Cuando mi hija cumplió 6 meses comenzó una etapa de multi despertares que me hizo hasta comprarme un libro llamado Felices Sueños. En él se dan diferentes ideas para ayudar a recuperar la normalidad nocturna de forma no agresiva con el niño (es decir, sin dejarle llorar). También llegué a una charla en un foro que mantuvimos viva durante casi dos años y medio, creo. Con el tiempo mi hija fue despertándose menos o nada durante las noches, pero esas conversaciones ojerosas generaron que un grupo de madres se sintieran cerca, se hicieran amigas en muchos casos. En el libro no explicaba que a los seis meses los bebés incorporan las fases del sueño que les faltaban y que eso genera que al pasar de una a otra, mientras se adaptan a esa novedad en su sueño, los micro despertares que todos tenemos durante la noche se conviertan en despertares que puede llegar a agotar a la madre más paciente. Pero a mí me gustó no saberlo en esa época, ya que quizás nunca hubiera llegado al multifrutal. Con el tiempo, todas olvidamos el libro y nos centramos en lo importante, escuchar a nuestros hijos y respetar sus ritmos personales.
En ese tiempo reímos juntas, lloramos penas y cada una generó sus propias teorías acientíficas sobre el sueño. Y aquí traigo una de ellas, en este caso mía, que fue presentada a un crítico público que si bien no la rechazó, concluyó que como siempre, depende de cada niño. Para aquellos que quieran probar "uno de mis métodos” para relajar niños, ahí queda.
“Últimamente os vengo contando que antes de dormir tenemos lo que L. llama “las cosas” y que es una charla sobre aquellos aspectos del día que le han llamado la atención. Esto lo hacemos desde que sólo decía papá y mamá, así que hace...mogollón de tiempo. Empezó como un repaso del día. Yo le explico lo que ha hecho en el día, cómo ha transcurrido y le adelanto lo que pasará mañana (especialmente si va a pasar algo diferente a lo habitual, que no vaya a estar papá, que se acabe el fin de semana y volvamos al cole...).
Me di cuenta de que le gustaba repasarlo todo, disfrutaba y se recreaba con las cosas que le habían hecho feliz (comerse un plato de lentejas, por ejemplo) y cuando había algo que le había hecho sufrir, aunque hubiese sido mínimamente, también aprovechaba para descargarlo, bien mediante alguna lágrima, bien mediante la palabra. Entonces se quedaba tranquila.
Pronto, después del que le decía que era el último cuento, me decía “cosas” y charlábamos. No siempre son charlas “profundas”. Hemos estado muchos días hablando de los peces que hemos visto en el “aquarius”, pero muchas veces, sí. Ayer, por ejemplo, nos despistamos un momento y justo antes de Pocoyo había unos dibujos horripilantes. Se asustó y me cogió la mano. Antes de acostarnos tuvo un amago de rabieta. Quería que le llenara un vaso de agua (ya estaba lleno). Vi que algo le pasaba y la cogí en brazos, pero no relacioné, así que sólo le decía que si necesitaba llorar que llorara, que yo estaba con ella. Me decía que sí (que necesitaba llorar) pero claro, no hablábamos de lo que le hacía sufrir. Pero al explicar las “cosas” me dijo “dibujos” y entonces lo vi claro. Hablamos de los dibujos, dijo “aquí no, aquí no”. Le dije que estaban en la tele, no aquí, y que no iban a venir. Y tras eso, se quedó frita en menos de 3 minutos.
Vale, después de este rollo ya os podéis imaginar la teoría: Charlar con los niños, especialmente antes de ir a dormir, con un simple repaso de lo que ha sido el día, les puede ayudar a elaborar temas que tienen abiertos, que les hacen sufrir, y también ayudarles a asentar esas cosas que les hacen ser felices. Y no es necesario que sean mayores y sepan respondernos para ello. Y ya que estoy en plan osado, y me estoy lanzando a generalizar, puede ayudarles a conciliar el sueño.
Entended que estas teorías, basadas en la ciencia de la psicología barata, las hago a base de generalizar (sigo pensando que cada persona es diferente) y cierto grado de cinismo (con tanto experto que se atreve a decir cada barbaridad, por qué no voy yo a decir cosas?) . Pero bueno, ahí queda”.
En ese tiempo reímos juntas, lloramos penas y cada una generó sus propias teorías acientíficas sobre el sueño. Y aquí traigo una de ellas, en este caso mía, que fue presentada a un crítico público que si bien no la rechazó, concluyó que como siempre, depende de cada niño. Para aquellos que quieran probar "uno de mis métodos” para relajar niños, ahí queda.
“Últimamente os vengo contando que antes de dormir tenemos lo que L. llama “las cosas” y que es una charla sobre aquellos aspectos del día que le han llamado la atención. Esto lo hacemos desde que sólo decía papá y mamá, así que hace...mogollón de tiempo. Empezó como un repaso del día. Yo le explico lo que ha hecho en el día, cómo ha transcurrido y le adelanto lo que pasará mañana (especialmente si va a pasar algo diferente a lo habitual, que no vaya a estar papá, que se acabe el fin de semana y volvamos al cole...).
Me di cuenta de que le gustaba repasarlo todo, disfrutaba y se recreaba con las cosas que le habían hecho feliz (comerse un plato de lentejas, por ejemplo) y cuando había algo que le había hecho sufrir, aunque hubiese sido mínimamente, también aprovechaba para descargarlo, bien mediante alguna lágrima, bien mediante la palabra. Entonces se quedaba tranquila.
Pronto, después del que le decía que era el último cuento, me decía “cosas” y charlábamos. No siempre son charlas “profundas”. Hemos estado muchos días hablando de los peces que hemos visto en el “aquarius”, pero muchas veces, sí. Ayer, por ejemplo, nos despistamos un momento y justo antes de Pocoyo había unos dibujos horripilantes. Se asustó y me cogió la mano. Antes de acostarnos tuvo un amago de rabieta. Quería que le llenara un vaso de agua (ya estaba lleno). Vi que algo le pasaba y la cogí en brazos, pero no relacioné, así que sólo le decía que si necesitaba llorar que llorara, que yo estaba con ella. Me decía que sí (que necesitaba llorar) pero claro, no hablábamos de lo que le hacía sufrir. Pero al explicar las “cosas” me dijo “dibujos” y entonces lo vi claro. Hablamos de los dibujos, dijo “aquí no, aquí no”. Le dije que estaban en la tele, no aquí, y que no iban a venir. Y tras eso, se quedó frita en menos de 3 minutos.
Vale, después de este rollo ya os podéis imaginar la teoría: Charlar con los niños, especialmente antes de ir a dormir, con un simple repaso de lo que ha sido el día, les puede ayudar a elaborar temas que tienen abiertos, que les hacen sufrir, y también ayudarles a asentar esas cosas que les hacen ser felices. Y no es necesario que sean mayores y sepan respondernos para ello. Y ya que estoy en plan osado, y me estoy lanzando a generalizar, puede ayudarles a conciliar el sueño.
Entended que estas teorías, basadas en la ciencia de la psicología barata, las hago a base de generalizar (sigo pensando que cada persona es diferente) y cierto grado de cinismo (con tanto experto que se atreve a decir cada barbaridad, por qué no voy yo a decir cosas?) . Pero bueno, ahí queda”.