Bueno, más bien, cuidado con los carteristas.
El lunes iba tan tranquila en el tren, con Teo en el carro. Tengo el convencimiento de que al bajar del tren me robaron la cartera. Me ayudaron tres personas (mucha gente para ayudar a bajar un carro, sí) y en la confusión de tanta gente y tal, pues uno de los dos que me ayudaban desde dentro del tren me abrió la mochila y me quitó la cartera, fastidiándome el día. Además de la cartera se llevó mi tiempo, que tengo en gran estima, ya que a partir de un robo hay que denunciar, solicitar tarjetas sanitarias, carnets de biblioteca, renovar dni... Casi me da un jamacuco, y no por el dinero que se llevó (20 eurillos) si no porque ando fatal de tiempo, casi a contrarreloj, y esto me desmontaba el puzzle. Pero bueno, una vez te metes en burocracia, lo asumes y listos.
Tras el incidente no es que desconfíe de las ayudas, la verdad, pero sí me viene a la mente lo que ocurrió el lunes y me pongo alerta. Pero vamos, cuando viajas en transporte público por Madrid y llevas carrito, vas vendida. Vendida a que nadie te eche una mano o a que te la eche alguien para arruinarte el día. Pero como en general me encuentro con personas que te echan un cable mientras hacen carantoñas a Teo, seguro que en breve seguiré siendo tan despistada y confiada como hasta ahora.
El policia que me tomó la denuncia me comentó que estaban llegando muchos casos así, de aparentes buenos samaritanos, así que ojo cuando vayáis con el carrito.
Ala, finalizo la serie de las tartas con una invitación, para endulzar el momento robo, jejeje