Este verano estoy devorando un libro detrás de otro, casi sin tregua. Los voy anotando en el apartado de lecturas veraniegas, sin hacer el más mínimo comentario sobre ellos. Hoy va a ser la excepción.
Hay veces que me entran ganas de irme a un lugar remoto, ser autosuficiente y vivir en un entorno bucólico. Bueno, la eterna idea de los que vivimos en ciudades enormes cuando ésta nos abruma. Este verano, en la aldea en la que estuvimos en Asturias estaba como pez en el agua, pero claro, era consciente de que sólo estaba de vacaciones. Leyendo el libro te das cuenta de que no todo es tan fácil como decir, me voy a vivir al campo, pero que a base de esfuerzo, puede ser una experiencia muy enriquecedora (aunque también he visto que va a ser que me quedo en un término medio, ni Madrid, ni en mitad de la nada)
Lo primero que me llamó la atención del libro fue ver que el autor fue batería en el primer disco de Génesis y que ya de entrada parece un tipo curioso. En este libro (y más tarde en el loro parlanchín) cuenta la historia de la vida en la Alpujarra, desde el punto de vista de un inglés. Me ha gustado mucho cómo describe sus andanzas para construir un puente, por ejemplo, o cómo el rebaño se queda a pasar irremediablemente la noche en los riscos. La forma de narrar es muy sencilla, como a mí me gusta, salpicada constantemente por ese humor inglés que te puede hacer o no gracia (a mí sí me la hace, creo que yo fui inglesa en otra vida). La historia es eso, simplemente su vida en la Alpujarra, cómo fueron creando su hogar en ese recóndito lugar al que me han entrado muchas ganas de ir y visitar a Chris Stewart (y más, una vez he visto su casa en youtube).
Creo que es un buen libro para el verano, refrescante (sólo hay que ver la portada), que te hace sentir bien mientras lo lees.