jueves, 1 de septiembre de 2011

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En casa hemos montado una librería-cafetería, de ésas tan luminosas y bonitas que hay en los barrios céntricos y chics. La camarera lleva un delantal rosa, con un bolsillo grande donde guarda su libreta y bolígrafo. Cuando llegas, te saluda, te acompaña a tu mesa y te entrega una carta de cafés. Tras dejar un rato para deliberar qué café es el adecuado para la tarde y qué acompañará al café, anota cuidadosamente la comanda. Para que la espera no sea larga, pone a tu disposición una novedad literaria, para que le eches un ojo. Prepara con esmero la merienda y te la sirve con gracia, gusto y simpatía. Luego se sienta a tu lado a darte charla, o simplemente a amenizar la consumición con lectura en voz alta. Finalmente, te cobra la cantidad adecuada, de la merienda, con o sin libro. Nunca devuelve cambio.

Luego cambiamos los papeles y soy yo la camarera.