El texto es de Coks Feenstra. Hace tiempo buscaba su libro El dia a dia con los hijos en la biblioteca y no lo encontre. El otro dia di de casualidad con su pagina web. No he leido nada en profundidad, pero me traigo este texto sobre hermanos sobre todo para no perder la pagina de vista y verla con mas calma.
LAS PELEAS ENTRE HERMANOS
Una de las facetas más difíciles de la educación para los padres son las peleas entre sus hijos. ¿Por qué son tan frecuentes? Y ¿cómo debes actuar?
Los conflictos entre los hermanos resulta muy frustrante para los padres, pero es útil para el desarrollo de los niños, porque les permite expresar sus emociones, rivalizar por el poder y defender sus diferencias. Sus peleas no son prueba de que no se lleven bien, sino es la forma particular que tienen los niños de ¡llevarse bien! Empiezan en el momento mismo de nacer el hermanito: Isabel vuelve del hospital con su bebé, recién nacido, en brazos. Va sentada detrás en el coche con su hijo de 14 meses a su lado. Este intenta durante todo el viaje dar ¡patadas al bebé! Y las peleas siguen durante toda su infancia, en la que los momentos de un juego armonioso se alternan con otros en los que estalla una pelea, tan vehemente como inesperado.
EL PORQUÉ DE LAS PELEAS
No puedes evitar las peleas, es más: todos los hermanos se pelean. Pero te ayudará conocer el origen y aplicar algunos trucos:
. Luchan por el amor paterno. ‘Los niños son como planetas que se disputan su posición más próxima al Sol’, escribía el psicólogo L. Markowitz. Cada uno quiere ocupar un lugar único y especial en el corazón de sus padres. Sobre todo el primogénito vive en propia carne esta lucha, ya que debe aprender a compartir el amor paterno después de haberlo tenido para él solo. Este aprendizaje requiere tiempo. Estos trucos suavizan un poco la situación:
Presta a diario tiempo individual a cada hijo, pej. jugando con el mayor a su castillo y con el pequeño en la bañera. Tus hijos disfrutan de estos momentos íntimos y les hacen sentirse queridos.
Dales una educación en función de sus necesidades. Si pones énfasis en la ecuanimidad, les enseñas a medirlo todo. Si les educas según el carácter, entienden que son distintos y que a cada uno le quieres de un modo especial y único.
No pongas uno como ejemplo para el otro. ‘Mira qué bien lo ha hecho tu hermano, a ver si tú también puedes’ incita a la rivalidad. Destaca las cualidades de cada uno sin hacer comparaciones.
. Llaman la atención. Los niños saben que, cuando se pelean, obtendrán tu atención (por este motivo empiezan a pelearse justo cuando tú haces una llamada telefónica). Y esto siempre es atractivo; al fin y al cabo una reprimenda también es atención. Los estudios demuestran que cuánto más intervienen los padres ¡mayor es la frecuencia de sus peleas! ¿Cómo evitas caer en esta trampa?
Si necesitas tiempo para hacer algo, díselo y pide su colaboración (‘niños, necesito llamar por teléfono, por favor, no me molestéis’). Elógiales cuándo lo consiguen.
Si los niños disponen de tu tiempo individual, buscarán menos tu atención mediante peleas.
Intervén lo menos posible. Aprende a desconectar y acude sólo cuando se hacen daño.
. Falta de madurez e impulsividad. Crecer desde bebé hasta ser una persona razonable, capaz de escuchar a otra, es una larga trayectoria. En los primeros años el niño busca la satisfacción inmediata de sus necesidades y se expresa mediante el lenguaje corporal (lloros, patadas, mordiscos), hasta que aprenda a utilizar palabras, negociar, etc.
. Falta de madurez e impulsividad. Crecer desde bebé hasta ser una persona razonable, capaz de escuchar a otra, es una larga trayectoria. En los primeros años el niño busca la satisfacción inmediata de sus necesidades y se expresa mediante el lenguaje corporal (lloros, patadas, mordiscos), hasta que aprenda a utilizar palabras, negociar, etc.
Traduce para él sus sentimientos en palabras; cuando estira del pelo de su hermano o le tira sus juguetes, dile algo como: ‘Veo que estás muy enfadado. Díselo’. Así le enseñas a expresarse con palabras y más adelante a dialogar, hacer compromisos, etc.
• Imitación de la conducta paterna. Si los padres se pelean a menudo, los niños los imitan.
Dales un buen ejemplo y soluciona tus problemas de pareja mediante el diálogo. Si no lo conseguís, busca ayuda profesional. A discutir también se aprende.
• Demasiada proximidad. Los niños necesitan cierta intimidad propia y no estar siempre juntos (liberan sus frustraciones en el otro). Los estudios demuestran que también el tipo de vivienda influye: las casas y los pisos de planta baja invitan menos a las peleas que los pisos altos y cuanta más pequeña la vivienda, más peleas.
Agranda tu vivienda quitando muebles y objetos innecesarios.
Llévales a diario al parque: jugar al aire libre y disponer de espacio para correr, reduce las peleas.
Organiza que los niños estén a veces separados: uno se queda en casa de un amigo o se va a su club, mientras el otro está en casa. Al volver a estar juntos, suelen jugar más armoniosamente.
¿CÓMO ACTUAR?
Seguramente te preguntas muchas veces cómo juzgar con buen criterio o qué decirles en una pelea vehemente. Existen una serie de recomendaciones, que les ayudará a resolver sus problemas y ser ‘buenos hermanos’:
1. NO: asumir el papel de juez. Generalmente resulta difícil saber lo que realmente pasó, como demuestra este caso: Pablo (5 años) viene llorando hacia su madre: ‘Mira, lo que ha hecho Ana’ (Ana es su hermana de 4 años). Le enseña su dibujo roto. ‘¡No lo hice yo!’ grita Ana desde el salón. Con Pablo delante de ella con su dibujo roto y su cara llorosa, es fácil ver en Ana ‘la culpable’. Lo que ocurrió fue esto: los dos estaban dibujando, cuando Pablo quiso tener el rotulador rojo. Sin más se lo quitó de las manos de Ana, por lo que rayó su dibujo. Esta se enfadó y los dos se pelearon, por lo que Pablo rompió su propio dibujo.
SI: considerar a los dos como responsables de la pelea. Cada uno tiene una parte implicada. A veces parece que siempre es uno el que empieza, pero muchas veces el otro provoca de manera solapada a su hermano.
2. NO: hacer la pregunta ‘¿Quién empezó?’. Suele agravar la situación. ‘Tú’ ‘¡No! Tú’ y un sinfín de gritos más.
SI: decirle a cada uno que te cuente lo que pasó (sin que se interrumpan). Afirma los sentimientos de cada uno: ‘Entonces, tú te enfadaste y por ello le diste una patada’ y ‘tú también estabas enfadada y por esto....’). Al expresarse se calman, ya que se sienten escuchados y tomados en serio. Esto también les ayuda a aprender a verbalizar sus sentimientos en vez de recurrir a los mordiscos, patadas, estirones, etc. Y muchas veces ya es suficiente para que vuelva la calma.
3. NO: Criticarles demasiado por sus peleas. Acepta que son normales (irán disminuyendo con la edad) e incluso buenas, ya que les prepara para su vida en la sociedad. Las peleas les ayudan a conocerse, a defender lo suyo, a buscar compromisos, hacer las paces, etc.
SI: Darles una sugerencia para solucionar el problema. La madre de Pablo y Ana sugiere que peguen el dibujo con celo y repartan los rotuladores. Si se pelean por un mismo juguete, aplica el truco del reloj de cocina: cada uno puede tener el juguete hasta que sueñe y ya toca el turno al otro. Si siguen peleándose, conviene esconder el juguete por un tiempo. Dales ideas sobre cómo negociar, hacer compromisos, etc. dejando a veces la solución final a su propio juicio. Y prémiales cuando alguna tarde jueguen armoniosamente, diciéndoles lo contenta que estás. Una madre con tres hijos peleones les llevó al cine ¡después de una semana casi pacífica! Este tipo de elogios les incentiva a solucionar sus discrepancias de forma positiva.
4. NO: intervenir en cada pelea. Como ya dije, no hace más que aumentar las peleas por ser una manera de ¡atraer la atención paterna!
SI: dejarles solucionar sus asuntos por sí solos. Un ejemplo: las hijas de Mabel (3 y 4 años) querían sentarse las dos al lado derecho de ella durante el cuento. Mabel les dijo que tenían que solucionar solas este problema, si no, no habría un cuento. No intervino en sus discusiones. Al final se pusieron de acuerdo: una iba sentada a su derecho y ¡la otra también! encima del regazo de su hermana. Pero hay una excepción importante: cuando los niños llegan a hacerse daño física- o emocional-mente, debes intervenir como moderador. Sepárales para que cada uno se serene en un lugar distinto. Después, cuando ya estén calmados, aprovecha la situación para que hagan las paces.
5. NO: olvidarte de su estado madurativo y esperar demasiado de ellos. Algunas situaciones les resultan frustrantes y tienden a provocar peleas (son en cierto modo previsibles), como un largo viaje, esperar en el supermercado, la hora antes de la cena, cuando los niños ya están cansados, etc.
SI: Poner remedios, como pej. tenerlos entretenidos, llevarlos a diario al parque (el disponer de más espacio reduce las peleas), tenerlos ocupados en distintas tareas, como pej. el mayor se pone el pijama mientras el pequeño te ‘ayuda’ con la cena, etc. El cansancio juega un papel importante en sus peleas: cualquier nimiedad es motivo para una pelea.
6. NO: Amenazarles con castigos que no llevarás a cabo. ‘Si no dejáis de pelear, os voy a mandar .....’
SI: Aplicar determinadas consecuencias, como pej. parar el coche cuando se pelean (una sola vez será suficiente). O mandar al agresor al pasillo por unos minutos. Otra idea es hacerle sentar en el suelo sin jugar.
7. NO: culpar siempre al mismo niño, aunque parezca que él lleva la mayor parte. Un error común es que los padres exijan demasiada responsabilidad y madurez del mayor (‘dáselo a tu hermanito, aún es pequeño’). Este llegará a pensar: ‘y ¿yo? ¿No cuento?’. Esto aumenta los celos y .....las peleas.
SI: averiguar el porqué de la conducta del niño ‘conflictivo’. Puede que se sienta menos querido y que por esta razón desahogue su frustración en el hermano. Darle al mayor un lugar para sus pertenencias (pej. unos estantes altos) y hacerle saber que entiendes sus sentimientos (entiendo que el hermanito para ti a veces es un estorbo ¿verdad?) le hace sentirse comprendido. En general es muy positivo transmitir a cada uno que entiendas su situación: puedes decir al mayor ‘entiendo que no te guste que tu hermano te lo toquetea todo’ y al pequeño: ‘entiendo que te gusta jugar con lo de tu hermano’. Así les haces ver que hay intereses contrapuestos y que esto es algo normal en la vida cotidiana. Y cuando sean algo mayores, puedes nombrarles sus ‘errores’, como: ‘veo que siempre quieres tenerlo todo para ti’ o ‘noto que no defiendes lo tuyo’. El conocer estas actitudes les ayudará a cambiar y madurar.
Las peleas son una parte inherente en la convivencia familiar. Los niños son directos y expresan lo que sienten. La vehemencia de sus peleas es tremenda, porque los niños aún no se controlan. Pero no en absoluto presagian una mala relación futura. Las peleas también tienen un lado positivo: gracias a ellas aprenden a convivir, a tener en cuenta los sentimientos del otro, a buscar compromisos y a defender lo propio etc. El vínculo entre hermanos es algo único e incomparable con cualquier otra relación.