domingo, 13 de abril de 2008

Redes de mujeres

Hace unos días, hablaba con una gran amiga que vive al otro lado del Atlántico, de la red de madres en la que las dos estamos inmersas. Yo quería escribir algo para la revista del cole de mi hija, porque me parece que el tener una red, una comunidad de iguales en la que apoyarte es muy importante. Parece que los padres de hoy en día vivimos muy pendientes de lo que opinen los profesionales (pediatras, psicólogos infantiles, educadores,...) y nos hemos olvidado de mirar dentro de nosotras, de escuchar a nuestros hijos como personas individuales, de aprender de las experiencias de los demás y ser el soporte de otras madres y padres más allá de los corsés que puede poner la opinión de un experto.

En general, vivimos en ciudades grandes, donde reinan las prisas, y es complicado tener un grupo de apoyo con el que te identifiques y crezcas como persona. Supongo, que esa circunstancia, unida al desarrollo de las tecnologías, ha hecho que crezcan como la espuma las comunidades virtuales. En internet existen foros de cualquier cosa que se nos pueda pasar por la cabeza, así que no es de extrañar que haya madres haciendo piña a través de la pantalla del pc. Muchas hemos encontrado compañía y una forma parecida de vivir la maternidad. Vamos aprendiendo unas de otras y nos ayudamos a conectar con nuestro interior, para que florezca lo mejor de nosotras mismas como madres, como mujeres.


Este texto de Laura Gutman viene a hablar, en parte, de lo que yo quería comentar en ese escrito ficticio que no sé si algún día verá la luz en el periódico del cole de mi hija. Lo he visto en okemakus
La imagen es de Samuel Ribeyron
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No me cabe ninguna duda que los seres humanos estamos diseñados para vivir en comunidad. En cambio la modalidad que impera en las grandes ciudades modernas, da prioridad a las familias nucleares, prefiriendo aún más a las familias constituidas por una sola persona. Este sistema suele generar buenos frutos económicos, al menos para unos pocos.

Por otra parte, la mayoría de las mujeres modernas hemos elegido terminar una carrera universitaria o lograr un buen puesto de trabajo, en lugar de tener una vida semejante a la de nuestras madres y abuelas.

Pero cuando –casualmente y contra todos los pronósticos- nace un niño, la soledad y el desconcierto para las madres es moneda corriente. Porque no hay comunidad que nos avale, nos sostenga, nos ampare, nos transmita sabiduría interior, o satisfaga cualquier necesidad, física o emocional.

Muchas de nosotras pretendemos atravesar la maternidad utilizando los mismos parámetros con los que estudiamos, trabajamos, tomamos decisiones, luchamos, nos hacemos valer, generamos dinero, elaboramos pensamientos o practicamos deportes. Confiamos en que la maternidad no podría ser más compleja que lidiar con cincuenta empleados a cargo todos los días. Sin embargo...solemos comprobar que se trata de otro nivel de complejidad.

La mayor dificultad consiste en “dejar el mundo real” para “ingresar en el mundo onírico” de la fusión mamá-bebé, y aunque cada una de nosotras reacciona en forma diferente durante el puerperio, sólo en la medida en que estemos bien sostenidas, estaremos en condiciones de sostener al bebé.

Hoy no tenemos aldea, ni comunidad ni tribu ni vecindad en muchos casos. A veces tampoco familia extendida. Pues bien, necesitamos crear apoyos modernos y solidarios. De lo contrario no es posible entrar en fusión con el bebé. No es posible amamantarlo, ni fundirse en sus necesidades permanentes.

Las mujeres tenemos que organizarnos. Una posibilidad es crear grupos de apoyo, o de encuentro, o grupos de crianza abiertos para que las madres encontremos compañía con nuestros hijos en brazos, comprensión de nuestros estados emocionales y aceptación de nuestras ambivalencias.

Otra figura que en la actualidad me parece fundamental es la “doula”. Hay “doulas” preparadas para acompañar a las parturientas y otras especialmente entrenadas para seguir el proceso puerperal. La “doula” interpreta la “experiencia interior” de cada madre, avalando todos los cambios invisibles, y traduciendo al lenguaje corriente la realidad del puerperio. No se trata de ayudar con el bebé, ni de ofrecer buenos consejos, sino de acompañar la zambullida al universo sutil e invisible del recién nacido. Su principal función es la de maternar a la madre para que entonces pueda maternar a su hijo.

Las “doulas” tienen una función para ejercer, nombrando cada sentimiento “absurdo”, desproporcionado o incomprensible de la madre reciente.

Personalmente, espero que el oficio de “doula” ingrese en el inconsciente colectivo femenino. Que las mujeres “sepamos” durante y después de parir que merecemos naturalmente llamar y solicitar una “doula” a domicilio, para que nos abra las puertas a los Misterios de la Maternidad. Porque a partir de cada madre puérpera que se encuentra a sí misma, el mundo entero se encuentra. Cada “doula” que asiste a una puérpera, se sana a sí misma y sana a todas las mujeres. Cada palabra de apoyo, es una palabra de paz y de bienvenida al niño. Las “doulas” nos incitan a que confiemos en nuestras elecciones, decidiendo según nuestras más íntimas creencias. Ellas nos recuerdan que somos merecedoras de todos los cuidados, porque de ello depende el futuro.