sábado, 26 de abril de 2008

No hay recetas



A raíz de este artículo colgado en cuatro en la cama, llevo unos días hablando con una amiga de lo que para nosotras significa todo esto de la crianza con apego, attachment parenting, crianza natural o como se le quiera llamar. Yo no soy muy dada a las etiquetas y si crío de alguna forma es “a mi manera”. En mi opinión está muy relacionado con el respeto hacia el niño y hacia nosotros como padres. Recuerdo un texto de Elena Ferro en el que se hablaba del continente y el contenido de la crianza (por ejemplo, continente sería el equivalente a dar el pecho y contenido sería el apego, el respeto). Para mí el ideal es que haya las dos cosas. Por ejemplo, en los primeros meses, es fundamental la creación de un vínculo, que dé lugar a un apego seguro. Para ello, está claro, lo mejor es atender a las demandas que nos hace, tenerlo cerca, conocernos, generar códigos de comunicación que están basados en miradas, en gestos. Y dar el pecho. No sólo por lo buena que es la LM en sí, sino porque facilita el vínculo a través del contacto y de las sustancias que se generan al dar el pecho. Pero eso no quiere decir que madres que no han dado el pecho no puedan generar ese vínculo. Costará más, habrá que hacer un esfuerzo suplementario, pero creo que sí se puede hacer. Conozco madres que lo han pasado fatal con el pecho. Ni matronas, ni monitoras de lactancia... han buscado ayuda por todas partes y al final ha sido imposible. Emocionalmente estaban tan tocadas, tanto... que simplemente no han podido.

Para mí, la crianza va muy unida al autoconocimiento. Cuando decidí ser madre comencé un camino que me ha llevado hasta aquí de momento. Exploré dentro de mí, removí y trabajé (trabajo) mi interior, busque a la madre que soy y la dejé salir. Eliminé todo lo que considero superfluo, olvidé todo aquello que nos dicen que "los niños" (así en general) deben hacer, escuché a mi hija, la tomé como el ser vivo único que es, que desde el primer momento se comunica. La escuché a ella y me escuché a mí. Y vi que íbamos a una, nuestras necesidades fueron las mismas desde el comienzo. Pero si uno toma una guía de actuación para criar con apego y trata de aplicarla porque dicen que es lo mejor, porque está de moda o por lo que sea... pero sin interiorizar el contenido y dejarlo salir de forma personalizada, me da que, si no hay una búsqueda interior, se quedan en meras pautas estandarizadas, que muchas veces llevan al límite a la madre, especialmente si los resultados no son los que esperaba al aplicar el “método”. Si se supone que estoy haciendo lo mejor, ¿por qué mi hijo no se comporta como prometían los decálogos, los autores de todos los libros que leí? Y llega el sentimiento de haber fallado, de sentirse culpable por unas expectativas no cumplidas, olvidándonos de que nuestros hijos, precisamente por ser personas independientes a nosotras, no siempre van a actuar de la forma que nos gustaría. Así que está de más tener expectativas concretas sobre ellos. Cada madre, cada padre y cada hijo son únicos, no puede haber soluciones que sirvan para todos. Por eso creo que cada una y cada uno tiene que buscar aquello que se adecúe a sus necesidades reales.

Cuando crecen, la lactancia se acaba, cuando ya no van en mochila... cuando el continente se acaba ¿seguimos criando basándonos en el respeto? Sí, si el defender un tipo de crianza iba más allá de seguir unas pautas de actuación como otras cualquiera. Si seguimos escuchando a nuestros hijos y escuchándonos a nosotras mismas, dialogando, considerándolo un ser individual y único, capaz de autorregularse... entonces sí, podremos seguir dando contenido a la relación y disfrutar del proceso de criar y educar.




jueves, 24 de abril de 2008

De la cuna a la luna

Seguimos en nuestra particular semana del libro. Ayer estuvimos leyendo esta colección de poemas editados por kalandraka. Sin duda, los que más le gustaron fueron Luna y cocodrilo, con una diferencia aproximada de tres ó cuatro lecturas más que el resto de cuentos. Incluso por la noche los recitaba, a su manera claro.

miércoles, 23 de abril de 2008

Para Sant Jordi, rosas y libros



Cogiendo imágenes prestadas de la edu365.cat hicimos un cuento para que los amigos del cole de mi hija conozcan la leyenda de Sant Jordi.

Este es un día muy especial. A disfrutar!






martes, 22 de abril de 2008

Dos libros para tardes lluviosas


Ayer estábamos en el parque y comenzó a llover, aunque el sol no nos abandonó del todo. Aproveché para cantar plou i fa sol pero como no paraba, nos acercamos a la biblioteca, donde habíamos quedado con unas amigas. Mientras esperábamos, comenzamos a leer libros. Dos de los que vinieron a nuestras manos fueron:

 El hombrecillo de la lluvia , de Gianni Rodari, publicado por Alfagurara.

Cuenta la historia del hombrecillo que se encarga de abrir y cerrar los grifos que hay en las nubes, y que son los que hacen posible la lluvia.

Así, cuando hay inundaciones son debidas a que este personaje se ha dormido. Menos mal que los truenos le despiertan y puede arreglar los desaguisados que provoca su afición a las siestas.



Una historia Mágica
, de Milla Maghilla, editado por La coccinella. Es un día de lluvia y la madre de Lisa no la deja salir a jugar al jardín. Pinta un hada que le propone ir a buscar el sol y traerlo para que deje de llover. Ayudadas por los lápices de colores que se transforman en arcoiris, llegarán al cielo, y tras varios intentos darán con el sol. Es un libro con ventanas y sorpresas. Comencé a leerlo en voz baja para mi hija y cuando quise darme cuenta había un par de niños y una niña que se nos habían acercado y seguían muy atentos la historia.

viernes, 18 de abril de 2008

Peter Pan





Han pasado las semanas y no había subido el tercer gran tesoro encontrado en la biblioteca. Fue una edición de Peter Pan, publicada por la editorial edhasa, de gran tamaño y calidad estética. El libro viene enfundado en una caja de cartón. Al abrir el libro una se transporta al mundo de fantasía de Peter Pan sin remedio a través de los dos relatos que incluye, Peter Pan en los jardines de Kensington y Peter Pan y Wendy. Las ilustraciones son preciosas, aunque para el gusto de mi hija escaseaban. Aún así estuvo muy antenta a la lectura en voz alta. Agotamos el tiempo máximo para tenerlo en préstamo antes de acabar de leerlo, pero puedo decir que el capítulo en que Peter Pan busca (y encuentra) su sombra, fue el que más le gustó, ya que estuvimos varias noches repitiendo esta parte.






Quizás el mes que viene lo vuelva a coger. En mi última visita a la biblioteca de la Comunidad descubrí que tenían libros en catalán y volvimos a casa cargadas con ellos. No son nada del otro mundo, pero al menos seguimos practicando. También cogí el libro Educar para Ser de Rebeca Wild, que seguro será objeto de alguna entrada a medida que vaya avanzando y algún que otro libro de Patricia Highsmith (la serie de Ripley me transporta también a un mundo de fantasía, la verdad, pero me gusta seguir los asesinatos de este psicópata).

Por otro lado, esta semana hemos estado en la biblioteca municipal y me acordé mucho de la gallina que visita este blog, por un cuento sobre gallinas y pollitos publicado por una editorial gallega que últimamente está llamando mucho mi atención, oqo.


domingo, 13 de abril de 2008

MANEJO DE LA IRA


Creo que sobre este tema ya he puesto varias cosas. Está en criandocreando. Cuesta encontrar cosas que hablen sobre el amplio abanico de sentimientos de las madres, más allá de la felicidad más absoluta o la ira. La autora se llama Elizabeth Bruce.


La imagen es de Aitana Bernabé
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Es un pequeño y sucio secreto. Las buenas madres se enojan. Algunas veces llegan a enojarse muchísimo. Las amas de casa se enojan, las mamas que trabajan se enojan, todas las mamas lo hacen. Te lo digo yo. Soy madre de 4 niños pequeños, dos de ellos con mucho carácter (spirited)*, es por eso que se una o dos cosas sobre enfadarse. Los niños serán niños, se meten en problemas, pelean, descomponen cosas y discuten contigo.

Como adulto, frecuentemente es difícil comprender a niños con comportamiento irracional, destructivo, desordenado y escandaloso.

Enojarte no significa que no ames profundamente a tus hijos. De hecho, es verdaderamente lo opuesto. Si no nos importara, nunca nos enojaríamos. El enojo es una reacción natural de cuando llegan a tu límite. Hasta el respetable Dr.Spock admitió haber gritado "Cállate!!" a su bebe cuando no dejaba de llorar a media noche. Entonces, porque nos da tanta vergüenza de admitir que compartimos una emoción tan humana?

Desafortunadamente, como madres nos ponemos estándares tan altos e imposibles para nosotras mismas. De hecho, es ilusorio esperar que pasemos las horas del dia con niñios y nunca nos enojaremos. Asi que lo importante, es como elegimos manejar el enojo.

Aqui hay algunos tips de ayuda que he aprendido en mis once años como un muy imperfecto padre de familia.

EVITA TUS ' DISPARADORES'

Así como en mucha de la disciplina moderna incluye que mantengas a tu hijo fuera de situaciones que lo molesten, igualmente el manejo del enojo conlleva mantenerte fuera de situaciones potencialmente explosivas. Si sabes que perderás la calma cada vez que tu hijo invita a cierto amiguito a la casa; en su lugar, invita a un amiguito mas tranquilo.

Si sabes que dos de tus hijos siempre pelean en el carro, siéntalos lo más alejados posible y quizás hasta podrías ofrecerles alguna distracción. Actividades que se suponen que son para los niños ( x ejemplo. piano, futbol, beisbol) pueden ser una distracción o pasatiempo para toda la familia. Si llevar a tu hijo a cierta actividad es abrumador, trata de encontrar quien le de un aventón del mismo grupo o simplemente dejen de ir a la actividad por unos seis meses o un año. Algunas veces es mejor alejarse de una actividad que tener que estarle gritando a los hijos cada semana en el camino.

Recuerda, los niños necesitan tiempo para desenvolverse con juegos nuevos y sin estructura mas de lo que necesitarían con las actividades diarias y bien conocidas.

Recientemente deje de llevar a mi Hijo de 3 años a cierta panadería, porque la tienda de junto tenia libros de 'Tomas-El Tren' en el aparador. Mi Hijo hacia un berrinche cada vez que pasábamos por ahí, entonces ahora voy sola mientras el esta en sus clases. Se de otras mamas con niños pequeños que hacen todas sus compras del supermercado por las noches o los sábados, para evitarse tener que llevar a los niños a la tienda. Tu conoces tus propios 'disparadores'- solo evítalos llevando a los niños hasta que tengan mas edad.

La prevención puede llevarte a salvaguardar tu salud mental.

NO SUFRAS POR COSAS PEQUEÑAS

Toma este sabio consejo de la abuela de mi Esposo, que tenia 94 años. Su actitud era, "Si para cuando cumpla 30 años, todavía no va al baño solo, deja que su esposa sea la que se preocupe por eso". Escúchalo bien!. Y lo mismo va para el destete, el mojar la cama y otros comportamientos de inmadurez que el niño tendrá que pasar algún día.

Aunque la situación es frustrante, trata de recordar que El no lo esta haciendo a propósito para molestarte; solamente no esta listo para crecer. Es mejor, cambiar las sabanas, amamantar al niño que camina o hacer lo que sea, para mantener la paz.

Obviamente, ciertas acciones siempre requieren de una acción veloz, como correr hacia la calle o lastimar a otro niño. El enojo en estas situaciones es normal, natural y probablemente ayude al niño a que entienda la gravedad de sus acciones. En contraste, realmente quieres estar haciendo corajes cada vez que tu niño no se decide que ropa se va a poner?. Encarémoslo, la mayoría de las cosas con los niños, son cosas pequeñas.

Antes de perder la cordura, pregúntate a ti mismo si es algo que podrías solamente ignorar. Una vez que el niño deja de recibir atención negativa, podría dejar de comportarse de manera molesta.

PIENSA COMO LO HARIA UN MAESTRO

Los buenos maestros, saben que la ira no es una manera efectiva de manejar la conducta de los niños. El mejor de los maestros tiene una gran confianza en si mismo y dice. "Yo estoy en control". Los niños saben claramente las consecuencias por no comportarse como esta estructurado, lo que hace que los niños tiendan actuar mejor. Los niños encuentran los límites como algo tranquilizante, lo que es una razón porque los maestros tienen menos problemas de disciplina que los que tiene un padre promedio.

Con seguridad, un maestro no tienen el apego emocional con el niño, como lo tienes Tu. Esto también esta a favor del maestro. Así como en el salón de clases, es una buena idea tener en casa algunas reglas que no son negociables. Tu como padre de familia, puedes decidir cuales serán estas, pero también es una buena idea que la lista sea corta. Cuantas menos cosas hay por discutir, será mejor.

DIVORCIATE EMOCIONAMENTE DE TUS HIJOS

Hay que admitir que este es el consejo mas difícil de seguir. Cuando los niños no se comportan, es tentador enredarte emocionalmente con sus malos comportamientos. Por ejemplo, porque Yo soy la primera hija de la familia, frecuentemente de manera irreal, tenia mas expectativas de mi hijo mas grande que de los mas pequeños. Algunas veces, tuve que recordarme a mi misma que él es solamente un niño como los otros.

Mi Hijo y Yo hemos peleado sobre cada uno de los pantalones que debe usar o que comida debe llevar en la lonchera. Hasta que un día, decidí que él estaba lo suficientemente grande para tomar sus propias decisiones acerca de que ropa usar y que comer. Sorpresivamente las peleas terminaron!. Ya no fue un problema, El empezó a hacer mejores decisiones. (no siempre bajo mis estándares)

Nosotros los padres de familia, tomamos los comportamientos de nuestros hijos como algo personal porque queremos de manera desesperada que triunfen en la vida. Si los dejamos "salirse con la suya", tememos que les desagraden a otras personas. Mientras esto es un temor razonable, la mayoría de los hijos bien amados actúan mejor con otros adultos a su alrededor, que cuando lo hacen con sus propios padres. Mientras ellos sepan como nos sentimos acerca de un asunto, no se harán los desentendidos cuando desobedezcan. Las pequeñas conciencias de los niños trabajan mucho, y ningún niño quiere ir en contra de los deseos de sus padres. Mientras que un niño tenga sentido del poder que tiene para ponerte en una lucha de vida o muerte, ese falso poder lo hará sentir inseguro.

El sabe que Tu y no El, debe ser el padre. Otro problema es que nosotros de manera consiente o inconsciente reaccionamos de la misma manera que nuestros padres reaccionaron a un comportamiento similar. Si nuestros propios padres se sorprendieron ante lo que creyeron era una falta de respeto, nosotros también lo hacemos. De pronto, cuanto tu Hijo te dice "no" te llenas de una rabia desmesurada. Haz un recuento de las reacciones de tus padres ante las malas conductas, así no tendrás el piloto-automático con tus propios hijos.

TOMALO CON SENTIDO DEL HUMOR

Compartimos la cama con nuestros dos hijos mas pequeños, lo que lleva a ciertas cosas absurdas propias a la situación, como por ejemplo tratar de dormir en unos centímetros de colchón. El invierno pasado, una noche mi hija vomito encima de nosotros en plena media noche. El virus ya se había estado en los niños mayores, así que ya habíamos estado lavando ropa y limpiando alfombras todo ese día. Estábamos cansados, pero nos arrastramos para salirnos de la cama y cambiar todas las sabanas, le dimos un baño a mi hija y nos felicitamos a nosotros mismos del hecho de que nuestro hijo de 2 años aun dormía profundamente aun cuando lo habíamos movido, etc. Tan pronto como volvimos a apagar la luz y los cuatro nos habíamos acurrucado de regreso en nuestra cama limpia, el niño tiro un vomito espectacular. Había comido hot-dogs de cena. Mi esposo y yo nos miramos uno al otro y empezamos a carcajearnos hasta llorar. Tengo un agradable recuerdo de aquella olorosa escena porque mi él y yo fuimos capaces de mantener nuestro sentido del humor. El enojo, aunque hubiera sido una reacción entendible, no hubiera cambiado el hecho de que se tenían que limpiar. Estoy segura que si tienes niños pequeños, hay un buen numero de cosas por hacer en la casa. Solo imagina que fue tu amiga la que se trago el cordón del zapato con la aspirador. Entonces le podrás ver el sentido del humor a la situación.

PIDE AYUDA

No tiene nada de vergonzoso pedir ayuda cuando la necesitas. Mejor aun, pídela antes de que la necesites. Vivimos en una sociedad artificialmente autónoma, donde las madres están casi solas en la responsabilidad del cuidado de los niños pequeños.

Históricamente las sociedades humanas tienen por entendido que las madres necesitan ayuda y mucha!. Si estas abandonada en una ciudad nueva sin amigas o familiares cerca, encuentra a otras madres para que formen un grupo donde se cuiden los niños mutuamente. Todas las mamas necesitan ayuda, entonces no será difícil encontrarlas. Puedes conocer madres en cualquier lugar donde se congreguen padres de familia- escuelas, iglesias, clases de natación. Localízalas y te sentirás agradecida por ello.

TOMATE TIEMPO PARA TI MISMA

El enojo es de hecho, una pista de ayuda de que nos sentimos usados y/con resentimientos una reacción natural por dar el 100% de nosotros mismos hacia los demás.

Las madres necesitamos de compañía adulta, abrigo y tiempo a solas. En algunas ocasiones hasta necesitamos ir al baño con la puerta cerrada!. Hay una vieja analogía con una cuenta bancaria, en la cual debes hacer depósitos para poder hace retiros. Una vez que tu cuenta bancaria esta sobregirada, es demasiado tarde. El mejor tiempo para hacer tus propias cosas es antes de que explotes. En lugar de limpiar mientras el bebe duerme, llama a una amiga o tomate una taza de te. Asígnate un tiempo cada día para hacer ejercicio, estirarte o meditar. Cualquier actividad que te relaje te ayudara a ser mejor padre de familia, lo que es bueno para todos.

PERDONATE A TI MISMA

La próxima vez que pierdas la cordura, da un paso atrás. Imagina a una buena amiga confesándote tus acciones. No serias empática en lugar de juzgar?. Trata de tener la misma compasión para ti misma así como lo harías para tu amiga. Como madre, estas haciendo lo mejor que puedes, No, no eres perfecta y nunca lo serás. Recuerda, mañana será otro día. Si te ayuda pide disculpas a tus hijos después de que hayas perdido la cordura. Estarás dándoles un buen ejemplo a seguir.

El enojo es una emoción humana que ocurre de manera natural y por eso, no es ni buena, ni mala, solo es lo que es. Uno de los mejores regalos que podemos darle a nuestros hijos es mostrarles maneras constructivas de manejar la ira. Entonces algún día podrás felicitarte por la grandiosa manera en que tus nietos han sido criados.

Elizabeth Bruce, es educadora de partos certificada con BirthWorks y madre de 4 hijos. Vive en Lortan,Va. y tambien es autora del libro " Como pasar por un parto y salir entera!".



* El termino "spirited" estoy casi segura que viene del libro "Raising Your Spirited Child" por eso no lo traduje. Es un término muy particular que no tiene traducción literal, pero es como si dijeras que es un niño criado con apego. Por cierto, me han recomendado mucho el libro, en el grupo local de API en el que estoy. (Nota de traducción)


TIPS PARA UN BUEN MANEJO DE LA IRA

NO uses sarcasmo o critiques a tu niño.
SI expresa el sentimiento de enojo, honestamente en una manera respetuosa.

NO contengas tu enojo, hasta que vayas a explotar.
SI expresa tu enojo, tan pronto como lo estés sintiendo.

NO te avergüences de tu enojo o de el enojo de tu niño.
SI acepta el enojo como una parte natural de la vida, como comer, ser feliz.

NO te sientas culpable de ser humano.
SI perdona y olvida, cuando todo haya terminado.

NO enseñes a tu niño, a guardar sus sentimientos.
SI se, un modelo saludable, en ventilar TODOS los sentimientos.

Recuerda: siempre que no abuses, el enojo muestra que te preocupas. Tu niño se sentirá, seguro, si le enseñas un sentimiento genuino, en vez de reprimir tus emociones.

Traducción: Alicia González y Natalia Eckmann

Redes de mujeres

Hace unos días, hablaba con una gran amiga que vive al otro lado del Atlántico, de la red de madres en la que las dos estamos inmersas. Yo quería escribir algo para la revista del cole de mi hija, porque me parece que el tener una red, una comunidad de iguales en la que apoyarte es muy importante. Parece que los padres de hoy en día vivimos muy pendientes de lo que opinen los profesionales (pediatras, psicólogos infantiles, educadores,...) y nos hemos olvidado de mirar dentro de nosotras, de escuchar a nuestros hijos como personas individuales, de aprender de las experiencias de los demás y ser el soporte de otras madres y padres más allá de los corsés que puede poner la opinión de un experto.

En general, vivimos en ciudades grandes, donde reinan las prisas, y es complicado tener un grupo de apoyo con el que te identifiques y crezcas como persona. Supongo, que esa circunstancia, unida al desarrollo de las tecnologías, ha hecho que crezcan como la espuma las comunidades virtuales. En internet existen foros de cualquier cosa que se nos pueda pasar por la cabeza, así que no es de extrañar que haya madres haciendo piña a través de la pantalla del pc. Muchas hemos encontrado compañía y una forma parecida de vivir la maternidad. Vamos aprendiendo unas de otras y nos ayudamos a conectar con nuestro interior, para que florezca lo mejor de nosotras mismas como madres, como mujeres.


Este texto de Laura Gutman viene a hablar, en parte, de lo que yo quería comentar en ese escrito ficticio que no sé si algún día verá la luz en el periódico del cole de mi hija. Lo he visto en okemakus
La imagen es de Samuel Ribeyron
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No me cabe ninguna duda que los seres humanos estamos diseñados para vivir en comunidad. En cambio la modalidad que impera en las grandes ciudades modernas, da prioridad a las familias nucleares, prefiriendo aún más a las familias constituidas por una sola persona. Este sistema suele generar buenos frutos económicos, al menos para unos pocos.

Por otra parte, la mayoría de las mujeres modernas hemos elegido terminar una carrera universitaria o lograr un buen puesto de trabajo, en lugar de tener una vida semejante a la de nuestras madres y abuelas.

Pero cuando –casualmente y contra todos los pronósticos- nace un niño, la soledad y el desconcierto para las madres es moneda corriente. Porque no hay comunidad que nos avale, nos sostenga, nos ampare, nos transmita sabiduría interior, o satisfaga cualquier necesidad, física o emocional.

Muchas de nosotras pretendemos atravesar la maternidad utilizando los mismos parámetros con los que estudiamos, trabajamos, tomamos decisiones, luchamos, nos hacemos valer, generamos dinero, elaboramos pensamientos o practicamos deportes. Confiamos en que la maternidad no podría ser más compleja que lidiar con cincuenta empleados a cargo todos los días. Sin embargo...solemos comprobar que se trata de otro nivel de complejidad.

La mayor dificultad consiste en “dejar el mundo real” para “ingresar en el mundo onírico” de la fusión mamá-bebé, y aunque cada una de nosotras reacciona en forma diferente durante el puerperio, sólo en la medida en que estemos bien sostenidas, estaremos en condiciones de sostener al bebé.

Hoy no tenemos aldea, ni comunidad ni tribu ni vecindad en muchos casos. A veces tampoco familia extendida. Pues bien, necesitamos crear apoyos modernos y solidarios. De lo contrario no es posible entrar en fusión con el bebé. No es posible amamantarlo, ni fundirse en sus necesidades permanentes.

Las mujeres tenemos que organizarnos. Una posibilidad es crear grupos de apoyo, o de encuentro, o grupos de crianza abiertos para que las madres encontremos compañía con nuestros hijos en brazos, comprensión de nuestros estados emocionales y aceptación de nuestras ambivalencias.

Otra figura que en la actualidad me parece fundamental es la “doula”. Hay “doulas” preparadas para acompañar a las parturientas y otras especialmente entrenadas para seguir el proceso puerperal. La “doula” interpreta la “experiencia interior” de cada madre, avalando todos los cambios invisibles, y traduciendo al lenguaje corriente la realidad del puerperio. No se trata de ayudar con el bebé, ni de ofrecer buenos consejos, sino de acompañar la zambullida al universo sutil e invisible del recién nacido. Su principal función es la de maternar a la madre para que entonces pueda maternar a su hijo.

Las “doulas” tienen una función para ejercer, nombrando cada sentimiento “absurdo”, desproporcionado o incomprensible de la madre reciente.

Personalmente, espero que el oficio de “doula” ingrese en el inconsciente colectivo femenino. Que las mujeres “sepamos” durante y después de parir que merecemos naturalmente llamar y solicitar una “doula” a domicilio, para que nos abra las puertas a los Misterios de la Maternidad. Porque a partir de cada madre puérpera que se encuentra a sí misma, el mundo entero se encuentra. Cada “doula” que asiste a una puérpera, se sana a sí misma y sana a todas las mujeres. Cada palabra de apoyo, es una palabra de paz y de bienvenida al niño. Las “doulas” nos incitan a que confiemos en nuestras elecciones, decidiendo según nuestras más íntimas creencias. Ellas nos recuerdan que somos merecedoras de todos los cuidados, porque de ello depende el futuro.

martes, 8 de abril de 2008

El verdadero papel del juego



A través de la página http://www.jugarijugar.com/ he conocido a Luis Pescetti y su blog, lleno de juegos, cuentos, canciones y textos. De éste que traigo el verdadero papel del juego me gusta la idea del juego como obra de arte. Dejemos que los niños generen arte.

Imagen de Jorge G. Liquete. Son fichas para desarrollar la inteligencia. Quizás si dejáramos que jugaran a interpretar estos personajes, libremente, sin más, no haría falta tanta ficha.

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El sistema tradicional de educación siempre está preocupado por ser científico, y no sólo científico en general, sino por parecerse a una ciencia exacta. Algún oscuro complejo de inferioridad debe haber atrás de esa errónea pretensión. "Ser científico" da un respaldo que nos vuelve inobjetables: no estamos en el continuamente cambiante terreno de la experiencia humana, sino en el de la ciencia con todo el aura de poder que da el "conocimiento objetivo". De esa manera nuestro discurso, al estar respaldado por datos científicos, se vuelve tan cierto como la distancia de la luna al sol o el punto de ebullición del agua.

Así se gastan enormes cantidades de tiempo y energía en hacer métodos y planificaciones que, las más de las veces, se quedan en el intento de atrapar la realidad. Eso que tendría que ser una ayuda para ordenar la tarea, facilitarla, se vuelve un elemento más que hay que atender; no hay que seguir el tiempo del grupo sino el del programa.
Pero no queda sólo ahí: cualquier cosa que se intente hacer con los niños tiene que estar justificada "científicamente" y en relación al programa. Es entonces que aparecen libros de recreación con indicaciones tales como: "Este juego desarrolla la memoria y la atención", "Este juego desarrolla la coordinación psicomotriz", "…desarrolla la coordinación en el espacio", "…el sentido de equipo". Como si fuéramos máquinas con botones o engranajes que necesitan tal ajuste, tanto de aceite.

De la misma manera que a los cuentos se los utilizó como vehículos de mensajes morales, a los juegos se los usa con objetivos pedagógicos. Lo repetiremos: las lecciones disfrazadas de juego son una trampa que el niño siempre reconoce.
Claro que los juegos enseñan, pero es imposible traducir a palabras todo lo que ocurre en un juego, como es difícil buscar el "mensaje" de un cuento y traducirlo a palabras. Cuanto mejor es el cuento esto es más imposible.
He encontrado libros con excelente material, pero que tenían una lista que aclaraba qué desarrollaba cada juego: astucia, rapidez, agilidad, imaginación, ritmo, concentración, reflejos, gusto por el riesgo, etc. De poco sirve un material bueno si está en función de una idea equivocada. Es un error grave ver al niño como un montón de facultades a desarrollar (memoria, sensorialidad, músculos, etc.).

Debemos hacernos dos preguntas:
¿Cuál es la mentalidad que busca la justificación de un juego en el desarrollo de potencialidades (memoria, atención, etc.)?
¿Qué visión del hombre es la que, aún si darnos cuenta, estamos utilizando y desarrollando? (¿Una concepción mecanicista? ¿El hombre como una máquina de producir?)
Este es un aspecto clave para debatir, al menos para que cada uno tenga en claro al servicio de qué idea está poniendo sus esfuerzos.
Sólo una sociedad enferma como la nuestra necesita una justificación para permitir el juego.

En el otro extremo están quienes utilizan los juegos como elementos de mero entretenimiento, de distracción, para calmar a los niños cuando el grupo está muy excitado. Hacer esto es como utilizar un piano para sostener libros o una guitarra para leña; se puede, pero nos estamos perdiendo lo mejor.

Un juego es una totalidad muy compleja que apunta a una infinidad de aspectos. No es una herramienta de adiestramiento. Se parece más a una obra de arte: nadie ve un cuadro para desarrollar su sensibilidad al amarillo. Podríamos decir que un juego es como una obra de arte (en la mayoría de los casos: anónima y colectiva) que sólo existe cuando se la practica y para quienes la practican, no para los que miran de afuera.

Los juegos son importantes porque enseñan alegría, porque nos arrancan de nuestra pasividad y nos colocan en situación de compartir con otros. Así como la danza nos cuenta de algo que sólo con danza se puede contar, los juegos enseñan algo que sólo los juegos enseñan y que no se traduce en palabras. Brindan un buen clima de encuentro, una actitud distendida, nos revelan torpezas de un modo que no nos duele descubrirlas, cambian los roles fijos en un grupo, son otra manera de incorporar una sana y necesaria picardía, despiertan, "desactivan la bomba". Por sobre todo, y esto corre el riesgo de sonar a telenovela barata, son un constante mensaje de vitalidad que se graba en quienes los realizan, aportan una especie de combustible vital básico.

Al igual que el carnaval nos invitan a que nos olvidemos de nuestra propia cara, de nuestra manera habitual de ser y nos pongamos otras máscaras, otros roles. Quizás veamos que en nosotros también hay otros y que esos juegos los despiertan e invitan a salir y revelarse. Obtendremos, por un momento, aquello que tanto anhelaba Borges: el alivio que da dejar de ser nosotros mismos.

Como señala Jean Duvignaud, lo valioso de los juegos es que rompen el orden establecido y nos colocan en una zona, en un "caos", que está más allá de toda preocupación de eficacia, de finalidad, de utilidad. Zona de "caos" que está cargada de intensa vitalidad y de frescura.
La justificación de los juegos radica en su misma intensidad, en cierta fascinación perturbadora que producen, en su vértigo.

Una actividad lúdica bien utilizada es una poderosa herramienta de cambio.
Los juegos son herramientas de la alegría, y la alegría además de valer en sí misma es una herramienta de la libertad.

Educar emocionalmente




Traigo este artículo desde la página web de entrecomadres. Su autora es Soledad González, a la que muchas veces he mencionado, como Solecilla o Sole. Es un artículo largo, lo sé, pero es que me parece muy interesante. Es un tema del que he subido muchos textos, pero sin duda, faltaba éste.




La imagen esta vez es de Mónica Calvo




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ELEMENTOS NECESARIOS:

-CONOCER NUESTRAS PROPIAS EMOCIONES
-ESCUCHAR: lo que dicen y lo que no dicen.
-VERBALIZAR
-ACEPTAR
-EMPATIZAR
-FACILITAR QUE EL NIÑO RESUELVA POR SI MISMO LAS EMOCIONES O SITUACIONES.


Los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Nos sentimos muy satisfechos, lógicamente, cuando en el colegio nos dicen que nuestro hijo es inteligente y que no tendrá problemas con los estudios. Pero ¿debemos conformarnos con esto? ¿El buen resultado académico lo es todo? No. Puede ser que nuestro inteligente hijo tenga problemas para relacionarse con sus compañeros, o sea inexpresivo, o incapaz de gestionar ni controlar sus emociones, enfadándose en exceso cuando algo sale mal. Los estudios del profesor Goleman, el “padre” de la inteligencia emocional, revelan que algunos niños cuyo desarrollo académico era pobre, ocupaban luego puestos de mucha responsabilidad, gracias a la posesión de una desarrollada inteligencia emocional. En la otra vertiente, también demostró que muchos muchachos con un brillante currículo académico, pero con un manejo deficiente de sus emociones, no eran capaces de ocupar aquellos puestos que por el currículo les habrían correspondido, o bien eran incapaces de ser felices en su vida diaria.

Otra de las afirmaciones que hizo Goleman es que este aprendizaje se debe comenzar en edades tempranas, antes de que el niño llegue a la escuela. Si las familias no realizamos esta tarea de alfabetización emocional llegaran a la comunidad escolar (como es ya frecuente ver) niños que no controlan sus emociones, que tienen respuestas exageradas, desproporcionadas y fuera de tono cuando se les pide cuentas sobre cualquier pequeño problema fácilmente superable. Aprender a moderar los impulsos, resolver los conflictos mediante el dialogo, interpretar correctamente los comportamientos y ser capaz de predecir los sentimientos de los demás y muchas mas cosas. Todo eso se enseña utilizando la inteligencia emocional en la educación de nuestros hijos.
Para que se produzca un elevado rendimiento escolar, se deben dar en el niño determinadas características, además de la inteligencia “clásica” medible con un test:
-confianza en si mismo -curiosidad por descubrir -sensación de ser capaz y eficaz -autocontrol -relación con el grupo de iguales -capacidad de comunicar -capacidad de cooperar con los demás.

Ver los momentos emocionales que surgen en nuestra vida diaria con los niños como oportunidades para la vinculación y el aprendizaje, en lugar de verlos como una carga, un problema que hemos de solucionar no se da de forma espontánea en todos nosotros (mas bien, yo diría en casi ninguno ¿Quién piensa en aprender cuando nuestro hijo nos abraza o monta un berrinche de órdago?). Pero es un cambio de actitud que es necesario hacer si de veras queremos iniciar a nuestros hijos y nosotros mismos en la educación emocional.
Todos estamos programados para lidiar con las emociones de un modo diferente. Existe la actitud despreocupada de quien ve los sentimientos como algo tonto y sin relevancia y si el niño se muestra triste o dolido este tipo de padres dirá: así es la vida, y cuanto mas pronto te des cuenta, mejor.

Otra actitud posible es la de los padres que consideran que sentimientos negativos como la tristeza o la ira, son peligrosos y tratan de librar al niño de ellos lo más pronto posible, reemplazándolos por sentimientos positivos. Por ejemplo ante el niño a quien se le ha escapado el globo y llora desconsolado le dicen: no llores mas, que yo te comprare un helado para que te contentes.

A otros la expresión de las emociones les hace sentir incómodos. Y por ello trataran de evitar o ignorar los sentimientos de sus hijos, recurriendo a amenazas para controlar su comportamiento emocional. Y hay muchas más actitudes corrientes respecto a las emociones del niño que no son positivas en términos de educación emocional (la verdad es que repaso esta lista y veo que…casi siempre me equivoco, al menos en primera instancia):

-rescatar: no te preocupes, mama va a hacer que esto no te pase más para que no estés triste.
-castigar: no puedes ponerte así por esto que además ha sido tu culpa. Vete a tu cuarto.
-resolver el problema: no llores, que te compro ahora mismo otro globo/ yo hablo con ese niño para que….
-moralizar: si hubieras recogido tus juguetes no se habrían estropeado. No vengas ahora llorando.
-negar: no te sientas mal, no fue culpa tuya que la lluvia estropeara los juguetes.
-humillar: ¡como puedes ser tan irresponsable! Ahora mismo llamo a tu padre y le cuento que te has dejado los juguetes en el jardín y se han estropeado.
-demostrar lastima: oh! Esta lluvia mala. No tendría que haber llovido para que no se estropearan los juguetes.
-aleccionar: esto te enseñará a mantener tus juguetes guardados, señorita.

Y esto es solo una lista parcial de actitudes destinadas a frenar los sentimientos. Con estas actitudes pretendemos enseñar a nuestro hijo una lección, y los resultados son a menudo muy diferentes. Con ellas logramos que el niño se centre en que no está bien sentirse triste o culpable, en lugar de centrarse en el reconocimiento de sus sentimientos, la aceptación de los mismos y la búsqueda de soluciones.

Las emociones, todas, incluso las negativas forman parte de nosotros y por tanto de una persona sana y feliz. Aprender a reconocerlas, aceptarlas y manejarlas es algo que los padres pueden u deben transmitir.


-CONOCER NUESTRAS PROPIAS EMOCIONES:
Podremos ayudar mejor a que nuestros hijos conozcan y manejen sus emociones si conocemos previamente las nuestras, como las sentimos, como las manejamos, como nos desenvolvemos con ellas. Por ejemplo, es importante que nos hagamos las siguientes preguntas:

-¿Cómo manejas tus emociones, especialmente las negativas como la ira o la tristeza?
-¿Cómo cambian tus emociones a lo largo del DIA?
-¿Cuántas palabras relativas a emociones como frustración, preocupación, alegría, tensión…utilizas a lo largo del día?
-¿Cómo manejas la situación de tener que lidiar con dos o mas emociones simultáneamente?

Los padres y cuidadores que están en contacto con sus propias emociones pueden relacionarse mejor con las emociones de los niños. Como todo buen guía, un padre que conoce el terreno conducirá mejor a sus hijos a través de el.

Por otro lado, padres y cuidadores atraviesan a lo largo del día la serie completa de emociones a través del niño. ¿Quién no comparte el orgullo y la alegría de un niño que nos enseña su última obra de arte? ¿Y como no sentir ira cuando el niño no deja de gritar en el supermercado porque no le hemos comprado las chuches que nos pedía?

Debemos aprender a compartir con el niño nuestras propias emociones cuando sea adecuado. Esto supone enseñarles además que somos capaces de controlarlas. Por ejemplo, decirle a un niño chillando que estamos enfadados con el, cuando nuestra ira es obvia y estamos fuera de control, es compartir una emoción, pero es menos didáctico para el niño, que si somos capaces de, sintiendo la misma ira, decirle con la mayor calma posible: ahora estoy demasiado enfadado para que podamos hablar. Necesito tranquilizarme, hablaremos luego. De este modo, no ocultamos nuestra emoción: el enfado, pero le enseñamos a nuestro hijo que somos capaces de mantener la emoción bajo control.

-ESCUCHAR:
Estar receptivo a las emociones de los hijos pone a los padres en mejor posición para ofrecer apoyo, comprensión durante los momentos difíciles de ira, tristeza frustración, y también para celebrar junto con ellos los momentos de alegría, felicidad y risa.

La forma de transmitir los sentimientos es diferente en diferentes etapas de la vida de un niño. Es fácil adivinar que un bebé que ríe está feliz, y que un bebé que llora se siente desdichado. Pero no siempre es fácil ir mas allá, y no todas las emociones son tan evidentes.

Cuando un niño ya puede hablar, debemos escucharle. Es imprescindible hacerlo atentamente (no a la vez que hacemos la cena y vigilamos al hermano pequeño). Si en ese momento no podemos dedicarle toda nuestra atención, es mejor decírselo así, y aplazar la conversación a un rato mas tarde: cariño, eso que me cuentas parece muy importante/parece que te afecta mucho/te resulta muy complicado…y ahora mamá/ papá tiene que hacer esto. Pero dentro de media hora estaré libre para escucharte con la atención que merece lo que me cuentas. Pero si existe la posibilidad de pararnos y escuchar atentamente en ese momento, debemos hacerlo: cariño, eso que me cuentas me parece muy importante. Me sentaré contigo para que me lo expliques mejor, aunque luego tengo que seguir haciendo la cena. (Esto, además le hará sentir muy importante y especial)

La forma de escuchar a los niños debe dejarles claro que estamos prestándoles atención y que tomamos en serio lo que nos dicen.

-tipos de escucha:
Atención activa: es una técnica muy adecuada para iniciar una conversación con niños. Exige que los padres sean capaces de ponerse en el lugar del otro, de forma que pueda descifrar los mensajes emocionales de manera correcta.
Por ejemplo: una chica le dice a su padre: ¿papá, que clase de chicas te gustaban cuando eras joven?
-supongo que lo que te preguntas es como debes ser para gustar a los chicos ¿es eso?
-si, tengo la sensación de que no les gusto, y no ser porque es.

El padre ha descifrado correctamente el mensaje y ha expresado lo que le sucede a su hija, dándole un nuevo sentido a la conversación: el problema no es averiguar que encontraba su padre atractivo en las chicas, sino los problemas de inseguridad en si misma de la hija.

O bien, Sandra de tres años se dispone a ir a la playa con la chica que la cuida. Yo acabo de volver de trabajar (sin comer aun) y cansada (todo esto Sandra no lo sabe) en el momento de salir, dice que no quiere ir a la playa.
-¿no quieres ir a la playa?
-no
-bueno, pues tata se lleva a Carlos y tu te quedas conmigo
-nooooo,¡si quiero ir!
-bueno, pues prepárate, porque tata ya se va.
-nooooooooo ¡no voy!

…. Y sí un buen rato, y la cosa comenzó a convertirse en una rabieta autentica. Hasta que su madre, o sea, yo, descifra lo que subyace bajo ese aparente berrinche sin sentido:>/BR> -Sandra, tu quieres ir a la playa, pero quieres que yo vaya con vosotros ¿verdad?
-si.
-pero mama aun no ha comido, y acabo de llegar muy cansada de trabajar. Yo voy a bajar luego a buscaros a la playa, y te prometo que mañana vamos a pasar los tres juntos todo el día en la playa.
-vale.

Y Sandra se fue a la playa sin una protesta más.
-Escucha pasiva: Es posible que para un niño resulte más fácil hablar sobre sus experiencias y emociones si le escuchamos sin interrumpirle para expresar rápidamente nuestra opinión. Se trata de darle mientras habla señales inequívocas de que le estamos escuchando atentamente y que nos interesa lo que dice, hablando nosotros lo menos posible:
Un ejemplo:
-hoy me han mandado al despacho del director
-¿a si?
-si, dijo el profesor que hablo mucho en clase
-¡vaya!
-no soporto a ese profesor. Además me tiene manía, y sus clases son muy aburridas
-hummmm
-como la clase es tan aburrida, por eso nos pasamos el rato haciendo el tonto.
-…(mantener contacto ocular, postura atenta)
-cuando tengo clase con otros profesores atiendo y participo, pero con este, se me quitan las ganas de aprender.
-…(idem)
-¿Por qué se habrá hecho profesor?
-…(encogiéndose de hombros)
-bueno, de todos modos no queda mas remedio que acostumbrarse a el, ya que será mi profesor todo el curso y no me puedo pasar el tiempo en el despacho del director.
De este modo el niño ha encontrado la forma de expresar sus sentimientos de ira y frustración, y también ha podido calmarse y encontrar la solución por si mismo, lo que además le permitirá en el futuro asimilar situaciones similares.

La forma habitual de comportarse el padre habría sido ante las primeras confidencias una respuesta del tipo ¡seguro que te has pasado la clase charlando! ¡Tu te los has buscado!....de este modo, el niño no habría seguido hablando, se habría sentido incomprendido en sus sentimientos y difícilmente habría podido encontrar solución.

En este tipo de escucha, aunque se llame pasiva, es necesario transmitir al niño mediante expresiones o nuestro lenguaje corporal que le escuchamos atentamente y que nos resulta interesante y nos importa lo que esta diciendo: mantener el contacto ocular, situarnos a su nivel, mantener al niño abrazado mientras habla, utilizar algunas expresiones verbales (¿de veras? ¿Si? ya veo, cuéntame más, no te he entendido bien, ¡que interesante! Hummmm…..). Esto da continuidad a la conversación, y evita expresar opinión o dar solución, y a la vez transmite interés y aceptación de lo que nos están diciendo.

Con niños más pequeños, puede ser más difícil que esto conocer sus sentimientos y las causas que los provocan. A veces es necesario convertirse en detective, para descifrar lo que pasa en sus cabezas.

Puede que las emociones que siente no sean aparentes, pero un pequeño que se vuelve retraído y se enfada frecuentemente con su hermana pequeña, puede estar sintiéndose inseguro sobre su papel en la familia, o envidioso de la atención que se le presta a ella. Una niña que iba contenta a la guardería y de pronto no quiere ir, puede que no tenga nada que ver con la guardería: un cambio en el tiempo que sus padres le dedican, el hecho de que uno de sus amiguitos haya decidido trabar amistad con un nuevo compañero, puede estar haciendo que sienta en peligro el vinculo con sus padres, o puede sentirse rechazada por su amigo.

Las pistas las podemos encontrar en su rostro, en su actos, en la actitud de su cuerpo (decaído, tenso…), en sus juegos (es muy importante escucharles cuando juegan, atendiendo a lo que ponen en boca de sus muñecos), en sus sueños (sus pesadillas nos abren una ventana a las emociones del niño). De un modo muy simple podemos adquirir e implantar en los niños el hábito de hablar diariamente de cómo se han sentido a lo largo del día. Incluso con bebes que no saben hablar, podemos realizar un juego consistente en que el padre o madre se pinta en los dedos de la mano caras con distintas expresiones asociadas con sentimientos: alegre, triste, asustado, enfadado, sorprendido… y utilizando estas caritas el niño nos puede mostrar como se ha sentido en relación a los diferentes acontecimientos del día. Cada una de estas caras puede ir contando su día. Después de haber escuchado todas las historias se puede pedir al niño que escoja el que mas se identifica con sus propios sentimientos en relación a ese día o suceso. Es importante que el niño no perciba que tratamos de decirle lo que tiene que sentir, sino que perciba que es libre de expresar cuales han sido sus sentimientos. Es una técnica para escuchar al niño. En estas circunstancias, compartir con ellos nuestras propias sensaciones ayuda a abrir la conversación: mi mejor momento del día fue cuando….y el peor fue….me sentí triste/ enfadada/ frustrada….me hizo sentir mejor….Si ha habido algún momento o evento del día especialmente malo o frustrante, podemos incluirlo en la conversación explicando nuestro punto de vista, escuchando el de ellos y tratando de arreglarlo (disculpándose si se nos ha ido la cabeza y hicimos una montaña de algo poco importante o si hemos desatendido o malinterpretado sus actos)

Los juegos con títeres o marionetas, en los que se le pregunta no directamente al niño, sino a la marioneta que porta sobre diferentes temas, también nos permiten aproximarnos a sus verdaderos sentimientos. Y finalmente los cuentos y los libros en los que el niño puede interpretar la motivación de las emociones que expresan los personajes, y hablar de ellas sin sentir que habla de si mismo. Se pueden utilizar libros concebidos para este fin. Pero también por ejemplo, libros en los que se muestran cuadros de pintores famosos, con retratos de personas en diferentes situaciones y actitudes.

Todo esto son estrategias que debemos considerar en situaciones en las que sospechemos que a nuestro hijo le sucede algo que no es capaz de identificar o expresar, ya que conocer a través de la escucha lo que le pasa es el primer paso para ayudarle a reconocer y manejar esas sensaciones.


-VERBALIZAR:
Es necesario ayudar al niño a construir un vocabulario que le permita expresar los sentimientos, tanto como ayudarle a conocer de donde vienen estos.

Desde que nace un bebe podemos ya ayudarle con esto. De hecho, poner en palabras las sensaciones que notamos en un niño es una de las tareas que corresponde a la madre en el proceso de vinculación: un recién nacido llora como expresión universal de cualquier incomodidad, y es la madre, diciendo “ya tienes hambre ¿verdad? Ahora mama va a darte de mamar” o bien “estas cansado, vamos a dormir un poquito” o “¿has hecho caca? Vamos a cambiar el pañal” la que pone la etiqueta a esa sensación, de modo, que a medida que crece el bebe puede ir discriminando: “ah esto que siento es hambre, y se quita comiendo” o bien: esto que noto es sueño, y se resuelve durmiendo, o bien, así me siento cuando el pañal esta sucio y necesito que me lo cambien.

Y a medida que se hacen mayores podemos incluir ya los sentimientos: te sientes mal/ frustrado/enfadado porque no has podido abrir ese bote, puedes probar así/ a ver si entre los dos podemos/ inténtalo más suavemente/ aun eres un poco pequeño para poder hacer eso, yo puedo hacerlo por ti. Aun será pequeño para reconocer el mismo sentimiento en otra ocasión, pero ponérselo en palabras para el una y otra vez, hará que se vaya conformando en su cabeza un esquema de las emociones, al igual que de bebe se forma el de las sensaciones.

Es importante intentarlo siempre. Aunque el niño este demasiado enfadado, debemos explicarle que esta enfadado y que por eso llora o pega. Aunque acto seguido le expliquemos que pegar no es valido como expresión por muy enfadado que este. Cuando Carlos monta en cólera con su hermana porque no le deja un juguete o por cualquier otra cosa y preveo que va a soltar la mano, le sujeto las dos manos con suavidad y me coloco a su altura: estas muy enfadado con Sandra porque no te deja ese juguete. No puedes pegarle para decírselo, pero puedes usar la boca: di: estoy enfadado (lo repite) y ahora pidele el juguete con la boca en lugar de pegando: (lo pide en su media lengua). En este caso cuento con la colaboración de Sandra casi siempre, y si no es así, busco yo la manera de que ambos puedan jugar con ese juguete o encuentro algún sustituto para uno de los dos. El caso es que consigue frenar a Carlos, me permite felicitarle por haber hecho bien las cosas a pesar de estar muy enfadado, y normalmente, pasado el momento álgido, (se enfría el sentimiento descontrolado) es relativamente fácil que entre todos encontremos algún remedio. A veces lleva bastante rato. Pero a cambio me permite enseñar a Carlos como puede parar a tiempo una agresión. Y a veces no funciona, o sea, o no llego a tiempo y Carlos ya le ha pegado, o bien a pesar de los esfuerzos Carlos acaba teniendo un berrinche. Y a veces, las menos, los dos acaban teniendo un berrinche. Pero creo que las veces que funciona sirven de aprendizaje para todos nosotros.

Cuando ya son mayores y capaces de comprender lo que sienten, puede que ellos mismos lo pongan en palabras, pero eso no quita que nosotros también lo hagamos. Esto permite mostrarles nuestra aceptación y también nuestra empatía: Comprendo que estas triste/ enfadado/ frustrado cuando me pasa algo similar yo también me pongo triste /enfadado/frustrado. Esto le animará a profundizar en la situación, le hace saber que su sentimiento es valido, y que nosotros también lo aceptamos como tal. Fíjate que cuando me pasó a mi….lo pude resolver…..Esto le animará a buscar solucion a su propia situación.

¿Es posible que tan solo poniéndole nombre a un sentimiento pueda frenarse la tormenta posterior? Si. Se debe al modo en que el cerebro funciona: en el cerebro hay unas áreas encargadas de procesar las emociones (esto tiene lugar en una parte bastante primitiva de nuestro cerebro, que es la misma que se encarga de las reacciones instintivas: llanto, huida, agresión) , y otras áreas responsables del pensamiento lógico, el lenguaje y otras funciones cerebrales superiores (es la parte mas moderna del cerebro humano, y superior a la otra: cuando esta parte se activa, es capaz de anular las ordenes procedentes de las partes mas primitivas del cerebro). Los niños nacen con las neuronas adecuadas en estas áreas, pero carecen de la conexión necesaria entre ellas. Al tener cerca un adulto atento a sus emociones y que sepa ponerles nombre y darles una explicación, esta activando todas estas áreas cerebrales y facilitando la conexión entre ellas. Estas conexiones se hacen más fuertes cuantas más veces sucede el hecho de sentir una emoción y que esta es verbalizada, tanto más fuerte y duradera será la conexión. Como un camino que cuantas más veces se transita mas despejado y rápido es. Y cuando activamos esta conexión entre las áreas de las emociones y las del lenguaje, activamos a la vez las del pensamiento superior, lo que tiene un efecto calmante: evita que la reacción sea la propia de la parte primitiva del cerebro (la rabieta, el llanto descontrolado, la agresión) y facilita que el cortex cerebral, el cerebro superior, tome el control de la situación. Y cuantas mas veces se pone en marcha este mecanismo, mas fácil será que el cerebro superior puede dominar la reacción instintiva del cerebro inferior.

-ACEPTAR O VALIDAR:
La conversación anterior también sirve para aceptar los sentimientos del niño. Los sentimientos malos o muy grandes les puede hacer sentir inseguros. Saber que nosotros, sus guías y ejemplos no solo aceptamos que pueda sentirse así, sino que nosotros mismos hemos pasado por ello, le proporciona seguridad. Es imprescindible que el niño sepa que absolutamente todos los sentimientos son aceptables, e inevitables (yo no elijo como me hace sentir una situación, simplemente es un hecho). A la vez que entiende que no todas las manifestaciones lo son.

Muchas veces solo saber que el hecho de expresar en voz alta sus sentimientos no provoca nuestro rechazo, sino nuestra aceptación, tiene un efecto balsámico sobre el sentimiento. Si además aprovechamos la ocasión para felicitarle por saber reconocer que se siente así y manifestarlo, será mejor aun. Tiene que haberte hecho sentir muy triste que tu amiga decidiera hoy jugar con otro niño. Eres muy lista por saber reconocerlo y muy valiente por contármelo.

Con niños más pequeños, la conversación será similar, solo que sin esperar a que reconozcan el sentimiento: te sientes frustrado porque no has podido encajar esa pieza, es normal que te sientas así. A todos nos gusta que las cosas nos salgan bien, y nos entristece cuando nos salen mal.

En ocasiones un modo de validar un sentimiento y permitir al niño que localice cual es el suyo es contar nuestras propias experiencias. Hace poco una amiga mía me contó una anécdota. Su hija de cuatro años estaba llorando sin consuelo y no quería contarle a nadie lo que le pasaba. Su madre se sentó a su lado y empezó a contarle experiencias de su vida que la habían hecho sentirse triste. Al cabo de unas cuantas anécdotas la niña le contó porque estaba triste: habían estado separando juguetes de los que hacia tiempo que no usaban para entregarlos a los niños afectados por una catástrofe. Al sacar los juguetes recordó algunos que hacia tiempo que no usaba pero que le gustaban mucho y le puso muy triste tener que entregarlos a otros niños. Pero por otro lado se sentía avergonzada ya que sabía que los otros niños los necesitaban más. Por eso manifestar su tristeza le parecía mal. Creía que no tenía derecho a sentirse triste. Saber que estaba en su derecho de estar triste, le animo a contar lo que sucedía. Y así, ella y su madre encontraron una solución: ella decidió que juguetes quería dar a los otros niños y cuales quedarse. Y curiosamente entrego sus juguetes nuevos y conservó los antiguos.

Cuando Sandra empezó al colegio tuvo una adaptación tormentosa: no solo lloraba desconsolada al llegar, sino que tenia pesadillas persistentes varias veces en la noche, dejaba de jugar para venir a preguntarme si tenia que ir al colegio mañana. Y en el colegio no jugaba con los compañeros, ni admitía que nadie la consolara si se caía en el patio, se negaba a participar en las actividades (jugar con plastilina por ejemplo), no hacia caso de las indicaciones de la profesora….vamos, una tragedia para ella, y también para mi. Parte de la solución fue visualizar en casa las rutinas del colegio, pero gran parte de la solución vino al darme yo cuenta que ella sentía que no debía llorar por ir al colegio, y el hecho de no poder evitarlo la hacia sentir aun peor. Evidentemente yo en casa le explicaba que sabía que se sentía triste, que era lógico, que casi todos sus compañeros estarían tristes aunque no todos lloraran. Pero claro, llegaba al colegio y los mensajes eran contrarios: no llores que eres muy mayor, venga que ya pasó,….. Hable con su tutora y le explique esto: que si todo el mundo le decía que estaba mal llorar, y ella no podía evitarlo, le hacia sentir aun peor. Le pedí que al recibirla, puesto que no podía detenerse (eran 23 y sin profesora de apoyo) a abrazarla y consolarla, al menos, que no se centrara en el llanto. Que no le dijera que no debía llorar. Que era preferible que le hablara de otras cosas: que guapa vienes, o te has cortado el pelo. Así ella seguiría estando triste, pero al menos no sentiría que además estaba haciendo algo malo.
-EMPATIZAR:
La empatía es una reacción emocional que suele desarrollarse en los 6 primeros años de vida. Y a su vez, es un proceso cognoscitivo por el cual somos capaces de comprender como se siente una persona, es decir: somos capaces de percibir su punto de vista. Ser capaz de interpretar las señales que nos dan los demás, y conocer sus sentimientos a la vez que nos ponemos en su lugar es un proceso muy complejo que forma parte de la educación emocional, y que debemos enseñar a nuestros hijos. Conectar son sus emociones, ponerles nombre, aceptarlas forma parte de este aprendizaje: es decir, somos nosotros empatizando con el niño, los que le enseñamos a empatizar con los demás. También podemos contribuir a este proceso de aprendizaje mostrando empatía con otras personas, no solo con el niño. Es posible utilizar situaciones cotidianas, o los cuentos, o imágenes de la televisión para comentar los sentimientos de los demás con los mismos y mostrar empatía. ¿Te das cuenta de que la niña se ha puesto muy triste porque ha perdido a su perrito? Se nota porque tiene la cabeza un poco gacha y los ojos tristes, y la boca arqueada hacia abajo. ¿Te das cuenta de que llora? Es normal que se sienta así, yo también me sentiría muy triste si me sucediera algo así, y también me hace sentir triste ver lo mal que lo esta pasando. ¿Y a ti? ¿Te sientes triste porque ella esta triste? ¿Te imaginas como te sentirías si te sucede algo parecido? ¡Mira! Ha encontrado a su perrito. ¿Has visto como se ha puesto contenta? Ahora ya no llora, y sonríe y los ojos le brillan de alegría. Una conversación como esta, enseña al niño a reconocer los signos externos que muestran una emoción, y esto le permitirá en el futuro reconocer si un amigo o un compañero de clase esta triste, o nosotros mismos. También le enseña que los sentimientos malos tienen lugar en esta vida y por tanto son validos. Que todos en unos u otros momentos pasamos por ellos. Además le estamos mostrando que es posible sentirse triste con la tristeza de los demás, y finalmente que los sentimientos pasan, y que es posible estar alegre después de una tristeza muy grande.

Otras situaciones que se ven en la televisión: catástrofes, sucesos,…muestran las emociones de la gente. Explicarlas, es nuestra misión y ayudará al niño a comprender lo que sucede a los demás, y también a tener una dimensión precisa del problema le puede ayudar a no tener pesadillas. No ignoremos nunca a un niño que pregunta que esta sucediendo en una situación concreta mientras ve el telediario, o tras una situación familiar complicada. Si no sabe como interpretar lo que ve o vive, se sentirá perdido además de percibir el malestar de los demás, por no saber interpretar lo que sucede.

La empatía se adquiere a lo largo de los primeros años de vida en diferentes fases: los bebes desde recién nacidos tienen un modo rudimentario de empatía que les hace por ejemplo fijarse en otro bebe que llora, y eventualmente llorar a su vez. Algunos estudios de Goleman demostraron también que bebes de muy corta edad son capaces de captar los sentimientos adultos y experimentar una cierta clase de angustia empatica incluso mucho antes de ser capaces de ser totalmente conscientes de la existencia de las emociones. En el foro vemos a diario (incluso le hemos puesto nombre: la paz genera paz) como nuestro nerviosismo, nuestra angustia y nuestra ansiedad se transmiten a bebes de muy corta edad. Y como el reconocer nuestros sentimientos y resolverlos, devuelve la tranquilidad al niño. Hemos visto como se dan cuenta del embarazo de sus madres antes incluso de que estas sepan que lo están probablemente por las alteraciones que se producen en el estado de animo en las primeras fases del embarazo. También hemos tenido casos de problemas laborales o de pareja que repercuten en el comportamiento de un niño que aun no es consciente de sus sentimientos ni de los de los demás. Por más que intentemos ocultarlo, las emociones producen cambios en nosotros, en nuestra actitud, en nuestra expresión, que de modo inconsciente reflejan que algo sucede. Y los niños lo perciben. En algunos estudios se observó como un bebe era capaz de percibir el estado de animo de una persona, y también el desconcierto del bebe cuando esa persona trataba de ocultarlo. Por esto siempre es recomendable no ocultar los sentimientos de los adultos a los niños: saber qué es lo que sucede, y saber porque esta originado, y saber que las personas que tiene como referentes son capaces de identificar lo que pasa y ponerlo en palabras, una vez mas activa el cerebro superior, y le permite al niño utilizar la lógica y otras funciones superiores para enfrentarse a la situación, lo que anula las reacciones instintivas (miedo, llanto, huida) provocadas por la emoción en su cerebro primitivo.

He contado en varias ocasiones que cuando sandra era aun un bebe, no tenia aun un año, tuve que someterme a una pequeña intervención: me colocaron dos implantes. Fue un compañero mio, y me los puso a ultima hora, la intervención termino a las 9 de la noche. Sandra nunca fue buena dormidora, pero jamas lloraba para dormirse: yo la mecia y le cantaba en brazos y tardara lo que tardara jamas lloraba. Cuando empecé a dormirla esa noche, su padre salió a buscar una pizza para cenar, asi que me quedé sola con ella. Y empezo la tragedia: yo notaba ya algo de dolor, y estaba impaciente por tomar un analgesico. Y sandra empezó a llorar, y llorar, y retorcerse. Y yo a desesperarme, a notarme mas dolorida y a desear con todas mis fuerzas que se durmiera YA. Fueron tres cuartos de hora que se me hicieron una vida entera. En el momento que oí la puerta de la calle, suspiré de forma espectacular y me dije ¡POR FIN!....y antes de que mi marido llegar a la puerta de la habitación sandra se habia dormido. ¿Qué habria sucedido si yo me hubiera simplemente levantado a tomar un analgesico?¿y si le hubiera dicho a la niña como me sentia y porque estaba yo tan rara?

Entre el primer y segundo año de vida, entran en una fase en la que son capaces de darse cuenta de que la tristeza del otro no es la suya, y pueden tratar de consolar a la persona que ven sufrir.
A los 6 años entran en la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad consciente de ver las cosas desde el punto de vista del otro y actuar en consecuencia. Esta tipo de empatía ya no precisa de comunicación emocional (no necesita ver a alguien llorar para darse cuenta de que en esa situación se siente triste) debido a que el niño, ha desarrollado ya un modelo interno de cómo puede sentirse una persona en determinadas situaciones.

Mas adelante, a los 10 o 12 años amplían su círculo de empatía a personas que no son de su entorno cercano. Es una etapa de empatía abstracta.

Por regla general tratamos de proteger a los hijos de las situaciones conflictivas. Deseamos que no perciban los problemas o que no tengan contacto con nuestros sentimientos negativos o con los de los demás. Pero podemos ayudarles mucho mas si les explicamos la situación con detalle, si les mostramos nuestros sentimientos y el modo en que luchamos por resolver la situación que sea mas o menos difícil, y les enseñamos como nos dominamos para no dejarnos llevar por la emoción de modo que podamos buscar mejor las soluciones. De este modo ellos aprenden que esta es la manera de actuar. Es importante por tanto:

-no ocultarles los sentimientos
-no ocultarles los errores
-no temer decirles la verdad.


-BUSCAR SOLUCIONES:
Lo principal es intentar siempre que sea posible que ellos mismos o con nuestra ayuda resuelvan la situación. Les podemos animar simplemente escuchando lo que tienen que decir, contandoles alguna experiencia pasada nuestra, o mejor aun suya.

Es importante que cuando el sentimiento es negativo, el niño sepa separar el problema de si mismo: tengo un problema pero no soy un problema. Para esto es fundamental no culparle nunca por tener una emocion negativa (por ejemplo celos de un hermano: no es incorrecto tener celos, ni pensar que estaba mejor sin su hermano, aunque si lo sea expresarlo por ejemplo con una agresión).

Una posible estrategia es poner nombre al problema: el nombre puede ser un sustantivo que les haga enfadar, que no le guste o le produzca rechazo para que se anime a luchar contra el y vencerle: asi ve que lo malo no es el, sino esa reacción negativa que controla su conducta.

Tambien poner los problemas por escrito puede ayudar a que el niño tome distancia con el hecho y sus sentimientos y le permita encontrar una solución. Todo ello va encaminado a que los niños externalicen sus conflictos y los vean como algo abordable y que es posible solucionar.

Pero lo mas importante es que después de todos los pasos anteriores: escuchar, nombrar, validar, empalizar…dejemos que el niño hable: del sentimiento, de su origen y trate de buscar una solución (si la hay) al problema.

Volviendo al ejemplo del principio: un niño que se deja los juguetes en el jardin y se le estropean. Hay que escucharle, hacerle saber que esta triste y que es normal, que le comprendemos y somos capaces de ponernos en su situación. Permitir que llore si lo necesita. Y cuando se encuentre mas tranquilo pedirle que nos cuente si a el se le ocurre algun modo de que no vuelva a pasar lo mismo.

Si la situación es mas complicada: por ejemplo, un niño que esta triste porque su padre se se va a pasar una semana fuera de casa: tras reconocer, verbalizar y empalizar, podemos pedirle que nos cuente si hay algo que le haria sentir mejor. Si es muy pequeño podemos sugerirle ideas: ver fotos del padre, llamarle por telefono…


-CONCLUSIONES:
¿En que ayudara todo esto a nuestros hijos? No solo les permitirá superar con nuestra ayuda las situaciones emocionales. Este ciclo repetido cuantas mas veces mejor, permitirá al niño en el futuro a autoaliviarse, cuando no cuente con nuestra presencia y ayuda. Una persona que es capaz de superar una situación emocional, y reenfocarse en la búsqueda de soluciones o en otra actividad, tendrá superados gran parte de los problemas que le puedan surgir. Como mucha veces el objetivo es dotar a nuestros hijos de estrategias que les permitan salir adelante lo mejor posible por si mismos. Si hemos creado en su cerebro los circuitos necesarios como para que el sepa reconocer sus emociones y validarlas, se sentirá mas capaz de superarlo. Asi mismo le estamos dotando de la capacidad de comprender a los demas, ponerse en su lugar y ayudarles.

Evidentemente es difícil ser capaz de hacer esto el 100% del tiempo. No es imprescindible. Incluso los padres mas conocedores de este tema y que mas esfuerzo hacen, se estima que hacen este recorrido tan solo el 50% del tiempo. Y hay situaciones en las que nos resulta imposible, sea por desconocimiento, por las circunstancias…no sucede nada. Cuantas mas ocasiones, buenas y malas aprovechemos para compartir los sentimientos con los niños mas estaremos fortaleciendo sus recursos emocionales.

A efectos practicos: tratar a nuestros hijos como querriamos que les trataran los demas:
-seamos conscientes de nuestros propios sentimientos y los de los demas (y de nuestros hijos).
-mostrar empatía y comprender los puntos de vista de otras personas (y de nuestros hijos)
-hagamos frente de forma positiva a los impulsos emocionales. Mostremos autocontrol.
-utilicemos nuestras dotes sociales a la hora de manejar las relaciones con los demas (y con nuestros hijos).


-BIBLIOGRAFIA:
http://www.inteligencia-emocional.org
http://www.psicologia-online.com
http://www.cyberpadres.com


-RECURSOS:

-LIBROS PARA LOS PADRES:
-el mundo emocional del niño. Isabelle filliozart.
-la ciencia de ser padres. Margot sunderland.
-LIBROS PARA LOS NIÑOS:
-vege Tal como te sientes. Es un libro en el que se han utilizado fotografias de vegetales para refejar todas las posibles expresiones faciales de los diferentes sentimientos, buenos y malos. Permite enseñar al niño las caracteristicas de los sentimientos, y tambien se puede usar para que el niño identifique los suyos.
-cuentos para sentir: una colección de cuentos que ayuda a comentar cada uno un sentimiento diferente..
-veronica monreal. Una colección de cuentos que repasa todos los sentimientos (filins, los llama la autora) poniendoles “figura” y en cada libro se habla del sentimiento contrario. Son muchos libros de la a a la z. incluye sentimientos como el yuyo (diferente del miedo) y la ñoñeria. Os aseguro que es fantastica.

sábado, 5 de abril de 2008

ESTRÉS EN FAMILIA


Este texto de Carlos Fresneda, que he encontrado por casualidad en el grupo Néixer i Créixer, es largo, casi caigo en la tentación de poner sólo las recomendaciones para ayudar a reducir el estrés en los niños, pero es que me ha parecido muy interesante y creo que merece una lectura atenta (que yo aún no le he dado).

Cerca de mi entorno hay una niña con tres años y medio que sale de casa a las 8 de la mañana y vuelve cerca de las siete. Once horas de actividades a ritmo frenético, sin siesta, porque no hay tiempo, aprendiendo chino, alemán e inglés, además de todo lo que les suelen enseñar en los colegios de élite (formamos líderes, reza el eslogan del centro). Después, a nadar unos días y otros a danzar. Cuando llega a su casa la espera su abuela. Un par de horas más tarde se acuesta, exhausta. Muchos días no ha visto a sus padres.

Los niños deberían sentir que tienen tiempo para hacer lo que les de la gana: jugar, mirar las musarañas, ver cuentos... pero sobre todo, sentir que sus padres están ahí.
Este texto también me recuerda un libro que estoy leyendo ahora, Einstein nunca memorizó, que me gustaría comentar otro día.

La imagen, cómo no, es de Patricia Metola y aunque se llama La reina de la casa hoy yo veo una niña que se rebela ante la vida que sus padres, por su bien y pensando en su futuro, han escogido para ella.
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ESTRÉS EN FAMILIA

Cuando tenía once años comencé a sufrir unos terribles dolores de cabeza, aún los recuerdo. Mis padres me llevaron de médico en médico, me hicieron todo tipo de pruebas: no encontraron nada. Llegaron a pensar que me quejaba por llamar la atención, cosas de niños, ya se le pasará.

Pero los dolores persistían, especialmente por las noches, mezclados con una especie de angustia vital que entonces me sentía incapaz de explicar y que ahora, con el paso del tiempo, asocio a los primeros problemas en casa y a la presión agobiante del colegio. Mi idea de la familia feliz empezó a derrumbarse, y la escuela dejó ser un sitio divertido para convertirse en una soga diaria. Muchos días me acostaba deseando no volver a abrir los ojos.


Las jaquecas. Las náuseas. La ansiedad. Todo aquello eran síntomas de lo que ahora llamarían estrés infantil. Al niño alegre y vital se le empezaba a caer la casa encima. El mundo le exigía demasiado. Le sobraban obligaciones y le faltaban válvulas de escape.


Y eso que la infancia era entonces un refugio idílico, nada que ver con lo de ahora... Me cuesta creer que haya padres que a los seis meses "estimulen" precozmente a sus hijos con vídeos titulados "Baby Shakespeare" o "Baby Einstein". O que al año y medio les sienten en su regazo a bucear en el Internet y a alucinar con MaMaMedia. O que a los dos años se feliciten por las buenas notas de los mocosos en "prelectura" y en "preescritura".

Esos padres están ahí, todos conocemos alguno, y lo peor es que resulta muy difícil reprocharles. Ellos quieren lo mejor para sus hijos y piensan que cuanto antes aprendan, mejor los resultados.
Luego, a los cinco años, habrá que ir pensado en complementar el horario escolar con inglés, música e informática por las tardes. Y los fines de semana, que no falte el fútbol, la natación, el tenis, las artes marciales o el ballet, por aquello de compensar el esfuerzo mental de lunes a viernes.

Poco importa que el chaval o la chavala se arrastre por los suelos cuando llega el domingo por la tarde, ni que el padre y la madre acaben doblegados en el sofá: esto no hay cuerpo que lo aguante.

Es el ritmo de vida que entre todos nos hemos marcado, y ante eso no hay nada que hacer (nos consolamos). La suerte está echada: o subimos al tren, o corremos el riesgo de que nuestros hijos se queden atrás, algo que nunca seremos capaces de perdonarnos.

Y luego está también la otra cara de la moneda, la que los propios padres tenemos que pagar por aventurarnos en la proeza de la prole. Los agobios económicos. Las incomprensiones en el trabajo. La falta de tiempo, maldito tiempo, para cubrir todos los frentes.

Aterrizamos en casa exhaustos, y sin apenas tiempo para cambiar de "chip" tenemos que acometer la parte más dura de la "doble jornada". Nos flaquean las piernas y las neuronas. Lo único que deseamos es que llegue el momento de meternos en la cama.

Hablo sobre todo por "ellas", sufridas madres trabajadoras. La psicóloga Georgia Witkin habla del "síndrome de estrés femenino", que sería una mezcla del consabido estrés laboral y de la "quemazón" del ama de casa (aislamiento, claustrofobia, baja autoestima). La socióloga Arlie Russell Hochschild ha detectado incluso un curioso fenómeno, mantenido hasta ahora en secreto: miles de mujeres utilizan la oficina como escapatoria y prolongan intencionadamente su jornada laboral por no enfrentarse al infierno que les espera en casa. Trabajo, dulce trabajo.

Los hombres también padecemos ciertas dosis de estrés familiar: nuestra falta de paciencia -y el profundo desconocimiento del "oficio"- nos hace mucho más proclives a reacciones de ira y agresividad que a menudo pagamos con los hijos, programados para ponernos todos los días en situación límite.

Y qué decir de las discusiones por cuenta de las faenas domésticas, de la perpetua crisis en la pareja, de las tensiones que todos los días estallan puntualmente a primera hora de la mañana y a la caída de la tarde, de las 500 horas de sueño que se calcula perdemos los padres novatos durante el primer año de desvelos, que no será el último...

Aquí tenemos pues a "la familia neurótica de nuestros días" (como titulaba ya un libro visionario en los años sesenta), enfrentada a sus propios fantasmas y a los que esperan agazapados detrás de las puertas.

El primero de todos ellos: la soga del tiempo. Según un reciente estudio de la Universidad de Michigan, los niños americanos -marcando la pauta al resto del planeta- han visto disminuir su tiempo libre de un 40% a un 25% en la última década. Por si fuera poco, les están robando ya hasta la media hora de recreo, por aquello de mejorar el rendimiento académico (una tendencia preocupante que ha empezado a tomar cuerpo en los cinco últimos años).

El niño "modelo" de este trepidante principio de siglo se llama Steve Guzmán y se cae de la cama a las seis de la mañana. Desayuna en cinco minutos, se pasa una hora en autobús. De ocho a tres, en el cole. Otra hora en autobús. Deberes. Más deberes, que pronto habrá que hacerlos por ordenador y enviarlos sin falta por e-mail esa misma noche. Ya no queda tiempo ni para ver la tele. Clases particulares, también los sábados. Por fin el domingo: un rato libre para quedar con los amigos en el centro comercial. Aunque hay que recoger pronto porque el lunes toca examen. Y así una semana, y otra, y otra.

"Y encima nos quejamos porque les dan la semana blanca de vacaciones y no sabemos qué hacer con ellos", se lamenta el psicólogo Juan J. Miguel Tobal, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y del Estrés. "Los niños de hoy en día se enfrentan a un problema gravísimo: no tienen tiempo para ser niños. Desde que nacen, les embarcamos en nuestra dinámica de adultos, programamos sus jornadas para adaptarlas a las nuestras, no les dejamos jugar a sus anchas ni curiosear".

Segundo fantasma del estrés infantil: la hipercompetitividad, la obsesión de muchos padres por exigir el máximo rendimiento a sus hijos, sin reparar en los efectos secundarios... "En muchas ocasiones, esa actitud de forzar a los niños a conseguir ciertos logros no contribuye más que a crear personalidades obsesivo-compulsivas", se explica Juan J. Miguel Tobal.

Más estresores: la presión que ejerce a partir de ciertas edades la pandilla de amigos, con sus propios ritos y reglas. O el aislamiento que padece el niño urbano, confinado durante horas entre cuatro paredes, en compañía de la "canguro" o de la niñera electrónica. O el nacimiento de un hermano, que introduce un "nuevo orden familiar". O el divorcio de los padres, y el impacto emocional de la separación...

"Toda ruptura deja unas secuelas importantes", seguimos don Juan J. Miguel Toval. "Aunque te voy a decir una cosa: una convivencia mal llevada, con frecuentes discusiones y agresiones verbales, puede producir más estrés y ocasionar a la larga un trauma mucho mayor que un divorcio".

Con los dos padres o con uno de ellos, en un hogar modélico o en otro decididamente hostil, los niños han de enfrentarse siempre a un cierto grado de estrés, a veces necesario e incluso deseable para subir los escalones que nos va poniendo la vida. El problema está cuando forzamos la máquina, cuando exprimimos a los pequeños y los dejamos sin jugo. El estrés puede convertirse entonces en caldo de cultivo de depresiones, insomnios, jaquecas, fobias, tics, dolores de estómago, trastornos psíquicos y debilitamiento del sistema inmunológico.

De acuerdo con Concepción Iriarte -en su estudio "El estrés: un problema de hoy en el mundo infantil"-, se puede estimar que el 40% de los niños sufre una sobrecarga física y emocional. Las depresiones afectan ya al 8% de la población infantil, y los casos de anorexia y bulimia se manifiestan a edades más y más tempranas.

Los pediatras se ven desbordados: las enfemerdades infecciosas están dejando paso a estas otras "enfermedades de la opulencia", para las que no existen diagnósticos ni curas seguras.

La hiperactividad, el déficit de atención e incluso el "síndrome de fatiga crónica" -el mal de los "yuppies"- se ceban con saña con los más pequeños. Desde los dos años, el estrés puede agravar el asma o las alergias y contribuir a los trastornos intestinales, a las irritaciones en la piel y a las gripes prolongadas.

Un reciente estudio de la Universidad de Kentucky habla incluso del "estrés uterino": el que la madre agobiada transmite al embrión, que puede nacer escaso de peso y con mayor propensión a padecer diabetes y enfermedades del corazón.

"El problema mayor al que nos enfrentamos es no sólo el desconocimiento, sino los errores de apreciación que los adultos hacemos del estrés infantil", sostiene la especialista Georgia Witkin en su último libro:

"Kidstress". La psicóloga ha sometido a un riguroso cuestionario a 800 niños entre nueve y doce años, y luego ha contrastado los resultados con la percepción -casi siempre equivocada- de los padres.

La mayoría de los chavales ha reconocido que la escuela es el factor más estresante en sus vidas: su mayor obsesión son las notas, seguidas de los exámenes, los deberes y la presión para pasar de curso. La familia viene justo después: la salud de los padres es un motivo constante de preocupación en los pequeños; temen quedarse solos y que un día les falte la protección que necesitan.

La presión de los amigos es mucho menor que la que los padres tuvieron en su día; entre otras cosas, porque los niños disponen de mucho menos tiempo para socializar y pasan muchas horas solos. Los medios influyen bastante más de lo que se creía, y no hablamos sólo de la violencia televisada; también de la visión fragmentada del mundo que los niños perciben en las noticias:
guerras, crímenes, desastres naturales, calentamiento global. A partir de los diez años, algunos chavales empiezan a manifestar un preocupante "miedo al futuro" que ninguno de sus padres fue capaz de anticipar.

Otro sorprendente descubrimiento de Georgia Witkin es la falta de diálogo entre padres e hijos: incluso aquellos que presumen de una mayor conexión con los niños son incapaces de interpretar los primeros síntomas de estrés. Los chavales, por lo general, tienen dificultades para verbalizar sus emociones y tienden a retraerse o a expresarse sin palabras (palmas sudorosas, uñas mordidas, boca seca, pérdida de apetito).

"Cada niño habla su propio dialecto del estrés, y los padres han de aprender a descifrarlo", se explica Georgia Witkin. "Todos los niños están dotados para salir de esas situaciones de un modo innato. En el fondo, se trata de conocernos más a nosotros mismos e intentar conocer mejor a nuestros hijos para ayudarles a activar sus propias defensas naturales y a recuperar el equilibrio emocional".

Un sondeo fugaz entre amigos y conocidos que tienen hijos me lleva a dar la razón a la psicóloga americana: lo desconocemos todo -o casi todo- sobre el estrés infantil.

Carmen tiene una hija de nueve años que se estuvo quejando de frecuentes dolores de estómago. De ahí pasó a desvelarse por la noches y a mostrar una creciente desgana. Se refugió en el silencio; tardó varios meses en confesar que la raíz de sus males estaba en el colegio, y sobre todo en un profesor, que más de una vez la ridiculizó por su ignorancia ante sus compañeras. Con el cambio de escuela, la niña ha recobrado el aliento vital y se ha vuelto a asomar al mundo con la alegría de antes. Carmen respira aliviada, aunque no acaba de explicarse cómo tardó tanto tiempo en percatarse del estrés que estuvo a punto de arruinar la salud física y mental de su hija.
Oscar, el hijo de Laura y Antonio, se pasa siete horas diarias en la guardería. Su padre, periodista, apenas le ve durante la semana, y de algún modo se siente en deuda. Por eso decide llevarle a clase de natación los sábados y los domingos. A Oscar, que chapoteaba como un pez, empieza a darle miedo el agua. Los ataques de pánico se reproducen cuando se avecina la hora de la piscina. Antonio se da cuenta y renuncia: bastante tiene el chaval con la "jornada" diaria. A veces nos olvidamos que, también ellos, se merecen descansar los fines de semana.

Pilar sabe que el estrés maternal se contagia, y que sus hijos de seis y tres años empezarán a comportarse mal si la notan nerviosa. "La teoría me la sé; lo difícil es llevarla a la práctica", dice. El estrés que entra en su casa estalla de forma inmediata... y de la misma manera se va: "Aunque se instale durante unos minutos el caos, siempre encontramos un modo de capear el temporal".

A veces, lo que mejor funciona es los momentos críticos es la ruptura: unas carreras por el pasillo, la pausa del baño, un juego predilecto que actúa como resorte en la imaginación del niño. En ocasiones, lo ideal es embarcarnos con él en una suerte de flujo: cantar a dúo una canción, poner a toda la familia a bailar, o convertir en pequeños rituales las faenas domésticas. Conozco un amigo con tres hijos que hace venir a casa a una profesora de yoga dos veces por semana; esos momentos se han convertido para ellos en un rompeolas del que salen tremendamente relajados y fortalecidos.

La intuición -y la experiencia- me dice que la mejor forma de prevenir el estrés de los niños es trabajando primero en nosotros mismos como padres. Si no somos capaces de dejar atrás preocupaciones y agobios, si no podemos aterrizar con ellos en el momento presente, difícilmente captaremos sus señales. No se trata de doblar el espinazo y someterse a la implacable tiranía infantil, sino de ser más receptivo y no acabar atrapados con ellos en el mismo callejón sin salida.
Simplificar nuestros hábitos es también otra manera de protegerse. El "silencio electrónico" debería ser obligatorio en esos hogares con dos o tres televisiones, consola de vídeojuegos, ordenador, estéreo, "walkman", teléfonos, móviles y juguetes que lo llenan todo de ruido. Habría que "blindar" nuestras casas contra el estrés y convetirlas en remansos de paz, frente al ritmo impetuoso de la vida moderna.

Pero tendríamos sobre todo que permitir que los niños sean niños, y no compulsivos aprendices de adultos. Lo expresa mejor nadie David Elkind, autor "The hurried child" ("El niño apresurado"). En su boca ponemos esta última reflexión, sin edades ni fronteras:

"El concepto de infancia está en grave amenaza de extinción en esta sociedad que hemos creado. Los pequeños son las primeras víctimas del estrés: nadie como ellos sufre las consecuencias de los vertigionosos cambios por los que estamos pasando. Y los padres se sienten como en una olla a presión, incapaces de encontrar su sitio en un mundo lleno de exigencias, transiciones e incertidumbres".

Diez sugerencias para prevenir el estrés en los niños

1.- Póngase frecuentemente en el lugar de su hijo. Trate de ver las cosas desde su perspectiva. No le subestime ni considere que es "demasiado pequeño para padecer estrés". El mínimo cambio en su rutina puede crearle tensiones.


2.- Aprenda a interpretar los síntomas de estrés infantil. Una de las primeras señales puede ser el insomnio. Algunos niños los interiorizan en forma de dolores de estómago, migrañas o fatiga. Otros los manifiestan con tics como morderse las uñas o tirarse del pelo, o en forma de rabietas y
ataques de agresividad.


3.- No les programe en exceso, ni les contagie su ritmo acelerado de vida. Evite la sobrecargar de actividades tras la jornada escolar. Déjeles todos los días tiempo libre para jugar, correr al aire libre o no hacer nada en parcticular.


4.- Enséñeles a relajarse. Practique con ellos yoga o compartan todos los días unos minutos de baile o de ejercicio físico. Aproveche momentos como el baño para rebajar la tensión. Aprenda a darles masajes ocasionalemente.


5.- No les reprima por sistema; ayúdeles a expresar su frustración. En situaciones límite, permítales que griten contra una almohada o que corran hasta que se cansen y remita la ansiedad.


6.- Procure no transmitir sus preocupaciones de adulto al niño y mucho menos descargar sobre ellos su propia tensión. Los niños tienen siempre a sus padres como puntos de referencia, y es muy fácil que se contagien del estrés.


7.- Hable con sus hijos. Aproveche el momento de la cena para celebrar un cónclave familiar. Enséñeles a exteriorizar sus sentimientos.


8.- Controle el tiempo que pasan delante de la televisión y de los ordenadores, que pueden provocar lo que se conoce como estrés visual.Estimule la interacción con otros niños.


9.- Vigile la dieta; en especial, la ingestión de azúcar. Nada de comida-basura, ni de bebidas refrescantes (con un alto contenido en cafeína).


10.- Cultive la risa: el humor compartido es a veces la mejor de las terapias para aliviar las tensiones.