents to pair up in Listening Partnerships, where each parent takes a turn to talk, uninterrupted, without advice being given. Parents who have been listened to gain more confidence in their children's wisdom during emotional release "sessions," and feel less guilty when these inevitable outbursts happen, because they are experiencing the relief of a good laugh or a good cry for themselves.

Is This Approach Too Permissive? This is the big question. If I listen to tantrums, will my child ever be well behaved again? It feels like there are too many times when messy upsets arise. If we listen every time, won't life become an uproar? Aren't we reinforcing lack of control?

Supporting a child to complete a tantrum looks permissive, but it isn't. Permissiveness is ignoring misbehavior or failing to set reasonable limits on behavior. It doesn't help children when their misbehavior is ignored or when reasonable limits aren't set. Children rely on us to keep them safe and on track. This listening approach says, "Step in when your child is going off track, and gently but firmly prevent any hurting, grabbing, hoarding, throwing, destruction, withdrawal, or giving up. Go ahead and bring the limit to your child, physically stopping the behavior that's not working well. But allow the feelings while you are holding those limits." Tantrums, crying, trembling and perspiring in the release of fear, and all the loud noises that go with emotional release are not misbehavior. They are a healing process that sets your child right with herself again.

In the long run, when children are treated too permissively, their behavior can become bigger and more drastic. A child who is frightened, for instance, needs someone to stop her just as she is about to hurt someone, and let her express the feelings that underlie her aggression. Without limits, that aggression will increase. Permissiveness (and punishment, too) results in patterns of behavior that grow in depth and difficulty as the child desperately signals that she can't think and needs emotional release.

Enjoy the Progress You've Helped to Create When you first allow your child to have full tantrums, she may have quite a few, because you've opened the doors to a storehouse full of unexpressed feelings. She's been waiting for this opportunity to get free of old upsets, and she's eager to catch up with herself! Take close notice of how well your child connects with you afterward, how affectionate she's able to be, how hopeful and flexible she is directly after a good outburst. You'll see heartening signs that her mind is clearing and new abilities are being gained. You'll have gained a power every parent wishes for: when your child's experiments have failed or her expectations have been dashed, you can help her recover her pride and hope.

Doesn't Allowing a Tantrum Destroy a Child's Trust in You? We parents are devoted to building and keeping close emotional ties with our children so they will have the foundation of trust and support that they need to thrive. It makes sense, in fact, to center our parenting around building and rebuilding that closeness. But closeness doesn't protect children from all the frustrations or fears that accumulate in the course of a day. And closeness, by itself, isn't a complete antidote to the assorted fears and frustrations children acquire. If it were, our beloved children wouldn't be coming up with frustrations and upsets as often as they do!

When we dread the times our children tantrum and cry, it is often because most of us were left alone or actively attacked for showing our feelings openly. Our memories of emotional moments are not ones of gentle support and acceptance. If we were very lucky as children, there may have been times when someone patiently listened while we felt pure frustration, but this is a culturally rare event. So we can't help having fears about supporting our children while they express their feelings.

Those fears are tied to our own experience, not to the experience of our children, who visibly benefit from the listening we do if we can remain with them through the whole emotional ride. In fact, when your child is falling apart emotionally, it's actually a highly effective time to strengthen the attachment between you. He won't look like he hears the love and acceptance you offer--he'll be very busy with his work--but every word you say and every loving tone in your voice and touch will seep in. He'll see that you'll stay with him no matter what. This is the best reassurance a parent can offer.

For additional information about tantrums, see the following articles in past issues of Mothering: "Parenting Without Punishing," no. 88 and "The Disadvantages of Time-Out," no. 65.

Patty Wipfler, the mother of two grown sons, is the director of the Parents Leadership Institute (www.parentleaders.org) in Palo Alto, California, which she founded in 1989 to help parents develop listening, parenting, and leadership skills. She has written 12 booklets on listening, parent-to-parent and parent-to-child, and leads Re-Evaluation Counseling weekend workshops for families in the US and abroad.

Prendre's amb calma les rebequeries

Prendre's amb calma les rebequeries Miquel Àngel Alabart

Que el que demanem i el que se'ns dóna no són coses necessàriament coincidents és un fet que la vida s'encarregarà de recordar-nos durant tots els dies en què aquesta duri. Però és de ben petits que comencem a prendre'n consciència


Una criatura, cap a l'any i mig de vida, és a dir quan comença a formar-se una certa idea de si mateixa, comença a posar a prova els límits del seu jo (format bàsicament de desitjos) i la resta del món. Això, lògicament, xoca sovint amb aquesta resta del món, que en un principi es compon, en aquest ordre o no, de mares, pares, germans, altres nens i nenes, sorra del parc, gronxadors, llaminadures i altres objectes de desig que no sempre accepten ser desitjats. "Jo vull això que depèn de tu, però tu no m'ho dónes". I així, la intrèpida criatura descobreix la frustració. La combinació de frustració, hormones, nervis, entorn i altres factors fa que, en determinats moments, aquesta frustració esclati en forma de rebequeria.

No creiem necessari descriure amb pèls i senyals una rebequeria. Podem resumir-ho dient que es tracta d'una explosió nerviosa amb abundosos sotracs i altres moviments més o menys violents, crits i, en determinat nivell i segons el caràcter, cops cap a algú, insults i potser llançament més o menys afortunat d'objectes. I que tot això és especialment freqüent entre els 18 mesos i els 4 anys, si fa no fa. I que acostuma a venir a continuació que la criatureta ha fet una demanda que els seus adults de referència no volen o no poden satisfer.

Diguem-ho d'entrada: aquestes reaccions irades davant la frustració (de vegades, una frustració tan petita que més aviat sembla una excusa per a reaccionar) és el més normal del món, i podem veure fins i tot persones de 30 anys fent coses semblants. La diferència està en la freqüència i, en principi, en el contingut de la rebequeria (se suposa que la major part de gent adulta sap controlar el que fa quan està enfadada...). Per dir-ho una mica tècnicament, la rebequeria és una conducta que acostumen a tenir els nens petits i que es dóna com a reacció a un estat emocional de ràbia o frustració.

L’estrès no hi ajudaPerò què fa que aquests sentiments afectin tant, en un moment donat, les criatures, sobretot en aquestes edats? Tot depèn, com sempre, de si les necessitats bàsiques estan cobertes o no. No és el mateix frustrar una necessitat real que frustrar un desig impossible o no recomanable de satisfer. I és més, és fàcil que la demanda que expressa ("jo volia la jaqueta groga!") sigui la forma que agafa una altra demanda ("necessito sortir a prendre l'aire!"). Segurament, si intentem estar connectats amb les nostres criatures, sabrem comprendre, davant una rebequeria, què li deu estar passant, què necessita realment. En tot cas, tenir les necessitats satisfetes ajuda a prevenir les rebequeries, senzillament perquè l’infant estarà menys estressat.

Així doncs, d'entrada, si creiem que la nostra criatura fa massa rebequeries, potser hauríem de mirar primer si podem reduir factors d’estrès en les nostres vides. De totes maneres, les rebequeries no desapareixeran només per això. Aquestes també tenen la funció de descarregar la tensió que provoca la frustració davant situacions quotidianes insatisfactòries. Com dèiem, hi ha tot un aprenentatge a fer sobre com la realitat no sempre es correspon amb els nostres desitjos, i cal passar per aquesta fase per poder créixer. L'únic que podem fer, en tot cas, és acompanyar els nostres fills en aquest camí.

Acompanyar la criaturaQue la rebequeria sigui normal no vol dir que a nosaltres no ens costi acceptar-la. Els pares també anem força estressats, i a més tenim tendència a pensar que les criatures raonen de la mateixa manera que nosaltres, encara que no tinguin més de 4 anys. Creiem que haurien d'entendre que hi ha coses que, senzillament, no poden ser. Però com hem vist, no és així. Quan un nen de 3 anys està cridant i protestant perquè no li hem comprat aquella llaminadura tan de-sitjada (o pitjor encara, perquè no ens sembla adequat que es vulgui endur 10 paquets de galetes del súper, o que es vulgui quedar dins el metro quan ja hem de baixar...), no espera un argument, ni tampoc vol calmar-se: això és el que volem nosaltres! Però com que no es calma, ni amb els arguments ni amb res, el més probable és que fem mans i mànigues, des d'amenaçar a cedir, perquè aturi el "numeret" (que acostuma a ser enmig del carrer, de l'autobús, d'una botiga), amb la qual cosa segurament ens tensarem més i no ajudarem gaire que es destensin.

El resultat és que el nen comprova astorat que la seva rebequeria, en principi espontània i gairebé només una reacció física, pot tenir algun efecte, ja sigui perquè provoca atenció i emoció en l'adult, ja sigui perquè aconsegueix el que demanava. Així que moltes criatures aprenen en aquesta edat que, en un moment donat, una bona rebequeria pot tenir efectes interessants.
Abans d'arribar a aquest embolic, creiem que val la pena tornar enrere i veure què li passa a la criatura. Aquesta fa demandes, de vegades no realitzables tot i que no ho entén, i de vegades segurament les fa sabent que no són realitzables (com aquella nena que volia quedar-se a dormir al carrer). Depenent del seu estat d’ànim, de l'acumulació de frustracions i estrès i de les necessitats del moment (son, gana, atenció... i fins i tot necessitat de plorar i cridar), és possible que de cop esclati en una sorollosa rebequeria. Què necessita? Abans que res, necessita sentir que aquella barreja d'emocions és vàlida, que no ho censurem, que l'acompanyem.

Quan parlem d’acompanyar la criatura ens referim a mostrar-li que l'estimem, que estem allà, respectant el seu procés, sense intervenir-hi però sense abandonar-la. Això es pot fer quedant-nos al seu costat, observant amb calma el seu comportament, i potser descrivint-lo ("estàs cridant molt, sembla que tens ganes de pegar- me..."). També podem provar de posar nom als seus sentiments, descrivint el que ha passat ("volies el caramel i la mare no te l'ha comprat, oi? I t'has enfadat molt") o fins i tot mirant d'endevinar més enllà ("deus estar molt cansada" o bé "em sembla que tens ganes que estigui per tu"). En el primer moment segurament no vol contacte físic, però estiguem atents per quan aquest sigui possible, ja que una abraçada li farà saber que seguim estimant-lo, i a més, servirà de contenció.

Mantenir la calmaCal dir que bona part de les rebequeries tenen lloc en el "pitjor moment". Per què? Doncs segurament perquè també és el pitjor moment per a la criatura. Si tu vas estressat, el teu fill també, i la rebequeria té molts punts per aparèixer, fins i tot per les raons menys previsibles. A més, potser el nostre estrès fa que estiguem desatenent les seves necessitats, i tard o d'hora en les farà saber. Tot això pot explicar també per què ens costa afrontar una rebequeria: perquè és just el que menys estem disposats a fer en aquell precís moment!

Però també hi ha una altra raó per què no suportem les rebequeries: la pressió social. Una criatura fent una rebequeria enmig del metro crida, certament, l'atenció. No tots els pares i mares estem disposats a suportar cent mirades que, als nostres ulls, poden estar dient des de "quina mare amb més poca autoritat" o "segur que té gana i aquest pare no se n’adona" fins a "que el faci callar com sigui!". És clar que, en realitat, el que passa és que ens enfrontem nosaltres a la contradicció entre els nostres instints i el que ens han inculcat des de petits sobre el plor, la bona educació, les emocions, l'autoritat... Cal entendre, però, que davant la seva sobredosi d'adrenalina i altres hormones, el que la criatura espera trobar és, sobretot, seguretat, contenció i amor incondicional. Per tant, intentem mantenir la serenitat i pensar que, si no hem acostumat els nens a reaccions extremes, la rebequeria és tan espontània com la gana: d'entrada no ens estant intentant manipular, senzillament s'expressen. Davant la tria entre "els espectadors" de la rebequeria, que "exigeixen" una resposta, o la teva criatura, que en necessita una altra, amb qui et quedes?

Entendre tot això ens pot ajudar a estar més sencers davant les rebequeries de les criatures, ajudar-les i, un cop passada la rebequeria, mostrar-los una altra manera de canalitzar les emocions. Podem ensenyar-los maneres de fer-ho, com ara que la teva filla digui "estic molt enfadada amb tu!" en lloc de donar-te un cop o senzillament posar nom a la veritable necessitat del moment: "em sembla que tens molta son". I també explicar-los, si és possible, com davant una frustració pot haver-hi elements "d'esperança": "ara no comprem els llamins perquè ja has menjat un caramel abans, però recorda't que per sopar farem macedònia". És clar que no és la llaminadura que ell volia, però és que així és la vida: sovint no és com esperàvem, però pot ser igualment sorprenent i al final potser acabem rient. Si de tant en tant ens ho recordem nosaltres mateixos i ho transmetem als nostres fills "per contagi", no deixa de ser una sana lliçó de vida... que s'acaba aprenent després de moltes rebequeries.
Punts importants:

La combinació de frustració, hormones, nervis, entorn... fa que, en determinats moments, aquesta frustració esclati en forma de rebequeria, més freqüent entre els 18 mesos i els 4 anys
Una rebequeria és una explosió nerviosa amb abundosos sotracs i altres moviments violents, crits i, en ocasions, cops cap a algú, insults i potser llançament d'objectes.

Tenir les necessitats satisfetes ajuda a prevenir les rebequeries, perquè la nena o el nen estaran menys estressats.

L’infant necessita sentir queaquella barreja d'emocions és vàlida, que no ho censurem, que l'acompanyem.

L'estrès i les rebequeriesL'estrès infantil és un dels factors principals que s'associen a la freqüència i intensitat de les rebequeries, ja que precisament aquestes són descàrregues d'energia i toxines acumulades. Quan diem estrès parlem de tot allò que obliga a la criatura a fer un sobreesforç per adaptar-se a situacions que no corresponen amb les seves necessitats.

Evidentment, són coses estressants les presses, els horaris llargs i apretats d'escoles i pares, l'abús de desplaçaments o la falta de temps per al joc lliure, però també coses menys evidents com l'excés de televisió, els espais poc adequats, problemes familiars, canvi freqüent de persones de referència, absència dels pares... És a dir, que si la teva filla o fill està gaire estressat...benvinguda la rebequeria! Pot ser la millor manera de desintoxicar-se de tanta tensió!

Algunes pistes davant una rebequeriaPlanteja't per un moment si la seva demanda és completament irrealitzable. De vegades estalviar-se un conflicte val la pena, no cal posar-se tan tossuts com ells! Si estàs segur/a que no pots cedir, aquestes són algunes coses que pots provar:

• Intentar mantenir la calma. És molt millor per a tots dos. (Hem dit "intenta", ningú no és perfecte).

• Intentar observar la criatura posant-te a la seva alçada sense dir- li res i esperant amb paciència que li passi (ídem).

• Evidentment, evitar el mal físic que es pugui fer o pugui fer a altres, si creus que aquest pot ser important.

• Quan es comenci a calmar, dir-li fluixet paraules que li facin adonar que l'entens ("estàs molt enfadat, oi?", "volies tal cosa...").

• Quan es deixi, fer-li una abraçada: la necessiteu tots dos.

• Proposar-li alguna alternativa: després de la catarsi, necessita aferrar-se a algun èxit!

• Si no pots fer res del que hem dit, pensar: "no passa res, no seré la primera mare o pare que perd els estreps davant una rebequeria ". I provar sort la propera vegada!

• I recorda: a més estrés, més freqüents i més surrealistes són les rebequeries. Mira a veure per on pots reduir-lo. I si viviu en un balneari... bé, en educació no hi ha regles exactes.

Si fa moltes rebequeries potser hauràs de triar en quines coses cediràs i en quines no. Posar-se inflexible sempre pot acabar creant una relació massa conflictiva. Si tot i així en fa moltes o ja no té edat per fer-ne tantes, potser val la pena consultar un professional.