Desde que me inicié en el mundo de los grupos virtuales de madres, he visto a muchas mujeres sentir que se les llamaba malas madres sin que nadie hubiese escritos esas palabras. El lenguaje escrito, ya se sabe, que da lugar a malentendidos. Pero a veces, cuando las personas nos sentimos inseguras, creo que buscamos esos equívocos, como forma de luchar contra los demás lo que no nos atrevemos a mirar en nuestro interior.
Nunca había acabado de entender ese sentimiento de mala madre que manifestaban. Soy insegura por naturaleza y tiendo a juzgarme de la forma más cruel en casi todos los ámbitos de mi vida, pero en esto de la maternidad, la verdad es que nunca me había puesto en ese plano moral de señalarme como buena o mala. Simplemente he vivido al día, buscando en mí los recursos para satisfacer las necesidades emocionales y educativas de mi hija, de una forma tranquila, feliz, plena. Pero estos días en los que he estado mudando de piel, por mi mente ha pasado ese pensamiento de no ser la madre que esperaba, y de ahí a colgarme la etiqueta de mala madre me ha faltado un pelo.
Por suerte para mí, tenía esa experiencia de ver a todas esas madres ofendidas ante palabras inexistentes y en vez de lanzar balones fuera, o seguir juzgándome sin piedad, he vuelto la mirada a mí con sinceridad y todo ha vuelto a su lugar.