Este fin de semana hemos vuelto a la montaña, a la zona de los Asientos, en Segovia. Nos encanta pasear río arriba y abajo recogiendo moras (o palos, o piedras... el caso es remojarse). Aún es pronto, pero ya había muchas maduras y jugosas. Así que caminamos, nos bañamos, nos pusimos morados de moras (nunca mejor dicho) y finalmente quedó un bol de 250 gr. Viendo, como suele pasar, que mis niños se animan a comer moras recién cogidas pero que luego pierden interés en ellas (es que no hay comparación, entre ir caminando, coger frutos y comerlos o sacarlos de la nevera, mucho más divertido lo primero), he hecho, por primera vez en mi vida, mermelada.
Yo no soy muy fan de la mermelada (para la foto he puesto muuucha más cantidad de la que suelo ponerme, para que se viera bien, jeje), pero reconozco que está rica. Además, que me ha sorprendido lo sencillo que es hacerla con la panificadora.
Básicamente, echar las frutas chafadas, el azúcar y media manzana (no tenía pectina para espesar, ni falta que ha hecho). Programa de mermeladas, y en una hora, lista. Supongo que se puede colar, para que no haya pepitas y tal, o hacer alguna receta más sofisticada, pero a mí ya me está bien tal y como está. Un manjar.
El día, por cierto, dio mucho de sí, visita a Segovia incluida, pero esa será otra historia...