martes, 8 de abril de 2008

Educar emocionalmente




Traigo este artículo desde la página web de entrecomadres. Su autora es Soledad González, a la que muchas veces he mencionado, como Solecilla o Sole. Es un artículo largo, lo sé, pero es que me parece muy interesante. Es un tema del que he subido muchos textos, pero sin duda, faltaba éste.




La imagen esta vez es de Mónica Calvo




--------------------------------------------------




ELEMENTOS NECESARIOS:

-CONOCER NUESTRAS PROPIAS EMOCIONES
-ESCUCHAR: lo que dicen y lo que no dicen.
-VERBALIZAR
-ACEPTAR
-EMPATIZAR
-FACILITAR QUE EL NIÑO RESUELVA POR SI MISMO LAS EMOCIONES O SITUACIONES.


Los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Nos sentimos muy satisfechos, lógicamente, cuando en el colegio nos dicen que nuestro hijo es inteligente y que no tendrá problemas con los estudios. Pero ¿debemos conformarnos con esto? ¿El buen resultado académico lo es todo? No. Puede ser que nuestro inteligente hijo tenga problemas para relacionarse con sus compañeros, o sea inexpresivo, o incapaz de gestionar ni controlar sus emociones, enfadándose en exceso cuando algo sale mal. Los estudios del profesor Goleman, el “padre” de la inteligencia emocional, revelan que algunos niños cuyo desarrollo académico era pobre, ocupaban luego puestos de mucha responsabilidad, gracias a la posesión de una desarrollada inteligencia emocional. En la otra vertiente, también demostró que muchos muchachos con un brillante currículo académico, pero con un manejo deficiente de sus emociones, no eran capaces de ocupar aquellos puestos que por el currículo les habrían correspondido, o bien eran incapaces de ser felices en su vida diaria.

Otra de las afirmaciones que hizo Goleman es que este aprendizaje se debe comenzar en edades tempranas, antes de que el niño llegue a la escuela. Si las familias no realizamos esta tarea de alfabetización emocional llegaran a la comunidad escolar (como es ya frecuente ver) niños que no controlan sus emociones, que tienen respuestas exageradas, desproporcionadas y fuera de tono cuando se les pide cuentas sobre cualquier pequeño problema fácilmente superable. Aprender a moderar los impulsos, resolver los conflictos mediante el dialogo, interpretar correctamente los comportamientos y ser capaz de predecir los sentimientos de los demás y muchas mas cosas. Todo eso se enseña utilizando la inteligencia emocional en la educación de nuestros hijos.
Para que se produzca un elevado rendimiento escolar, se deben dar en el niño determinadas características, además de la inteligencia “clásica” medible con un test:
-confianza en si mismo -curiosidad por descubrir -sensación de ser capaz y eficaz -autocontrol -relación con el grupo de iguales -capacidad de comunicar -capacidad de cooperar con los demás.

Ver los momentos emocionales que surgen en nuestra vida diaria con los niños como oportunidades para la vinculación y el aprendizaje, en lugar de verlos como una carga, un problema que hemos de solucionar no se da de forma espontánea en todos nosotros (mas bien, yo diría en casi ninguno ¿Quién piensa en aprender cuando nuestro hijo nos abraza o monta un berrinche de órdago?). Pero es un cambio de actitud que es necesario hacer si de veras queremos iniciar a nuestros hijos y nosotros mismos en la educación emocional.
Todos estamos programados para lidiar con las emociones de un modo diferente. Existe la actitud despreocupada de quien ve los sentimientos como algo tonto y sin relevancia y si el niño se muestra triste o dolido este tipo de padres dirá: así es la vida, y cuanto mas pronto te des cuenta, mejor.

Otra actitud posible es la de los padres que consideran que sentimientos negativos como la tristeza o la ira, son peligrosos y tratan de librar al niño de ellos lo más pronto posible, reemplazándolos por sentimientos positivos. Por ejemplo ante el niño a quien se le ha escapado el globo y llora desconsolado le dicen: no llores mas, que yo te comprare un helado para que te contentes.

A otros la expresión de las emociones les hace sentir incómodos. Y por ello trataran de evitar o ignorar los sentimientos de sus hijos, recurriendo a amenazas para controlar su comportamiento emocional. Y hay muchas más actitudes corrientes respecto a las emociones del niño que no son positivas en términos de educación emocional (la verdad es que repaso esta lista y veo que…casi siempre me equivoco, al menos en primera instancia):

-rescatar: no te preocupes, mama va a hacer que esto no te pase más para que no estés triste.
-castigar: no puedes ponerte así por esto que además ha sido tu culpa. Vete a tu cuarto.
-resolver el problema: no llores, que te compro ahora mismo otro globo/ yo hablo con ese niño para que….
-moralizar: si hubieras recogido tus juguetes no se habrían estropeado. No vengas ahora llorando.
-negar: no te sientas mal, no fue culpa tuya que la lluvia estropeara los juguetes.
-humillar: ¡como puedes ser tan irresponsable! Ahora mismo llamo a tu padre y le cuento que te has dejado los juguetes en el jardín y se han estropeado.
-demostrar lastima: oh! Esta lluvia mala. No tendría que haber llovido para que no se estropearan los juguetes.
-aleccionar: esto te enseñará a mantener tus juguetes guardados, señorita.

Y esto es solo una lista parcial de actitudes destinadas a frenar los sentimientos. Con estas actitudes pretendemos enseñar a nuestro hijo una lección, y los resultados son a menudo muy diferentes. Con ellas logramos que el niño se centre en que no está bien sentirse triste o culpable, en lugar de centrarse en el reconocimiento de sus sentimientos, la aceptación de los mismos y la búsqueda de soluciones.

Las emociones, todas, incluso las negativas forman parte de nosotros y por tanto de una persona sana y feliz. Aprender a reconocerlas, aceptarlas y manejarlas es algo que los padres pueden u deben transmitir.


-CONOCER NUESTRAS PROPIAS EMOCIONES:
Podremos ayudar mejor a que nuestros hijos conozcan y manejen sus emociones si conocemos previamente las nuestras, como las sentimos, como las manejamos, como nos desenvolvemos con ellas. Por ejemplo, es importante que nos hagamos las siguientes preguntas:

-¿Cómo manejas tus emociones, especialmente las negativas como la ira o la tristeza?
-¿Cómo cambian tus emociones a lo largo del DIA?
-¿Cuántas palabras relativas a emociones como frustración, preocupación, alegría, tensión…utilizas a lo largo del día?
-¿Cómo manejas la situación de tener que lidiar con dos o mas emociones simultáneamente?

Los padres y cuidadores que están en contacto con sus propias emociones pueden relacionarse mejor con las emociones de los niños. Como todo buen guía, un padre que conoce el terreno conducirá mejor a sus hijos a través de el.

Por otro lado, padres y cuidadores atraviesan a lo largo del día la serie completa de emociones a través del niño. ¿Quién no comparte el orgullo y la alegría de un niño que nos enseña su última obra de arte? ¿Y como no sentir ira cuando el niño no deja de gritar en el supermercado porque no le hemos comprado las chuches que nos pedía?

Debemos aprender a compartir con el niño nuestras propias emociones cuando sea adecuado. Esto supone enseñarles además que somos capaces de controlarlas. Por ejemplo, decirle a un niño chillando que estamos enfadados con el, cuando nuestra ira es obvia y estamos fuera de control, es compartir una emoción, pero es menos didáctico para el niño, que si somos capaces de, sintiendo la misma ira, decirle con la mayor calma posible: ahora estoy demasiado enfadado para que podamos hablar. Necesito tranquilizarme, hablaremos luego. De este modo, no ocultamos nuestra emoción: el enfado, pero le enseñamos a nuestro hijo que somos capaces de mantener la emoción bajo control.

-ESCUCHAR:
Estar receptivo a las emociones de los hijos pone a los padres en mejor posición para ofrecer apoyo, comprensión durante los momentos difíciles de ira, tristeza frustración, y también para celebrar junto con ellos los momentos de alegría, felicidad y risa.

La forma de transmitir los sentimientos es diferente en diferentes etapas de la vida de un niño. Es fácil adivinar que un bebé que ríe está feliz, y que un bebé que llora se siente desdichado. Pero no siempre es fácil ir mas allá, y no todas las emociones son tan evidentes.

Cuando un niño ya puede hablar, debemos escucharle. Es imprescindible hacerlo atentamente (no a la vez que hacemos la cena y vigilamos al hermano pequeño). Si en ese momento no podemos dedicarle toda nuestra atención, es mejor decírselo así, y aplazar la conversación a un rato mas tarde: cariño, eso que me cuentas parece muy importante/parece que te afecta mucho/te resulta muy complicado…y ahora mamá/ papá tiene que hacer esto. Pero dentro de media hora estaré libre para escucharte con la atención que merece lo que me cuentas. Pero si existe la posibilidad de pararnos y escuchar atentamente en ese momento, debemos hacerlo: cariño, eso que me cuentas me parece muy importante. Me sentaré contigo para que me lo expliques mejor, aunque luego tengo que seguir haciendo la cena. (Esto, además le hará sentir muy importante y especial)

La forma de escuchar a los niños debe dejarles claro que estamos prestándoles atención y que tomamos en serio lo que nos dicen.

-tipos de escucha:
Atención activa: es una técnica muy adecuada para iniciar una conversación con niños. Exige que los padres sean capaces de ponerse en el lugar del otro, de forma que pueda descifrar los mensajes emocionales de manera correcta.
Por ejemplo: una chica le dice a su padre: ¿papá, que clase de chicas te gustaban cuando eras joven?
-supongo que lo que te preguntas es como debes ser para gustar a los chicos ¿es eso?
-si, tengo la sensación de que no les gusto, y no ser porque es.

El padre ha descifrado correctamente el mensaje y ha expresado lo que le sucede a su hija, dándole un nuevo sentido a la conversación: el problema no es averiguar que encontraba su padre atractivo en las chicas, sino los problemas de inseguridad en si misma de la hija.

O bien, Sandra de tres años se dispone a ir a la playa con la chica que la cuida. Yo acabo de volver de trabajar (sin comer aun) y cansada (todo esto Sandra no lo sabe) en el momento de salir, dice que no quiere ir a la playa.
-¿no quieres ir a la playa?
-no
-bueno, pues tata se lleva a Carlos y tu te quedas conmigo
-nooooo,¡si quiero ir!
-bueno, pues prepárate, porque tata ya se va.
-nooooooooo ¡no voy!

…. Y sí un buen rato, y la cosa comenzó a convertirse en una rabieta autentica. Hasta que su madre, o sea, yo, descifra lo que subyace bajo ese aparente berrinche sin sentido:>/BR> -Sandra, tu quieres ir a la playa, pero quieres que yo vaya con vosotros ¿verdad?
-si.
-pero mama aun no ha comido, y acabo de llegar muy cansada de trabajar. Yo voy a bajar luego a buscaros a la playa, y te prometo que mañana vamos a pasar los tres juntos todo el día en la playa.
-vale.

Y Sandra se fue a la playa sin una protesta más.
-Escucha pasiva: Es posible que para un niño resulte más fácil hablar sobre sus experiencias y emociones si le escuchamos sin interrumpirle para expresar rápidamente nuestra opinión. Se trata de darle mientras habla señales inequívocas de que le estamos escuchando atentamente y que nos interesa lo que dice, hablando nosotros lo menos posible:
Un ejemplo:
-hoy me han mandado al despacho del director
-¿a si?
-si, dijo el profesor que hablo mucho en clase
-¡vaya!
-no soporto a ese profesor. Además me tiene manía, y sus clases son muy aburridas
-hummmm
-como la clase es tan aburrida, por eso nos pasamos el rato haciendo el tonto.
-…(mantener contacto ocular, postura atenta)
-cuando tengo clase con otros profesores atiendo y participo, pero con este, se me quitan las ganas de aprender.
-…(idem)
-¿Por qué se habrá hecho profesor?
-…(encogiéndose de hombros)
-bueno, de todos modos no queda mas remedio que acostumbrarse a el, ya que será mi profesor todo el curso y no me puedo pasar el tiempo en el despacho del director.
De este modo el niño ha encontrado la forma de expresar sus sentimientos de ira y frustración, y también ha podido calmarse y encontrar la solución por si mismo, lo que además le permitirá en el futuro asimilar situaciones similares.

La forma habitual de comportarse el padre habría sido ante las primeras confidencias una respuesta del tipo ¡seguro que te has pasado la clase charlando! ¡Tu te los has buscado!....de este modo, el niño no habría seguido hablando, se habría sentido incomprendido en sus sentimientos y difícilmente habría podido encontrar solución.

En este tipo de escucha, aunque se llame pasiva, es necesario transmitir al niño mediante expresiones o nuestro lenguaje corporal que le escuchamos atentamente y que nos resulta interesante y nos importa lo que esta diciendo: mantener el contacto ocular, situarnos a su nivel, mantener al niño abrazado mientras habla, utilizar algunas expresiones verbales (¿de veras? ¿Si? ya veo, cuéntame más, no te he entendido bien, ¡que interesante! Hummmm…..). Esto da continuidad a la conversación, y evita expresar opinión o dar solución, y a la vez transmite interés y aceptación de lo que nos están diciendo.

Con niños más pequeños, puede ser más difícil que esto conocer sus sentimientos y las causas que los provocan. A veces es necesario convertirse en detective, para descifrar lo que pasa en sus cabezas.

Puede que las emociones que siente no sean aparentes, pero un pequeño que se vuelve retraído y se enfada frecuentemente con su hermana pequeña, puede estar sintiéndose inseguro sobre su papel en la familia, o envidioso de la atención que se le presta a ella. Una niña que iba contenta a la guardería y de pronto no quiere ir, puede que no tenga nada que ver con la guardería: un cambio en el tiempo que sus padres le dedican, el hecho de que uno de sus amiguitos haya decidido trabar amistad con un nuevo compañero, puede estar haciendo que sienta en peligro el vinculo con sus padres, o puede sentirse rechazada por su amigo.

Las pistas las podemos encontrar en su rostro, en su actos, en la actitud de su cuerpo (decaído, tenso…), en sus juegos (es muy importante escucharles cuando juegan, atendiendo a lo que ponen en boca de sus muñecos), en sus sueños (sus pesadillas nos abren una ventana a las emociones del niño). De un modo muy simple podemos adquirir e implantar en los niños el hábito de hablar diariamente de cómo se han sentido a lo largo del día. Incluso con bebes que no saben hablar, podemos realizar un juego consistente en que el padre o madre se pinta en los dedos de la mano caras con distintas expresiones asociadas con sentimientos: alegre, triste, asustado, enfadado, sorprendido… y utilizando estas caritas el niño nos puede mostrar como se ha sentido en relación a los diferentes acontecimientos del día. Cada una de estas caras puede ir contando su día. Después de haber escuchado todas las historias se puede pedir al niño que escoja el que mas se identifica con sus propios sentimientos en relación a ese día o suceso. Es importante que el niño no perciba que tratamos de decirle lo que tiene que sentir, sino que perciba que es libre de expresar cuales han sido sus sentimientos. Es una técnica para escuchar al niño. En estas circunstancias, compartir con ellos nuestras propias sensaciones ayuda a abrir la conversación: mi mejor momento del día fue cuando….y el peor fue….me sentí triste/ enfadada/ frustrada….me hizo sentir mejor….Si ha habido algún momento o evento del día especialmente malo o frustrante, podemos incluirlo en la conversación explicando nuestro punto de vista, escuchando el de ellos y tratando de arreglarlo (disculpándose si se nos ha ido la cabeza y hicimos una montaña de algo poco importante o si hemos desatendido o malinterpretado sus actos)

Los juegos con títeres o marionetas, en los que se le pregunta no directamente al niño, sino a la marioneta que porta sobre diferentes temas, también nos permiten aproximarnos a sus verdaderos sentimientos. Y finalmente los cuentos y los libros en los que el niño puede interpretar la motivación de las emociones que expresan los personajes, y hablar de ellas sin sentir que habla de si mismo. Se pueden utilizar libros concebidos para este fin. Pero también por ejemplo, libros en los que se muestran cuadros de pintores famosos, con retratos de personas en diferentes situaciones y actitudes.

Todo esto son estrategias que debemos considerar en situaciones en las que sospechemos que a nuestro hijo le sucede algo que no es capaz de identificar o expresar, ya que conocer a través de la escucha lo que le pasa es el primer paso para ayudarle a reconocer y manejar esas sensaciones.


-VERBALIZAR:
Es necesario ayudar al niño a construir un vocabulario que le permita expresar los sentimientos, tanto como ayudarle a conocer de donde vienen estos.

Desde que nace un bebe podemos ya ayudarle con esto. De hecho, poner en palabras las sensaciones que notamos en un niño es una de las tareas que corresponde a la madre en el proceso de vinculación: un recién nacido llora como expresión universal de cualquier incomodidad, y es la madre, diciendo “ya tienes hambre ¿verdad? Ahora mama va a darte de mamar” o bien “estas cansado, vamos a dormir un poquito” o “¿has hecho caca? Vamos a cambiar el pañal” la que pone la etiqueta a esa sensación, de modo, que a medida que crece el bebe puede ir discriminando: “ah esto que siento es hambre, y se quita comiendo” o bien: esto que noto es sueño, y se resuelve durmiendo, o bien, así me siento cuando el pañal esta sucio y necesito que me lo cambien.

Y a medida que se hacen mayores podemos incluir ya los sentimientos: te sientes mal/ frustrado/enfadado porque no has podido abrir ese bote, puedes probar así/ a ver si entre los dos podemos/ inténtalo más suavemente/ aun eres un poco pequeño para poder hacer eso, yo puedo hacerlo por ti. Aun será pequeño para reconocer el mismo sentimiento en otra ocasión, pero ponérselo en palabras para el una y otra vez, hará que se vaya conformando en su cabeza un esquema de las emociones, al igual que de bebe se forma el de las sensaciones.

Es importante intentarlo siempre. Aunque el niño este demasiado enfadado, debemos explicarle que esta enfadado y que por eso llora o pega. Aunque acto seguido le expliquemos que pegar no es valido como expresión por muy enfadado que este. Cuando Carlos monta en cólera con su hermana porque no le deja un juguete o por cualquier otra cosa y preveo que va a soltar la mano, le sujeto las dos manos con suavidad y me coloco a su altura: estas muy enfadado con Sandra porque no te deja ese juguete. No puedes pegarle para decírselo, pero puedes usar la boca: di: estoy enfadado (lo repite) y ahora pidele el juguete con la boca en lugar de pegando: (lo pide en su media lengua). En este caso cuento con la colaboración de Sandra casi siempre, y si no es así, busco yo la manera de que ambos puedan jugar con ese juguete o encuentro algún sustituto para uno de los dos. El caso es que consigue frenar a Carlos, me permite felicitarle por haber hecho bien las cosas a pesar de estar muy enfadado, y normalmente, pasado el momento álgido, (se enfría el sentimiento descontrolado) es relativamente fácil que entre todos encontremos algún remedio. A veces lleva bastante rato. Pero a cambio me permite enseñar a Carlos como puede parar a tiempo una agresión. Y a veces no funciona, o sea, o no llego a tiempo y Carlos ya le ha pegado, o bien a pesar de los esfuerzos Carlos acaba teniendo un berrinche. Y a veces, las menos, los dos acaban teniendo un berrinche. Pero creo que las veces que funciona sirven de aprendizaje para todos nosotros.

Cuando ya son mayores y capaces de comprender lo que sienten, puede que ellos mismos lo pongan en palabras, pero eso no quita que nosotros también lo hagamos. Esto permite mostrarles nuestra aceptación y también nuestra empatía: Comprendo que estas triste/ enfadado/ frustrado cuando me pasa algo similar yo también me pongo triste /enfadado/frustrado. Esto le animará a profundizar en la situación, le hace saber que su sentimiento es valido, y que nosotros también lo aceptamos como tal. Fíjate que cuando me pasó a mi….lo pude resolver…..Esto le animará a buscar solucion a su propia situación.

¿Es posible que tan solo poniéndole nombre a un sentimiento pueda frenarse la tormenta posterior? Si. Se debe al modo en que el cerebro funciona: en el cerebro hay unas áreas encargadas de procesar las emociones (esto tiene lugar en una parte bastante primitiva de nuestro cerebro, que es la misma que se encarga de las reacciones instintivas: llanto, huida, agresión) , y otras áreas responsables del pensamiento lógico, el lenguaje y otras funciones cerebrales superiores (es la parte mas moderna del cerebro humano, y superior a la otra: cuando esta parte se activa, es capaz de anular las ordenes procedentes de las partes mas primitivas del cerebro). Los niños nacen con las neuronas adecuadas en estas áreas, pero carecen de la conexión necesaria entre ellas. Al tener cerca un adulto atento a sus emociones y que sepa ponerles nombre y darles una explicación, esta activando todas estas áreas cerebrales y facilitando la conexión entre ellas. Estas conexiones se hacen más fuertes cuantas más veces sucede el hecho de sentir una emoción y que esta es verbalizada, tanto más fuerte y duradera será la conexión. Como un camino que cuantas más veces se transita mas despejado y rápido es. Y cuando activamos esta conexión entre las áreas de las emociones y las del lenguaje, activamos a la vez las del pensamiento superior, lo que tiene un efecto calmante: evita que la reacción sea la propia de la parte primitiva del cerebro (la rabieta, el llanto descontrolado, la agresión) y facilita que el cortex cerebral, el cerebro superior, tome el control de la situación. Y cuantas mas veces se pone en marcha este mecanismo, mas fácil será que el cerebro superior puede dominar la reacción instintiva del cerebro inferior.

-ACEPTAR O VALIDAR:
La conversación anterior también sirve para aceptar los sentimientos del niño. Los sentimientos malos o muy grandes les puede hacer sentir inseguros. Saber que nosotros, sus guías y ejemplos no solo aceptamos que pueda sentirse así, sino que nosotros mismos hemos pasado por ello, le proporciona seguridad. Es imprescindible que el niño sepa que absolutamente todos los sentimientos son aceptables, e inevitables (yo no elijo como me hace sentir una situación, simplemente es un hecho). A la vez que entiende que no todas las manifestaciones lo son.

Muchas veces solo saber que el hecho de expresar en voz alta sus sentimientos no provoca nuestro rechazo, sino nuestra aceptación, tiene un efecto balsámico sobre el sentimiento. Si además aprovechamos la ocasión para felicitarle por saber reconocer que se siente así y manifestarlo, será mejor aun. Tiene que haberte hecho sentir muy triste que tu amiga decidiera hoy jugar con otro niño. Eres muy lista por saber reconocerlo y muy valiente por contármelo.

Con niños más pequeños, la conversación será similar, solo que sin esperar a que reconozcan el sentimiento: te sientes frustrado porque no has podido encajar esa pieza, es normal que te sientas así. A todos nos gusta que las cosas nos salgan bien, y nos entristece cuando nos salen mal.

En ocasiones un modo de validar un sentimiento y permitir al niño que localice cual es el suyo es contar nuestras propias experiencias. Hace poco una amiga mía me contó una anécdota. Su hija de cuatro años estaba llorando sin consuelo y no quería contarle a nadie lo que le pasaba. Su madre se sentó a su lado y empezó a contarle experiencias de su vida que la habían hecho sentirse triste. Al cabo de unas cuantas anécdotas la niña le contó porque estaba triste: habían estado separando juguetes de los que hacia tiempo que no usaban para entregarlos a los niños afectados por una catástrofe. Al sacar los juguetes recordó algunos que hacia tiempo que no usaba pero que le gustaban mucho y le puso muy triste tener que entregarlos a otros niños. Pero por otro lado se sentía avergonzada ya que sabía que los otros niños los necesitaban más. Por eso manifestar su tristeza le parecía mal. Creía que no tenía derecho a sentirse triste. Saber que estaba en su derecho de estar triste, le animo a contar lo que sucedía. Y así, ella y su madre encontraron una solución: ella decidió que juguetes quería dar a los otros niños y cuales quedarse. Y curiosamente entrego sus juguetes nuevos y conservó los antiguos.

Cuando Sandra empezó al colegio tuvo una adaptación tormentosa: no solo lloraba desconsolada al llegar, sino que tenia pesadillas persistentes varias veces en la noche, dejaba de jugar para venir a preguntarme si tenia que ir al colegio mañana. Y en el colegio no jugaba con los compañeros, ni admitía que nadie la consolara si se caía en el patio, se negaba a participar en las actividades (jugar con plastilina por ejemplo), no hacia caso de las indicaciones de la profesora….vamos, una tragedia para ella, y también para mi. Parte de la solución fue visualizar en casa las rutinas del colegio, pero gran parte de la solución vino al darme yo cuenta que ella sentía que no debía llorar por ir al colegio, y el hecho de no poder evitarlo la hacia sentir aun peor. Evidentemente yo en casa le explicaba que sabía que se sentía triste, que era lógico, que casi todos sus compañeros estarían tristes aunque no todos lloraran. Pero claro, llegaba al colegio y los mensajes eran contrarios: no llores que eres muy mayor, venga que ya pasó,….. Hable con su tutora y le explique esto: que si todo el mundo le decía que estaba mal llorar, y ella no podía evitarlo, le hacia sentir aun peor. Le pedí que al recibirla, puesto que no podía detenerse (eran 23 y sin profesora de apoyo) a abrazarla y consolarla, al menos, que no se centrara en el llanto. Que no le dijera que no debía llorar. Que era preferible que le hablara de otras cosas: que guapa vienes, o te has cortado el pelo. Así ella seguiría estando triste, pero al menos no sentiría que además estaba haciendo algo malo.
-EMPATIZAR:
La empatía es una reacción emocional que suele desarrollarse en los 6 primeros años de vida. Y a su vez, es un proceso cognoscitivo por el cual somos capaces de comprender como se siente una persona, es decir: somos capaces de percibir su punto de vista. Ser capaz de interpretar las señales que nos dan los demás, y conocer sus sentimientos a la vez que nos ponemos en su lugar es un proceso muy complejo que forma parte de la educación emocional, y que debemos enseñar a nuestros hijos. Conectar son sus emociones, ponerles nombre, aceptarlas forma parte de este aprendizaje: es decir, somos nosotros empatizando con el niño, los que le enseñamos a empatizar con los demás. También podemos contribuir a este proceso de aprendizaje mostrando empatía con otras personas, no solo con el niño. Es posible utilizar situaciones cotidianas, o los cuentos, o imágenes de la televisión para comentar los sentimientos de los demás con los mismos y mostrar empatía. ¿Te das cuenta de que la niña se ha puesto muy triste porque ha perdido a su perrito? Se nota porque tiene la cabeza un poco gacha y los ojos tristes, y la boca arqueada hacia abajo. ¿Te das cuenta de que llora? Es normal que se sienta así, yo también me sentiría muy triste si me sucediera algo así, y también me hace sentir triste ver lo mal que lo esta pasando. ¿Y a ti? ¿Te sientes triste porque ella esta triste? ¿Te imaginas como te sentirías si te sucede algo parecido? ¡Mira! Ha encontrado a su perrito. ¿Has visto como se ha puesto contenta? Ahora ya no llora, y sonríe y los ojos le brillan de alegría. Una conversación como esta, enseña al niño a reconocer los signos externos que muestran una emoción, y esto le permitirá en el futuro reconocer si un amigo o un compañero de clase esta triste, o nosotros mismos. También le enseña que los sentimientos malos tienen lugar en esta vida y por tanto son validos. Que todos en unos u otros momentos pasamos por ellos. Además le estamos mostrando que es posible sentirse triste con la tristeza de los demás, y finalmente que los sentimientos pasan, y que es posible estar alegre después de una tristeza muy grande.

Otras situaciones que se ven en la televisión: catástrofes, sucesos,…muestran las emociones de la gente. Explicarlas, es nuestra misión y ayudará al niño a comprender lo que sucede a los demás, y también a tener una dimensión precisa del problema le puede ayudar a no tener pesadillas. No ignoremos nunca a un niño que pregunta que esta sucediendo en una situación concreta mientras ve el telediario, o tras una situación familiar complicada. Si no sabe como interpretar lo que ve o vive, se sentirá perdido además de percibir el malestar de los demás, por no saber interpretar lo que sucede.

La empatía se adquiere a lo largo de los primeros años de vida en diferentes fases: los bebes desde recién nacidos tienen un modo rudimentario de empatía que les hace por ejemplo fijarse en otro bebe que llora, y eventualmente llorar a su vez. Algunos estudios de Goleman demostraron también que bebes de muy corta edad son capaces de captar los sentimientos adultos y experimentar una cierta clase de angustia empatica incluso mucho antes de ser capaces de ser totalmente conscientes de la existencia de las emociones. En el foro vemos a diario (incluso le hemos puesto nombre: la paz genera paz) como nuestro nerviosismo, nuestra angustia y nuestra ansiedad se transmiten a bebes de muy corta edad. Y como el reconocer nuestros sentimientos y resolverlos, devuelve la tranquilidad al niño. Hemos visto como se dan cuenta del embarazo de sus madres antes incluso de que estas sepan que lo están probablemente por las alteraciones que se producen en el estado de animo en las primeras fases del embarazo. También hemos tenido casos de problemas laborales o de pareja que repercuten en el comportamiento de un niño que aun no es consciente de sus sentimientos ni de los de los demás. Por más que intentemos ocultarlo, las emociones producen cambios en nosotros, en nuestra actitud, en nuestra expresión, que de modo inconsciente reflejan que algo sucede. Y los niños lo perciben. En algunos estudios se observó como un bebe era capaz de percibir el estado de animo de una persona, y también el desconcierto del bebe cuando esa persona trataba de ocultarlo. Por esto siempre es recomendable no ocultar los sentimientos de los adultos a los niños: saber qué es lo que sucede, y saber porque esta originado, y saber que las personas que tiene como referentes son capaces de identificar lo que pasa y ponerlo en palabras, una vez mas activa el cerebro superior, y le permite al niño utilizar la lógica y otras funciones superiores para enfrentarse a la situación, lo que anula las reacciones instintivas (miedo, llanto, huida) provocadas por la emoción en su cerebro primitivo.

He contado en varias ocasiones que cuando sandra era aun un bebe, no tenia aun un año, tuve que someterme a una pequeña intervención: me colocaron dos implantes. Fue un compañero mio, y me los puso a ultima hora, la intervención termino a las 9 de la noche. Sandra nunca fue buena dormidora, pero jamas lloraba para dormirse: yo la mecia y le cantaba en brazos y tardara lo que tardara jamas lloraba. Cuando empecé a dormirla esa noche, su padre salió a buscar una pizza para cenar, asi que me quedé sola con ella. Y empezo la tragedia: yo notaba ya algo de dolor, y estaba impaciente por tomar un analgesico. Y sandra empezó a llorar, y llorar, y retorcerse. Y yo a desesperarme, a notarme mas dolorida y a desear con todas mis fuerzas que se durmiera YA. Fueron tres cuartos de hora que se me hicieron una vida entera. En el momento que oí la puerta de la calle, suspiré de forma espectacular y me dije ¡POR FIN!....y antes de que mi marido llegar a la puerta de la habitación sandra se habia dormido. ¿Qué habria sucedido si yo me hubiera simplemente levantado a tomar un analgesico?¿y si le hubiera dicho a la niña como me sentia y porque estaba yo tan rara?

Entre el primer y segundo año de vida, entran en una fase en la que son capaces de darse cuenta de que la tristeza del otro no es la suya, y pueden tratar de consolar a la persona que ven sufrir.
A los 6 años entran en la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad consciente de ver las cosas desde el punto de vista del otro y actuar en consecuencia. Esta tipo de empatía ya no precisa de comunicación emocional (no necesita ver a alguien llorar para darse cuenta de que en esa situación se siente triste) debido a que el niño, ha desarrollado ya un modelo interno de cómo puede sentirse una persona en determinadas situaciones.

Mas adelante, a los 10 o 12 años amplían su círculo de empatía a personas que no son de su entorno cercano. Es una etapa de empatía abstracta.

Por regla general tratamos de proteger a los hijos de las situaciones conflictivas. Deseamos que no perciban los problemas o que no tengan contacto con nuestros sentimientos negativos o con los de los demás. Pero podemos ayudarles mucho mas si les explicamos la situación con detalle, si les mostramos nuestros sentimientos y el modo en que luchamos por resolver la situación que sea mas o menos difícil, y les enseñamos como nos dominamos para no dejarnos llevar por la emoción de modo que podamos buscar mejor las soluciones. De este modo ellos aprenden que esta es la manera de actuar. Es importante por tanto:

-no ocultarles los sentimientos
-no ocultarles los errores
-no temer decirles la verdad.


-BUSCAR SOLUCIONES:
Lo principal es intentar siempre que sea posible que ellos mismos o con nuestra ayuda resuelvan la situación. Les podemos animar simplemente escuchando lo que tienen que decir, contandoles alguna experiencia pasada nuestra, o mejor aun suya.

Es importante que cuando el sentimiento es negativo, el niño sepa separar el problema de si mismo: tengo un problema pero no soy un problema. Para esto es fundamental no culparle nunca por tener una emocion negativa (por ejemplo celos de un hermano: no es incorrecto tener celos, ni pensar que estaba mejor sin su hermano, aunque si lo sea expresarlo por ejemplo con una agresión).

Una posible estrategia es poner nombre al problema: el nombre puede ser un sustantivo que les haga enfadar, que no le guste o le produzca rechazo para que se anime a luchar contra el y vencerle: asi ve que lo malo no es el, sino esa reacción negativa que controla su conducta.

Tambien poner los problemas por escrito puede ayudar a que el niño tome distancia con el hecho y sus sentimientos y le permita encontrar una solución. Todo ello va encaminado a que los niños externalicen sus conflictos y los vean como algo abordable y que es posible solucionar.

Pero lo mas importante es que después de todos los pasos anteriores: escuchar, nombrar, validar, empalizar…dejemos que el niño hable: del sentimiento, de su origen y trate de buscar una solución (si la hay) al problema.

Volviendo al ejemplo del principio: un niño que se deja los juguetes en el jardin y se le estropean. Hay que escucharle, hacerle saber que esta triste y que es normal, que le comprendemos y somos capaces de ponernos en su situación. Permitir que llore si lo necesita. Y cuando se encuentre mas tranquilo pedirle que nos cuente si a el se le ocurre algun modo de que no vuelva a pasar lo mismo.

Si la situación es mas complicada: por ejemplo, un niño que esta triste porque su padre se se va a pasar una semana fuera de casa: tras reconocer, verbalizar y empalizar, podemos pedirle que nos cuente si hay algo que le haria sentir mejor. Si es muy pequeño podemos sugerirle ideas: ver fotos del padre, llamarle por telefono…


-CONCLUSIONES:
¿En que ayudara todo esto a nuestros hijos? No solo les permitirá superar con nuestra ayuda las situaciones emocionales. Este ciclo repetido cuantas mas veces mejor, permitirá al niño en el futuro a autoaliviarse, cuando no cuente con nuestra presencia y ayuda. Una persona que es capaz de superar una situación emocional, y reenfocarse en la búsqueda de soluciones o en otra actividad, tendrá superados gran parte de los problemas que le puedan surgir. Como mucha veces el objetivo es dotar a nuestros hijos de estrategias que les permitan salir adelante lo mejor posible por si mismos. Si hemos creado en su cerebro los circuitos necesarios como para que el sepa reconocer sus emociones y validarlas, se sentirá mas capaz de superarlo. Asi mismo le estamos dotando de la capacidad de comprender a los demas, ponerse en su lugar y ayudarles.

Evidentemente es difícil ser capaz de hacer esto el 100% del tiempo. No es imprescindible. Incluso los padres mas conocedores de este tema y que mas esfuerzo hacen, se estima que hacen este recorrido tan solo el 50% del tiempo. Y hay situaciones en las que nos resulta imposible, sea por desconocimiento, por las circunstancias…no sucede nada. Cuantas mas ocasiones, buenas y malas aprovechemos para compartir los sentimientos con los niños mas estaremos fortaleciendo sus recursos emocionales.

A efectos practicos: tratar a nuestros hijos como querriamos que les trataran los demas:
-seamos conscientes de nuestros propios sentimientos y los de los demas (y de nuestros hijos).
-mostrar empatía y comprender los puntos de vista de otras personas (y de nuestros hijos)
-hagamos frente de forma positiva a los impulsos emocionales. Mostremos autocontrol.
-utilicemos nuestras dotes sociales a la hora de manejar las relaciones con los demas (y con nuestros hijos).


-BIBLIOGRAFIA:
http://www.inteligencia-emocional.org
http://www.psicologia-online.com
http://www.cyberpadres.com


-RECURSOS:

-LIBROS PARA LOS PADRES:
-el mundo emocional del niño. Isabelle filliozart.
-la ciencia de ser padres. Margot sunderland.
-LIBROS PARA LOS NIÑOS:
-vege Tal como te sientes. Es un libro en el que se han utilizado fotografias de vegetales para refejar todas las posibles expresiones faciales de los diferentes sentimientos, buenos y malos. Permite enseñar al niño las caracteristicas de los sentimientos, y tambien se puede usar para que el niño identifique los suyos.
-cuentos para sentir: una colección de cuentos que ayuda a comentar cada uno un sentimiento diferente..
-veronica monreal. Una colección de cuentos que repasa todos los sentimientos (filins, los llama la autora) poniendoles “figura” y en cada libro se habla del sentimiento contrario. Son muchos libros de la a a la z. incluye sentimientos como el yuyo (diferente del miedo) y la ñoñeria. Os aseguro que es fantastica.