miércoles, 28 de enero de 2009

La llegada de Teo a casa: el parto

En esta entrada me apetece explicar cómo fue el parto. Ha quedado muy largo, pero la capacidad de síntesis nunca ha sido mi fuerte.

El día anterior al parto había sido muy intenso a nivel emocional. Estuve en la consulta de Emilio Santos, donde había un canal de televisión grabando para un mini reportaje. Yo iba a figurar como paciente en la grabación, pero al escuchar que tenía una hija y que sentía que me habían robado el parto, me entrevistaron. Hice un relato del parto de Laia que me sirvió para exorcizarme del dolor que aún siento al recordar cómo nos trataron a las dos y de los miedos que sentía ante la llegada de Teo. Después tuvimos consulta y Emilio quería tratar los "por si acasos". Así que nos pusimos en los aspectos que podían ir mal, cómo superarlos. Incluso me habló de si se rompía una pierna y no podía acudir al hospital a atenderme. A nivel médico, Teo, que llevaba dos semanas encajado, se había salido. Yo me decía que si había encontrado el camino una vez, lo encontraría de forma definitiva. Pero salí de Urdimbre muy removida por dentro. Al llegar a casa me llamaron desde el trabajo. Un tema que me tenía colapsada, de repente se había solucionado. Ya no estaba en un limbo legal. Lloré hasta hartarme. A partir de ahí, comencé a notar un leve dolor de regla, pequeñas contracciones que me decían que el momento se acercaba, que estaba preparada para recibir a Teo.
La mañana siguiente amanecí con una fisura en la bolsa y expulsando el tapón mucoso. Tenía mis dudas sobre lo de la bolsa, quizás era sólo el tapón, así que llamé a Graciela, la matrona que en principio iba asistir el parto en casa. Me confirmó lo del tapón y me dijo que casi seguro era la bolsa. Yo estaba emocionada, aunque sabía que empezaba una cuenta atrás con tiempo máximo, al haber rotura. Quedamos en que iría a dar un paseo para ayudar a que la cabeza de Teo se encajara y que me tomaría la temperatura cada dos horas. Así que me fui a por las últimas compras para Teo, jabones, esponjas y ese tipo de cosas al supermercado. Al volver a casa estuve un rato en el comedor, donde había imaginado que sería el parto. No me sentía cómoda allí. Buscaba mi cueva por la casa y fue sencillo, la habitación. No notaba contracciones, pero aún así estuve un rato de rodillas en la cama, apoyada en la pelota de dilatación, en una postura que creía que facilitaría el camino a Teo. Me encontraba pletórica porque quedaban horas para conocer a Teo, pero algo preocupada por si no se desencadenaba el parto y teníamos que acudir al hospital. Tuve mis más y mis menos con el termómetro, la tecnología punta no es lo mío.
Teo estaba muy quieto, algo normal durante el día, pero aún así se me ocurrió acercarme a que miraran el latido. Llamé a Emilio y me dijo que fuera a la Clínica y que me hicieran unos monitores. El corazón estaba perfecto y en la gráfica se veía cómo tenía contracciones, aunque yo no estaba segura de notar nada. Nos pasamos por Urdimbre para llevar la gráfica y de vuelta a casa, en el coche, sí fui comprobando que cada cinco minutos se me ponía la barriga dura y sentía alguna molestia. El parto de Laia también comenzó de forma muy regular, con contracciones cada cinco minutos, así que no me preocupé por la frecuencia. Hasta que no fueran intensas no podía decir que estaba de parto. Llegamos a casa y Fernando acompañó a Laia a casa de un amigo. Esa noche se quedaría a dormir allí. Noté que en el rato que ultimaban qué juguetes se llevaba, mi actitud iba cambiando. Quería despedirme de ellos y que se fueran rápido, notaba que necesitaba silencio, recogimiento.
Al irse, volví a la habitación, puse la radio, cogí la pelota y volví a la postura de la mañana. Mi mente iba entrando en otro estado, aunque las contracciones eran suaves. Escribí un sms a Graciela, informándole de cómo había ido la tarde. Estaba fuera de Madrid, dando una charla y no quería molestarla. A las ocho, al ver que tenía contracciones cada 3 minutos, aún casi indoloras, la llame. Fuera de cobertura. Le escribí otro mensaje y volví a intentar localizarla varias veces. Poco a poco, las contracciones comenzaban a ser más intentas y hubo un momento en que me preocupó no localizarla, para quedarme tranquila y meterme en el planeta parto de lleno.

Llegó Fernando y se encargó él de localizarla. Yo quería estar sola, ir acostumbrándome a encajar las contracciones de forma tranquila. Seguía sonando música en la oscuridad. Entre contracción y contracción me movía mucho, bailaba, desentumecía el cuerpo, paseaba por la casa, bebía agua. A las nueve no habíamos localizado a Graciela, así que Fernando llamó a Emilio. Todavía le dijo que creíamos que estaba de parto. Yo estaba segura de que ya lo estaba, a pesar de no sentir excesivo dolor. Mientras hablaba con Emilio, yo dí cuenta de un bocadillo de tortilla francesa que Fernando estaba cenando. Me sentó genial. A partir de ahí, volví a mi cueva oscura. Comenzó a molestarme cualquier luz, incluso la del flexo que Fernando tenía encendida en la habitación contigua. Salí a apagarla y ahí sí noté que las contracciones comenzaban a ser fuertes. Cuando llegaban, cada tres minutos o menos, era incapaz de hacer cuentas en esos momentos (miraba el reloj de vez en cuando, pero mi mente no estaba segura de contar bien), respiraba profundamente y emitía un sonido gutural con la boca, que mantenía abierta. En mi mente se repetían frases oídas tantas veces en las clases de Génesis, encaminadas a conectar con el cuerpo, con las necesidades... Así, la voz suave de Alicia me decía que mi pelvis es un cuenco enorme, que abriendo la boca abría el canal del parto, que podía hacer espacio a mi bebé moviendo mis caderas... En cada contracción me movía cada vez más, sobre la pelota, me balanceaba sobre ella. Entre contracción y contracción me relajaba totalmente, no sentía ningún dolor. A veces me tumbaba, pero si me cogía la siguiente tumbada sentía un dolor horrible, así que tenía que ponerme de rodillas de nuevo justo al inicio de la contracción. A las nueve y media llamó Emilio para preguntar qué salida de la M30 debía coger. Contesté yo el teléfono, ya que estaba en la mesita de noche, pero al oir la pregunta, se lo pasé inmediatamente a Fernando, que entraba en la habitación. Si no sabía calcular cada cuanto tenía una contracción, mucho menos dónde vivía. Llegó enseguida, y recuerdo que se situó en una esquina de la habitación durante un rato, observando simplemente. En una de las contracciones que me pilló tumbada, me dio palabras de ánimo, me dijo que me dejara llevar por el dolor. Tenía que ir a Urdimbre a por el material para el parto. Yo echaba de menos la piscina, me apetecía tomarme un baño caliente y estaba algo contrariada porque tuviese que ir a buscarlo todo, aunque sabía que venía de su casa. Me duró dos segundos esa necesidad.
En ese momento, las contracciones se hicieron muy intensas. Sentía dolor, pero no sufrimiento. Sabía que tenían que seguir subiendo en intensidad y sobre todo en duración. Venían cada tres minutos, pero duraban poco. O al menos eso me parecía, ya que no sentía en ningún momento que no pudiera aguantar el tiempo que duraban. Llamé a Fernando para que estuviera conmigo y me masajeara en la zona de los riñones. No me dolía, pero me aliviaba que ejerciera presión. Cada vez le pedía que la presión fuera mayor, la necesitaba. En la pelota ya no podía estar, ya que sentía mucha presión, ganas de empujar, así que encajaba las contracciones tumbada o a cuatro patas, moviéndome sin parar, gimiendo como un animal, así me sentía en realidad. Viendo que la piscina no llegaba, le dije que fuéramos a la ducha. En ese momento, sobre las 10, llegó Susana, otra matrona. Recuerdo pasar de largo por el pasillo camino del lavabo sin decirle nada. No sabía qué hacía allí. Sabía que Graciela había ido a descansar un poco tras el día que había tenido y que sobre medianoche vendría, para continuar con el parto, pero a Susana no la conocía. En la ducha noté que el tipo de contracción había cambiado por completo. Sentía que tenía que empujar, creía que tenía que hacer caca, en realidad. Pensaba que estaría de unos 4-5 cm y qué inoportunas me resultaban esas ganas de defecar.
Salí rápido de la ducha y Susana me dijo, mientras andaba por el pasillo que aliviara las caderas. Al llegar a la habitación encendió una lámpara de la mesita y me dijo si quería que me hiciera terapia craneosacral. Le dije que sí. Me molestaba la lámpara, pero me corté de decirle nada. Intenté tumbarme en la postura que me decía, pero era imposible, mi cuerpo se arqueaba y necesitaba empujar. Se lo dije y me dijo que hiciera lo que el cuerpo me estaba pidiendo, que me dejara llevar. Yo seguía pensando que estaría a la mitad del parto y le dije que todavía me quedaba mucho, que no podía ser que estuviese pujando. No podía hacerme un tacto por no tener guantes. Salió de la habitación y llamó a Emilio, que ya llegaba con todo y le dijo que estaba pujando. Fernando, que sabía de mis ganas de dilatar en la bañera, fue lo primero que le pidió a Emilio y se puso a montarla. Emilio dijo que no sabía si iba a dar tiempo a montarla para parir en el agua. Yo dije, con voz de ultratumba, que no quería parir en el agua, sino dilatar allí. Susana iba a hacerme un tacto, pero notó la cabeza. "Estás en completa y con expulsivo en fase dos", creo que me dijeron. Con voz de borracha, totalmente ida, le pregunté qué quería decir eso. Me puse de pie y toqué la cabeza de Teo. Me parecía increible y me dí permiso para empujar mientras gemía. En cada contracción sentía un gran alivio al empujar. Empujaba y empujaba. Sabía que pronto Teo estaría en mis brazos.
A partir de ahí, todo fue muy rápido. Me puse en el lateral de la cama, con las piernas abiertas y las manos apoyadas en la cama. En la siguiente contracción empuje casi de cuclillas. Recordé las visualizaciones que en Génesis hacíamos sobre el momento del parto. En mi parto imaginario estaba de rodillas, delante de un sofá. Era la cama, pero mi cuerpo me pedía seguir el camino que había imaginado. Me puse de rodillas. Emilio, Susana y Fernando estaban a mi espalda, observando en silencio. Fernando de repente fue a por más empapadores. Emilio dijo que un par de pujos más y llegaba. Yo notaba que en el siguiente salía y no estaba Fernando. Grité su nombre. Le dio tiempo a llegar. Sentí la cabeza de Teo deslizarse y con ella todo el cuerpo, de forma rápida. Lo recogí y me lo llevé al pecho. Él emitió una especie de llanto que cesó cuando lo tuve bien sujeto. Eran las 11:41 de la noche.
Me ayudaron entre todos a ponerme en una alfombra. Emilio trajo la pelota de dilatación y la puso apoyada en el armario. Me recosté sobre ella y me sentí muy cómoda, con Teo en brazos. Estaba pletórica, pero aún no creía que todo pudiese haber sucedido tan rápido. El cordón tardó unos minutos, quizás 10, no estoy segura, en dejar de latir. Lo cortó Fernando con unas tijeras de cocina que daban miedo de verlas. Al cortarlo saltó algo de sangre y por un instante pensé que le habíamos hecho daño a Teo. Comenzó a buscar el pecho, torpemente aún. Emilio y Susana nos dejaron solos para que disfrutáramos de esos momentos. Nos abrazamos y lloramos de emoción. Ha sido increible, repetíamos. Fernando encendió la luz para hacer una foto, pero a Teo no le gustó nada, así que la hizo con la luz de la lámpara. Debo a una amiga el poder vernos en esos momentos, ya que salió muy oscura. Al cabo de media hora sentí que bajaba la placenta y salía.
Susana cogió a Teo mientras Emilio y Fernando se disponían a ayudarme a levantarme para ir a la cama. No hizo falta, me sentía bien y pude hacerlo yo sola. Nos tumbamos en la cama abrazados, mientras examinaban la placenta. Al cabo de un buen rato según mi memoria, comenzamos la operación limpieza. Susana me limpió. Intentaron pesar a Teo, pero justo se acabó la batería de la pesa. Emilio me examinó. Había un desgarro. En principio no me lo iba a coser, esperó al día siguiente para estar seguro. Fue lo que más me ha dolido de todo el parto y con lo que se me oyó dar gritos, a pesar de la anestesia que me puso. Y es que mi umbral de dolor es muy bajo en mi vida diaria.
Cuando se fueron, nos quedamos los tres en casa. Deseaba que Laia estuviese allí. Fernando me preparó un zumo de naranja que bebí mientras comía un donut. Estaba en la gloria. Me levanté para ducharme y al volver sentía que me mareaba. Justo llegar a la cama perdí el conocimiento durante 10 segundos aproximadamente. Pero me tumbé y volví a sentirme pletórica. Teo mamó un ratito y se quedó dormido a mi lado. Eran las tres de la mañana y no despertaría hasta las nueve. Padre e hijo durmieron toda la noche, pero yo era incapaz. Me sentía en lo alto de una cima, feliz, observando a mi bebé, recordando cada minuto del parto, en el que no hubo ni un amago de sufrimiento, sólo el dolor de mi cuerpo abriendo camino a la vida.
Quiero dar las gracias a Emilio, a Graciela (que llamó sobre las 12 de la noche para venir pensando que aún quedaba una noche de parto por delante), a Susana y al grupo Génesis. Con ellos he sentido la confianza suficiente para tener a mi hijo en casa. No puedo imaginar otro lugar para darle la bienvenida.

domingo, 25 de enero de 2009

Ya somos cuatro


El miércoles, pasadas las once de la noche, Teo llegó al mundo. Estamos como en una nube desde entonces.

martes, 20 de enero de 2009

Juegos y aprendizaje


Últimamente mi hija está muy "académica". Como explicaba ayer, una gran parte de su actividad se centra en contar cosas. No cantidades grandes, pero si hay un conjunto de menos de 10, lo cuenta y recuenta. Empieza por un lado, luego por el otro, comprueba que cuente como cuente, le da la misma cantidad. Me pone pruebas con sus deditos, utilizando las dos manos y así veo que poco a poco experimenta que si en una mano tengo cinco dedos y en la otra levanto 3, tenemos 8 dedos. Veo su cara de asombro, como si fuese magia.

Pero sin duda, el grueso de sus juegos en esta etapa van encaminados a conocer las letras y escribir. Me paso el día leeyendo carteles y a la hora de escribir, todo vale: una hoja (la caligrafía aún está en una fase primitiva, pero se puede leer lo que escribe), la pizarra verde, la magnética, el pc, la tierra del parque... Ha descubierto que puede escribir con el pc muchas palabras y está entusiasmada. Para ella, las letras no siguen ningún orden, no hay alfabetos. La L es su letra, aún, aunque sepa que se llama ele, la T es la de Teo, la M la de Maite aunque esté escribiendo Miguel. Es decir, coge su modelo propio, cercano a su universo y a partir de ahí está generando su propio código, va relacionando... Eso debe de ser un trabajo del cerebro impresionante.

Y por último, la tercera actividad a la que puede dedicar horas es el juego simbólico. Cada vez las historias son más elaboradas. Tiene muchos hijos o alumnos, según a qué juegue, algunos son muñecos, otros son imaginarios y no tiene pudor en juntarlos en una misma actividad.

Ayer íbamos a comenzar con el proyecto de meninhera, cuya palabra clave esta semana es Transparente. Al principio de la tarde le propuse una actividad, que le gustó, pero llegó la hora de la cena y nos dimos cuenta de que se nos había pasado la tarde volando, entre números, letras y bebés. "Mañana, mamá".

Hermanos: la ventaja de crecer juntos



El otro texto de Laura Gutman lo ha llevado Cani desde http://www.lauragutman.com.ar/articulos.html hasta la página de entrecomadres.


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A las mujeres nos sucede con frecuencia que, embarazadas por segunda vez, tenemos la sensación y el temor de que no podremos amar a un “otro” tan profundamente como amamos a nuestro hijo ya nacido. Es tal la potencia del amor, la vivencia completamente nueva desde que hemos devenido madres, que creemos que será irrepetible tamaña intensidad. Sin embargo, el corazón de las madres no se divide, sino que se multiplica con cada hijo que nace. Esto lo comprobamos recién cuando el segundo hijo ha nacido y el amor se instala con la naturalidad y el derroche de antaño. Una vez que hemos comprobado que no hay peligro, que podemos amar a dos hijos, luego a tres o a cuatro…desplazamos ese temor en nuestros propios hijos: suponemos que “ellos” no podrán amar a otro. Y que la presencia de un hermano, necesariamente será en detrimento de no sabemos bien qué, pero que será vivido como un hecho negativo para ellos.

A partir de ese momento, cualquier actitud molesta del niño, cualquier rabieta, llanto, enfermedad, mal humor, enfado, insatisfacción o inquietud, la interpretaremos desde el punto de vista del dolor o la incomodidad que supuestamente le ocasiona el hermano. Sin embargo, todos sabemos internamente que no hay nada más maravilloso que el nacimiento de un hermano, que es el ser más par, más cercano, más “hermanado” que tendremos a lo largo de la vida. Y si los padres decidimos tener más hijos para amarlos, lo lógico es compartir ese fin con nuestros hijos ya nacidos para ampliar y aumentar nuestro campo de amor.

La hermandad como experiencia concreta puede llegar a ser una de las vivencias más extraordinarias para un ser humano. Sin embargo tener hermanos no es garantía de que esos lazos de amor y proximidad emocional se instalen. Ni siquiera influye positivamente o negativamente que tengan poca diferencia de edad entre ellos o mucha, que sean del mismo sexo o que compartan habitación. La hermandad en su sentido profundo podrá desarrollarse siempre y cuando los padres sean capaces de atender las necesidades de unos y otros sin rotularlos, sin encerrar a cada hijo en un personaje determinado, sin considerar que uno es bueno y otro malo, uno inteligente y otro tonto, uno veloz y el otro lento. Esas afirmaciones aparentemente inocentes que los adultos perpetuamos durante la crianza de los niños, las utilizamos sin darnos cuenta para asegurarnos un rol estático para cada uno. Cuando un niño comprende que según sus padres es inteligente, o responsable o distraído o agresivo o terrible, intentará asumir ese papel a la perfección. Es decir, será el más terrible de todos o el más valiente de todos. Habitualmente cada hermano tendrá asignado un personaje para representar, alejándolo de ese modo de su propio ser esencial y también del ser esencial de cada uno de sus hermanos.

Por eso, nos corresponde a los padres estar atentos y observarlos limpiamente, en lugar de interpretar subjetivamente cómo creemos que son cada uno de ellos según nuestra perspectiva. Si insistimos en nombrar una y otra vez que tal es obsesivo, el otro es enfermo o el último es alegre, sólo lograremos provocar distanciamiento entre los hermanos, ya que se sentirán demasiado diferentes unos de otros. En cambio, si nos interesa ayudarlos a instalar la hermandad, será menester escuchar y comprender a cada hijo. Luego podremos traducir con palabras sencillas lo que hemos entendido acerca de ellos, acercando esos pensamientos al resto de nuestros hijos. De ese modo colaboraremos para que cada niño incorpore otros puntos de vista, otras vivencias y otros registros y pueda entonces amar a sus hermanos porque los ha comprendido.

La hermandad se instala entre los hermanos si los padres trabajan a favor de ella. La hermandad surge de la proximidad afectiva, del cariño, del deseo de ayudar, sostener, acompañar y nutrir. La hermandad se construye desde el día en que un niño ha nacido si los hermanos se saben imprescindibles para el recién nacido. Los niños mayores serán capaces de desviar sus intereses personales hacia el pequeño, sólo si sus necesidades básicas de protección, cuidados y mirada han sido satisfechas. Si el amor circula en la familia, cada nuevo miembro es una bendición, sin importar la diferencia de edad o las circunstancias familiares en las que se produce la aparición del niño. Nuestros hijos aprenderán a amar a sus hermanos si los incluimos en el mismo circuito de amor y dicha. Si demostramos la felicidad por la nueva presencia, si participamos todos en los cuidados del niño más pequeño, si respondemos a su vez a las demandas y necesidades específicas de los niños mayores y muy especialmente, si esos niños mayores están acostumbrados a ser mirados y escuchados genuinamente por sus padres. Es decir, las bondades de la hermandad podrán desplegarse dentro de una familia, si antes cada hijo se siente amado, importante a ojos de sus padres y especial.

Por el contrario, si los niños perciben sufrimiento, soledad, apatía o abandono emocional, el bebé recién nacido no logrará hacer crecer en sus hermanos la empatía ni el cariño. Ningún niño estará en condiciones de alimentar afectivamente a un hermano si está hambriento de cuidados, por más que sea mucho mayor en relación al pequeño o porque sus padres se lo demanden. De nada vale teorizar sobre el bien ni sermonear sobre lo que es correcto hacer, ya que cada niño podrá asumir espontáneamente el amor hacia los hermanos, sólo si realmente siente que el amor abunda a su alrededor. Y en todos los casos, somos los padres quienes tenemos la responsabilidad de la nutrición amorosa.

Amar a los hermanos no es un tema menor. Cuando tenemos la dicha de vivir la experiencia de la hermandad dentro de casa, luego podemos trasladarla a los demás vínculos humanos y sentir que casi cualquier persona puede constituirse en un hermano del alma. Y si es nuestro hermano del alma, no dudaremos en dar la vida por él. Ese derroche de amor y generosidad brotará de nuestro corazón si la hemos aprendido en la sencillez de la infancia.

Las rabietas


Estaba yo últimamente algo "peleada" con Laura Gutman a raiz de un artículo sobre la muerte súbita que me parece culpabilizador y equivocado, pero mira por dónde, ayer ví dos artículillos que me han gustado. El primero es sobre rabietas y lo he cazado en CN


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Imaginemos una escena: Una mujer espera ansiosa a su marido, deseosa y necesitada de que su esposo la abrace y converse con ella. Pero sabe que este hombre no suele ser afectuoso corporalmente. Por lo tanto hace ya mucho tiempo que la mujer en cuestión no se lo pide, aunque crece su frustración, enojo y soledad. Cuando el marido le solicita algo, por ejemplo, que le traiga un café a la cama; ésta estalla a través de gritos llenos de rencor y desesperación.

Imaginemos que este hombre solicita una consulta médica porque su mujer hace rabietas sin motivos. O que se junta con sus amigos para contarles que su mujer está loca y que hace rabietas a repetición y no hay forma de hacerla entrar en razones. ¿Nos resulta graciosa la imagen? ¿Tal vez algo ridícula?

Ahora traslademos por un instante esta situación imaginada a la realidad emocional de un niño pequeño. Un niño cualquiera que no sabe cómo pedir lo que necesita, porque lo ha intentado con magros resultados. Ha pedido brazos, mirada, o sencillamente presencia. Pero se le ha hecho saber que su pedido era desmedido o fuera de lugar.

Ese niño a veces enloquece en su desesperación por satisfacer alguna necesidad básica, posiblemente no comprendida por el adulto. Entonces grita, hace berrinches, da patadas, se tira al suelo, llora, se tapa los oídos, tose, vomita; en fin, nos ofrece un espectáculo atroz, sobre todo cuando nos sucede en la fila para entrar a ver un espectáculo de títeres, o durante un almuerzo familiar con tíos, suegros y padrinos como testigos. No es necesario aclarar que nos inunda una imperiosa necesidad de desaparecer de la faz de la tierra en ese preciso instante. Y si fuera posible, también devolveríamos a ese niñito no sabemos bien dónde ni a quién.

Hasta aquí, todas las madres y los padres sabemos de qué estamos hablando. ¿Qué hacer? Tenemos dos opciones:

Uno) Ponernos de acuerdo entre los adultos, asegurando que los niños están imposibles, que las rabietas se les pasarán cuando crezcan y que lo mejor es no darles importancia; o

Dos) Interesarnos en comprender qué le pasa al niño. Para esta última decisión, será menester “rebobinar la película”, y averiguar especialmente qué le estuvo pasando al niño ANTES de la famosa y estruendosa rabieta.

En la mayoría de los casos, hubo pedidos genuinos, respecto a la necesidad de ser mirados, a los pedidos de introspección, de desaceleración de ritmos familiares, a la necesidad de contacto, de escucha, de acercamiento a sus mundos internos. Claro, que todo esto pertenece al universo sutil de los sentimientos, que en principio es “invisible a los ojos”.

El problema es que cuando los adultos no logramos reconocer con sencillez y sentido lógico una necesidad personal, tampoco podemos comprender la necesidad específica del otro, y menos aún si está formulada en el plano equivocado. Generalmente, sin darnos cuenta, pedimos lo que creemos que será escuchado y no lo que realmente necesitamos. A este fenómeno tan frecuente y utilizado por todos nosotros, lo llamaremos “pedido desplazado”. Así las cosas, si sé de antemano que una necesidad no tiene posibilidades de ser escuchada, la voy a expresar a través de otro deseo “escuchable”. Pero así es como se instala el malentendido.

En relación a los niños esta situación es tan corriente que la vida cotidiana se convierte en “un campo de batalla”. Levantarse para ir a la escuela, comer, bañarse, ir de compras, hacer la tarea, llegar o irse de algún lugar, ir a un restaurante en familia, todo parece ser “una lucha” no se sabe muy bien contra quién. Y hemos encontrado un rótulo muy de moda aplicable a casi cualquier situación: “a este niño le faltan límites”, “es un niño caprichoso” o “con sus rabietas no conseguirá nada bueno”.

Si nos enfrascamos en estas creencias, es poco lo que podremos hacer para ayudar al niño a expresarse y encausar su necesidad hacia una resolución posible y para que los adultos podamos compartir momentos felices con los niños, fuera del estrés de quedar atrapados en el circuito de las imparables rabietas.

Para ello, puede resultarnos muy útil ponernos en el lugar de los niños. Imaginarnos en sus cuerpos y en su confusión, en la imposibilidad de comunicar lo que genuinamente les pasa ya que frecuentemente piden “lo que puede ser escuchado”, por lo tanto, los adultos no logramos llegar hasta la necesidad real.

Esto no significa que los adultos tenemos la obligación de “hacer todo lo que al niño se le antoje” ni responder ciegamente a pedidos incomprensibles. Lo que sí tenemos la obligación de hacer, es enterarnos. Ayudarlo a comprender qué necesita. Conversar. Dialogar. Transmitir al niño lo que a nosotros, los adultos, también nos pasa. Y darnos cuenta que tenemos que llegar a algún tipo de acuerdo donde los deseos de unos y otros puedan coexistir.

Si somos capaces de generar espacios de intercambio con el niño pequeño, constataremos que las rabietas desaparecerán. Porque el niño se sentirá escuchado y tenido en cuenta, independientemente si “eso” que deseaba podrá ser o no satisfecho. La prioridad reside en haber sido comprendido por el adulto amado. Dentro de esa relación abierta, de confianza y diálogo, el niño puede pedir lo que quiera, también puede recibir un “no” explicado con sencillez, relacionado con la capacidad o limitación del adulto. De ese modo todos accedemos y compartimos la realidad emocional de todos. Nadie queda excluido. Y ya no será imprescindible comprar un caramelo o vestirse a tiempo. Ninguna situación exigente para el niño devendrá imposible de asumir, porque el niño no estará solo. Sabrá que haga lo que haga, o necesite lo que necesite, los padres estarán cerca para comprenderlo, y encontrar juntos maneras posibles de satisfacerlo.

Esta manera de encarar el “problema de las rabietas” trae consigo otra ventaja: los niños podrán acceder a la realidad de los adultos, interesándose por sus padres y haciendo esfuerzos por comprender el mundo de las personas grandes. Esto les amplía la percepción del mundo, se vuelven niños curiosos y deseosos de saber más, comprender más, y de participar en el intercambio emocional.

lunes, 19 de enero de 2009

Jugar con los números: de cómo los niños aprenden acerca de las cantidades


Desde hace un tiempo a Laia se le ha despertado un interés oculto antes, los números. Lo cuenta todo, hace conjuntos (por ejemplo, clasifica a los muñecos y cuenta cuántas vacas tiene, cuántos patos...)... Vaya, está en fase contable y es fascinante seguir sus pasos. Así que releí el capítulo que habla sobre matemáticas del libro "Einstein nunca memorizó, aprendió jugando" me apetecía poner por escrito las ideas fundamentales de algunos capítulos. Voy a poner un resumen (más bien un esquema) sobre el tema.

También aprovecho para recomendar un blog maravilloso sobre educación: http://montessorihoy.blogspot.com/ . Surgió de un post en el foro de Crianza Natural y se está convirtiendo en algo grande. La segunda parte del post es ésta y la primera, antes de que se pierda en las profundidades del foro, ésta

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En este capítulo, como en todos, se citan muchos ejemplos y estudios, y habla de muchos aspectos relacionados con las mates, pero a mí lo que me interesa en esta etapa, de forma esquemática es:

-Los niños tienen una predisposición casi innata para interesarse por conceptos matemáticos, pero tienen que ir pasando paulatinamente por diferentes fases antes de aprender a sumar y restar.

- Es diferente conocer números que tener conciencia del número. Es hacia los cuatro años que los niños comienzan a ensamblar sus habilidades numéricas.

Principios del recuento: qué saben hacer los niños y cuándo

A estos principios llegan los niños por si sólos, jugando con objetos del mundo y hablando con otras personas sobre números.

- El principio de correspondencia. A cada elemento le corresponde sólo una "etiqueta" numérica. Hacia los dos años y medio los niños asignan una etiqueta a cada elemento, aunque aún no sepan contar. Pueden decir: "uno, dos, cuatro, seis". De alguna manera, entienden que cada elemento sólo se cuenta una vez.

- El principio del orden inamovible. Los números siguen un orden fijo. Los niños deducen que a la hora de contar, los números van apareciendo en el mismo orden siempre, aunque su particular lista de números no coincida todavía con la realidad.

- El principio cardinal. El número de elementos de un conjunto es igual al último vocablo númerico. Una vez captan el principio de orden inamovible, pasan a aplicar el de cadinalidad, es decir, la noción de que el último número de la cuenta representa el tamaño del conjunto.

- El principio de abstracción. ¡Puedo contar de todo! En esa fase está Laia ahora. Se puede contar todo lo que nos rodea.

- El principio de irrelevancia del orden. Da igual por dónde empiezas a contar. Es fascinante ver cómo algo que nos parece tan obvio, necesitan experimentarlo, vivirlo, volver a contar para ver que sí, que empiecen por dónde empiecen, llegan al mismo resultado.

miércoles, 14 de enero de 2009

MIEDOS INFANTILES ENTRE LOS 3 Y LOS 4 AÑOS

Hoy me ha dado por ahí, jeje. Este texto es de Itziar Franco Ortiz y lo he cogido también de dormir sin llorar. Hacía mucho tiempo que quería poner los dos, porque aunque Laia aún no ha tenido fases de miedos sí he notado que hemos transformado algún monstruo en un ser para reirse de él a base de spray para monstruos y demás truquis que venían en el texto anterior. En su momento me gustaron mucho, sobre todo porque la tendencia es a negar el motivo del miedo y es cierto que se vence antes si se reconoce, si no se niega y se les acompaña en elaborarlos.

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La bruja pirula, el gigante malvado, el coco o el lobo feroz... La imaginación desbordante de los niños de 3 y 4 años convierte a estos personajes en verdaderas amenazas para su integridad física. Los monstruos acechan debajo de la cama o esperan agazapados en esa esquina oscura llena de sombras inquietantes. Las pesadillas y los sustos son el pan de cada día. Pero dentro de cada niño también hay un Sastrecillo Valiente. Sólo necesita un poco de ayuda para salir a la superficie.

El miedo funciona como una alarma que nos evita correr riesgos innecesarios. Los niños que no tienen miedo de nada cruzan la calle sin mirar, se cuelgan de cualquier sitio sin evaluar el peligro que comporta, se separan de los padres sin temor a perderse, se atreven con todo sin saber si están preparados, llegando a poner en peligro su propia vida o la de los demás. Un niño sin miedo es un peligro. Pero hay pocos niños que no tienen miedo y muchos más que sufren exceso de miedo.

Hacia los cuatro años la mayoría de los niños tienen miedo de la oscuridad, de separase de sus padres, de la sangre, las enfermedades y sobretodo de los seres imaginarios y de las personas disfrazadas: su explosiva imaginación llena el mundo de brujas, monstruos, princesas, dragones, espadachines y piratas. Es una etapa muy buena para utilizar los cuentos como ayuda para superar los miedos, aunque haya gente que utilice esta información precisamente para lo contrario, para crear miedos.

Que viene el coco o el mal uso del miedo

Los niños, como cualquier persona, evitan acercarse a aquellas situaciones que les dan miedo. Su imaginación es, durante esta edad, una máquina muy potente. Por eso es tan efectivo utilizar el miedo para evitar una conducta que no se desea. Nuestro hijo, bajo la amenaza del coco, el cuarto oscuro, el hombre del saco o la bruja pirula, se comportará como un santo. Pero ¿sabemos realmente lo que estamos haciendo? Muchos padres utilizan la técnica de "meter miedo" para que sus hijos se comporten de una determinada manera. Pero es muy diferente explicar que hay cosas peligrosas que no deben hacerse, que utilizar y crear miedos para controlar la conducta de los hijos a lo que los padres desean. Y eso no está bien. El recurso al miedo para controlar el comportamiento infantil es una práctica educativa muy inadecuada y peligrosa. Funciona al momento, pero a largo plazo puede desarrollar problemas muy serios: fobias, ansiedad y angustia que pueden no superarse nunca. De la misma manera, los castigos no pueden ser generadores de miedos. Nunca debemos castigar a nuestro hijo haciéndole pasar un mal rato como el de enfrentarle a algo que le dé miedo.

Miedo a las personas disfrazadas

Los personajes malos de los cuentos infantiles o de la cultura popular provocan un gran impacto en los niños de estas edades, sobretodo si se los encuentran físicamente y de forma brusca, ya sea en una persona disfrazada o en una película del cine o de la televisión. Su desbordante imaginación y la línea no demasiado clara entre la realidad y la ficción hace que, toparse con la bruja mala pueda convertirse en una experiencia aterradora.
Por eso, es muy importante evitar los sustos y las bromas y preparar al niño si vemos que, durante Carnaval por ejemplo, puede toparse con este tipo de personajes. Darle la mano, proporcionarle seguridad y protección y hacerle ver la diferencia entre la realidad y la ficción son buenas pautas a seguir.

Miedo a la oscuridad

Uno de cada tres niños tiene miedo de la oscuridad. Desaparece alrededor de los 9 años. El miedo a la oscuridad muchas veces se asocia a las pesadillas que tienen lugar durante la noche, y que son de contenido desagradable o amenazador para el niño: alguien lo persigue y está solo sin saber qué hacer, corre pero no lo suficientemente deprisa, se cae por un precipicio, etc. Las pesadillas acostumbran a aparecer entre los 3 y los 6 años. La mayoría de los niños supera el miedo a la oscuridad, pero en algunos casos persiste durante largo tiempo. Durante esta edad es importante potenciar a través de cuentos, canciones y juegos, el contacto agradable y positivo con la oscuridad.

Se deben evitar las películas y cuentos infantiles que relacionen a los malos con la oscuridad, las amenazas de castigos en el "cuarto oscuro" y las bromas desagradables. Por el contrario, es bueno practicar juegos divertidos en la oscuridad (la gallinita ciega, sombras chinescas, regalos escondidos en la oscuridad, el escondite, etc.), enseñar al niño el encanto de la noche, de las estrellas y de la ciudad iluminada, acostumbrar al niño a dormir a oscuras y, si tuviera pesadillas, intentar consolarlo con la luz apagada (para evitar que relacione oscuridad con pesadillas y luz con consuelo). A veces, un piloto luminoso puede ser útil para evitar la oscuridad total y poderse levantar de la cama si es necesario.

Miedo a la separación

Nuestro hijo ya ha empezado la guardería o está a punto. Esa vivencia será para él una separación forzosa ya que, de golpe y porrazo, se verá obligado a pasar largas horas lejos de sus padres. Por eso los padres debemos preparar a nuestro hijo para que viva la experiencia de la separación de la manera menos traumática posible. Lo mejor es favorecer su autonomía e independencia.

La autonomía de nuestro hijo se promueve reforzando su comportamiento independiente, curiosidad intelectual, responsabilidad, etc. ¿Cómo hacerlo? Respetando aquellas decisiones que él tome y que sean posibles: "Quiero quedarme a dormir en casa de David", "No, yo me pongo los zapatos solo, que ya sé", "Déjame a mi apretar el botón del ascensor", etc.

Debemos evitar las conductas sobreprotectoras o los sentimientos de miedo, tristeza, ansiedad, etc. respecto a nuestro hijo. Es importante que los padres aprendamos a controlar estas emociones ya que lo único que conseguimos es contagiárselas al niño. Pensar que la sobreprotección es una pauta educativa errónea y muy nociva para el niño, nos ayudará a evitarla y a apostar más por la independencia de nuestro hijo.

Miedo a la enfermedad

Los niños en edad preescolar tienen un miedo horroroso a hacerse daño, a las heridas, a ver sangre… Consumen más tiritas durante este periodo que en el resto de su vida. Normalmente los niños con estos miedos tienen algún familiar que sufre con lo mismo. Es un tipo de fobia que se contagia rápidamente.

Si nuestro hijo ha de ser hospitalizado, es muy normal que le asusten palabras como cirugía, dolor, anestesia, etc. Se recomienda que los padres mantengan una actitud serena y tranquila en la que el niño pueda apoyarse y sentirse seguro. También es muy aconsejable explicarle claramente lo que van a hacerle los médicos, qué es la anestesia, que le darán pastillas para que no le duela, desdramatizando la situación pero con la máxima claridad. Está comprobado que el grado de ansiedad que pasa un niño en el hospital es mucho menor si se le explica lo que le va a suceder.

Para que nuestro hijo no desarrolle miedos gratuitos o infundados, evitaremos todo tipo de bromas y amenazas que hagan referencia al mundo médico-hospitalario: "Cómo te portes mal te llevo al médico a que te ponga una inyección", "Mira que aviso al doctor", "Ay que tendremos que ir al hospital…"

Emociones que vencen al miedo

Existen emociones contrarias al miedo que resultan ser los mejores aliados para luchar contra él: nos referimos a la alegría, la seguridad, el humor, el enfado, la rabia o la risa. Enseñar a nuestro hijo a enfrentarse a sus miedos de la mano de alguna de estas emociones, resulta muy eficaz. Si nuestro hijo tiene miedo a la oscuridad, podemos enseñarle a contraponer otra emoción ante ese miedo. Por ejemplo, sentir rabia hacia el objeto que teme puede ayudarle a enfrentarse a él. Entrar en una habitación oscura sintiendo rabia o risa tonta, enfadarse con la oscuridad y con los personajes que imagina o burlarse de ella, son actitudes inteligentes. Incluso podemos teatralizarlo e inventar una historia: que Juan entra en una habitación acompañado de un poderoso guerrero que se llama Ira o Risa, capaz de vencer al Miedo porque es mucho más fuerte. Estas historias ayudarán a nuestro hijo a superar sus miedos y a sentirse de lo más aliviado si consigue reírse dentro de una habitación a oscuras.

También es importante ayudar al niño a crear frases o imágenes mentales de valentía y coraje que le ayuden a enfrentarse a la situación que teme. Es muy diferente entrar en un cuarto oscuro pensando "me van a atacar" o "me voy a encontrar monstruos malos", que pensar "soy muy valiente y puedo hacerlo muy bien" y "soy capaz de quedarme a oscuras". Los primeros mensajes hacen que el miedo cada vez sea mayor, llegando incluso a paralizar. En cambio los segundos ayudan a mantener el miedo a raya y pueden ayudar a disminuirlo.

Historias para no dormir: los miedos en la infancia

Este texto es de Soledad. Lo he cogido de dormir sin llorar

1-. ¿QUE ES EL MIEDO?

El miedo es una parte normal tanto de la infancia como de la vida adulta, ya que es una respuesta innata y protectora ante situaciones u objetos que aparecen como temibles o peligrosos. El miedo es una emoción util para la supervivencia del individuo y por tanto incluso los bebes mas pequeños muestran reacciones de susto y disconfort ante situaciones que les parecen peligrosos, como ruidos fuertes o la perdida brusca de soporte. Casi todos los niños experimentan miedo en alguna etapa de su desarrollo, y es interesante comprobar que tienden a tener miedos similares a edades similares.

Cuando un niño esta asustado sufre exactamente los mismos síntomas mentales y fisicos propios de la ansiedad (la ansiedad es un fenómeno similar, pero sin la asociación con un objeto o situación concreta), aunque de forma mas intensa, y de menor duración. Cuando el miedo es de una intensidad inusual (no es posible distraerlo del objeto del miedo ni consolarlo, esta persistentemente preocupado con su miedo y este interfiere con su actividad diaria), injustificado y surgen en el niño conductas de evitación que le llevan a alteraciones en su vida cotidiana, estamos ante una fobia.

Que un miedo sea o no “racional” depende de la etapa del desarrollo a la que aparece. Por ejemplo es normal que un niño de 2 años tenga miedo a sentarse en el inodoro, pero seria irracional que uno de 8 años reaccione de igual manera.

Por tanto, para saber si el miedo es o no un problema en nuestro hijo, debemos considerar:

-¿es razonable que un niño de su edad pueda sentirse así?
-¿esta situación interfiere con su vida diaria o la de la familia?


Nota: si de repente un niño presenta multitud de miedos y preocupaciones, hay que detenerse a pensar que esta sucediendo en su vida. Por ejemplo, una enfermedad en la familia, demasiadas discusiones entre los padres…

Tambien es señal de que algo sucede cuando reaparecen en un niño mayor miedos propios de etapas del desarrollo anteriores. Por ejemplo, si un niño de 7 años que ya logró cierta independencia vuelve a manifestar miedos importantes y por ejemplo, necesidad de dormir con los padres, esto puede ser síntoma de alguna situación traumatica o conflictiva.



2-. ¿Qué TEMEN LOS NIÑOS?

Los miedos pueden tipicamente agruparse em tres categorías principales:

-miedos medioambientales: animales, truenos, oscuridad.
-imaginarios: monstruos, fantasmas, pero tambien el miedo a ser tragado por el desagüe o a que sus padres desaparezcan.
-sociales: separación de la madre (real), el colegio, conocer a un nuevo grupo de personas.

La aparición de los diferentes tipos de miedo a las distintas edades, suele seguir un orden cronologico: los bebes pequeños tienen miedo sa situaciones reales (ruidos, perdida de soporte) y a la separación de la madre (que en el caso de niños pequeños no se podria considerar un miedo social, sino ambiental, ya que la madre es su mundo).

Los niños a los 2 años ya tienen cierta capacidad de realizar operaciones simbolicas, y pro tanto pueden imaginarse consecuencias de algunas acciones: por ejemplo: si al destapar el desagüe de la ducha, el agua se va por allí, yo también podría irme. Ademas su imaginación empieza a funcionar de forma acelerada, por lo que aparecen muchos miedos a esta edad. a veces, tienen sensación de miedo, pero no saben a que, y es la sociedad y su entorno (televisión, hermanos…) la que se encarga de hablarles de “monstruos”, “cocos” y demas seres imaginarios. y ellos ponen a su miedo esta etiqueta.

Los miedos imaginarios persisten durante los primeros años escolares, y a ellos se añaden los miedos sociales. Estos ultimos pueden persistir hasta la edad adulta. Pocos adultos tienen miedo a la oscuridad, pero muchos temen hablar en público.

Muchas veces los miedos de los niños proceden de experiencias que no pueden entender y que les asustan. Algunas de las situaciones que pueden hacer aparecer miedo en un niños son:

-Las reacciones de otras personas ante cosas o eventos. Por ejemplo el miedo intenso de otro niño ante una araña, o el panico e una adulto ante una serpiente, pueden despertar en un niño miedo a esatas mismas cosas.

-la contemplación de eventos traumaticos: ser testigo de un accidente de trafico o ver un gato atropellado por un coche. Escenas como estas pueden dejar en el niño recuerdos duraderos y muy vividos.

-la escasa auntoestima o falta de autoconfianza.

-Tensiones familiares duraderas u hostilidad en el seno de la familia: hacen que el miedo y la incertidumbre pasen a formar parte de la vida del niño.

-Separaciones prolongadas de los padres (hospitalización, muerte, divorcio).

-Educación inconsistente: una aproximación diferente por parte de los padres a la educación produce en el niño confusión y puede ser la raiz de algunos miedos, como el miedo a ser rechazado.

-Educar en el miedo: la educación debe ser vista como una guia que permite aprender de los fallos sin avergonzarse de ellos, sin ser ridiculizado ni castigado o dañado por ellos. Los padres deben hacer sugerencias positivas y explicar cuales son sus expectativas, antes que decir simplemente NO. cuando un niño es habitualmente ridiculizado o castigado por sus fallos, puede llegar a tener miedo de la reacción de sus padres a sus acciones. Un niño necesita que se le diagan las cosas con frecuencia y necesita que se le de siempre otra oportunidad.

-Sobre protección: es necesario tomar precauciones e instruir a los niños acerca de situaciones reales de peligro y concernientes a su seguridad. Un niño de 5 años, no debería ser escoltado a casa de su vecino en general (salvo que haya sucedido algún acontecimiento reciente). Los niños a los que se protege con demasiadas precauciones pueden sentirse ansiosos y miedosos a su entorno. Pueden pasar un mal rato intentando desarrollar sentido de independencia y auto confianza. Por ejemplo: un niño de 7 años demasiado coaccionado, puede tener miedo de montar en bicicleta en el vecindario y mas adlante sentirse ansioso ante cualquier comportamiento que conlleve cierto riesgo. Tambien es posible que un preescolar al que se advierte mucho sobre no separarse de sus padres en el centro comercial, sin explicarle las razones para ello, luego puede tener miedo a ir a la guarderia o a ir solo en autobús.

-Un entorno familiar miedoso puede generar un niño miedoso. Asi hay familias en las que se dedica demasiadoa atención al miedo de los padres al mar, a los accidentes, a los ladrones, a juegos infantiles con cierto riesgo…y en estas familias es mas probable que se generen niños asustadizos.

-En momentos de estrés del propio niño (nacimiento de un hermano, una mudanza, divorcio de los padres), o algun accidente personal (caer al agua, quemarse o ser perseguido por un perro)

-El proceso de quitar el pañal: hay niños que pueden desarrollar miedos durante este proceso. Los niños no entienden el mecanismo de la cisterna, el ruido les puede asustar, el pequeño espacio. Un niño que tiene una experiencia de deslizarse dentro del vater y tocar el agua con el trasero, puede asustarse y volver a las primeras etapas del proceso o incluso necesitar una interrupción del proceso. Algunos niños pueden tener miedo a la hora de ver desaparecer la caca por el desagüe, como si para ellos fuera una parte mas de su cuerpo (como un brazo o una pierna).

-una pesadilla: ¿nunca se ha despertado de una pesadilla pensando que lo sucedido era real? durante esos primeros momentos de confusión es difícil separar realidad de sueño. Los adultos, en virtud de nuestra experiencia pasada podemos reubicarnos enseguida y darnos cuenta de que solo ha sido un sueño. Pero los niños pequeños carecen de esta experiencia y confunden el sueño con la realidad. Esto puede ser fuente de algunos miedos que nos parecen “irracionales”.


Por tanto pueden ser causados por agentes externos (una película, una historia, una conversacion entre adultos hablando de ladrones por ejemplo) o por situaciones que el niño vive en su vida diaria (un compañero que le arremete o le insulta en el colegio, miedo a los exámenes, ambiente familiar demasiado tenso).


A continuación resumo los miedos mas frecuentes según la edad (orientativa) de aparición:

(Morris y Kratovich)

0-6 meses Pérdida súbita de soporte (base de sustentación), ruidos fuertes

7-12 meses Miedo a las personas extrañas, miedo a tos objetos que surgen súbita e inesperadamente

12-24 meses Separación de los padres, retrete, heridas, personas extrañas

2-3 años Multitud de situaciones que incluyen ruidos fuertes (aspiradoras, sirenas, alarmas, camiones, tormentas, etc.), animales (ej.: perros grandes), una habitación oscura, separación de los padres, objetos o máquinas grandes y cambios en el entorno personal. miedos que aparecen durante el control de esfínteres

3 años Máscaras. oscuridad, animales, separación de los padres

4 años Separación de los padres. animales, oscuridad, ruidos (incluyendo los nocturnos)

5 años Animales, separación de los padres, oscuridad, gente “mala”, lesiones corporales

6 años Seres sobrenaturales (fantasmas, brujas, etc.), lesiones corporales. truenos y relámpagos, oscuridad, dormir o estar solos, separación de los padres

7-8 años Seres sobrenaturales, oscuridad, miedos basados en sucesos aparecidos en los medios de comunicación, estar solos, lesiones corporales

9-12 años Exámenes escolares, rendimiento académico, lesiones corporales, aspecto físico, truenos y relámpagos, muerte, oscuridad (en porcentaje pequeño)


3-. ¿COMO REACCIONAN O SE MANIFIESTAN ANTE EL MIEDO?

Un bebe de 4 meses que siente que esta siendo manejado con brusquedad llorara con fuerza y hara maniobras que le permitan encontrar agarre de nuevo (reflejo del moro). Si escucha un ruido fuerte, tambien llorará.

En bebes algo mayores, buscaran a su madre, le pediran pecho, se aferraran a ella. los que sepan gatear o caminar se acercaran a su madre. o lloraran pidiendo sus brazos, seguridad.

Los niños mayores desarrollan respuestas mas elaboradas: pueden evadirse fisicamente de forma mas eficaz. pero a veces no hay de que huir, y en este caso se evaden mentalmente intentando no pensar en aquello que temen. Por ejemplo: un niño que teme a la clase de matemáticas, puede pasarse la clase soñando despierto.

Otras veces lo que hacen es afrontar de mala manera aquello que les asusta, actuando de forma impulsiva, porque saben que si actuan de forma rapida y sin pensar no dan tiempo a que el miedo los paralice: por ejemplo, contestan muy deprisa a la profesora y sin pensar cometiendo por tanto errores.

A veces disfrazan el miedo de forma que puede hacersenos difícil a los padres detectar la ansiedad o el miedo:

-evitación: ya sea fisica o mental. Cada mes ante la prueba de matematicas tienen dolor de barriga o faringitis.

-Agresividad: ante el temor a que se burlen de el puede responder de forma violenta para acabar con el suplicio. ¿esto significa tener un problema de agresifvidad? no, puede parecerlo, pero solo disfraza el miedo a ser burlado.

-Proyección: culpar a los demas de lo ocurrido o de sus fracasos: no tuve tiempo de estudiar porque mi hermano me molesto, no aprové porque el profesor no explica bien.

-Racionalización: reacciones del tipo de la zorra de la fabula (“no las quiero , estan verdes”): por ejemplo un niño que teme ira al colegio o al fracaso escolar dira: el cole no me sirve para nada, o , no me da la gana estudiar, que se fastidien mis padres.

-Superstición: es bastante frecuente entre los 8 y 10 años: llegar al colegio sin pisar las rallas de la s baldosas para tener suerte en un examen, o llevar cierto boligrafo o determinada prenda de vestir.

-negación: negar el miedo reduce la ansiedad a corto plazo.

4-. ¿COMO PODEMOS SABER SI NUESTRO HIJO TIENE MIEDO?

Creo yo que mas o menos hasta los dos o tres años un niño que tiene miedo lo dice. tanto si es a una situación puntual (llora ante un ruido fuerte, se niega a acercarse a una persona desconocida nos dice que hay algo en su habitación o que no quiere que apaguemos al luz.) por tanto es relativamente fácil para los padres saber que es lo que le asusta, o en que circunstancias esta asustado y a partir de ahí tratar de averiguar cual es exactamente la causa y actuar para ayudarle. También solemos saber que películas o escenas puede haber presenciado que le pueden causar temor.

Pero desde que un niño empieza a tener cierto nivel de vida social fuera de nuestro alcance o sea, incluso niños mas pequeños de 2 años que están escolarizados, los padres tenemos fuera de nuestro alcance y muchas veces imposible acceso a gran parte de las situaciones que viven y por tanto se hace mas difícil averiguar que es lo que le preocupa o le asusta. Y por tanto debemos estar mucho mas atentos e intentar averiguar cuanta mas información podamos sobre que vive nuestro hijo cuando no esta con nosotros. Por ejemplo, un bebe que en la guarderia contempla o vive situaciones violentas en relación con la comida, puede de repente demostrar miedo a comer, o incluso miedo a la trona o a la cuchara.

Como padres observamos el cambio en su comportamiento. Puede ser que un niño que era seguro de si mismo y sociable de repente se muestre retraido o inseguro o mas solitario. Deja de tener interés por los juegos. Comienza a tener problemas para dormir o para quedarse solo cuando anteriormente lo hacia sin problemas.

En niños mayores puede ser que le preguntemos si le sucede algo nos responda que no, malhumorado o de forma brusca.

Una vez mas , como padres es importante no quedarnos en la superficie: ¿Qué le pasa ahora? ya empezamos otra vez a pedir agua de noche? este niño cada dia es menos educado, o mas borde o mas violento….. preguntémonos si estos cambios pueden deberse a algo mas profundo, como un miedo.

Los adultos sabemos que cuando uno tiene una preocupación es muy bueno contárselo a otra persona. A veces solo eso conjura los temores y la ansiedad. Pero los niños no. ¿Por qué? ¿le revelariais vuestras inquietudes a quien esta por encima de vosotras? quien esta en posición de castigaros? quien parece propenso a revlear a otras personas lo que a usted le pasa? quien creyera que no le va a entender? Los niños temen el rechazo, la incomprensión el enfado y la humillación. A ver si os suenan este tipo de respuestas de nosotros como padres: “eso es una tonteria”, “a ver si va a resultar que eres un miedica”, “lo tu eres es un vago”, “voy a hablar con tu profesora
Estas son las razones por las que nuestros hijos no suelen contarnos con facilidad lo que les pasa. Unido a que muchas veces ni siquiera ellos lo saben con certeza, o carecen de mecanismos apropiados para expresarlo.


¿Cómo podemos averiguar pues que es lo que le atemoriza?
-Sistema Antecedente, Comportamiento, Consecuencia: se anota lo que sucede inmediatamente antes de que el niño muestre la conducta preocupante (rabia, tristeza, angustia o tozudez). Luego se anota de modo detallado lo que hace el niño: estallar en llanto, huir a su habitación, liarse a patadas con la puerta o permanecer callado durante el resto del dia. Y finalmente lo que nosotros hacemos después: castigarle, reñirle, hablarle, ceder.
Otro campo que nos da información sobre las preocupaciones de nuestro hijo es el dibujo. Tanto si el niño ya sabe dibujar, como si solo garabatea, la intensidad del trazo (demasiado energico o demaisiado flojo) la utilización de una parte muy reducida del espacio disponible para pintar, el uso de trazos agresivos (picos) siempre, asi como escuchar atentamente lo que relata mientras dibuja (tan importnate como lo que plasma en el papel). Y en niños que ya dibujan figuras humanas, ademas de atender a lo que nos cuienta mientras dibuja, la presencia de distorsiones (piernas muy cortas o cabeza muy pequeña), omision de partes del cuerpo (o de personas enteras). Si sabemos que un niño tiene pesadillas o determinado temor que no conocemos, podemos pedirle que nos dibuje aquello que le asusta. El hecho de dibujarlo (si quiere) le ayudara a luchar contra ello. Dicen que dibujar una pesadilla puede ser el final de esta.
Saber escuchar: si estamos ocupados oiremos lo que nos dice, pero no le escucharemos. Se ha hecho un estudio que dice que los padres escuchamos solo la cuarta parte de lo que oimos contar a nuestros hijos. Una escucha atenta, mirando al niño, observando sus expresiones, atendiendo a lo que dice y a lo que calla, su lenguaje corporal y las emociones que refleja nos ayudará. Y ayudara al niño que al vernos atentos tal vez se sienta mas inclinado a sincerarse. Para esto es fündamental no hacer dos cosas a la vez:
o hacemos la cena o atendemos al niño que nos habla. Podemos pedirle que espero un poco hasta que la cena este terminada, o posponer la cena para después de la conversación (mejor lo segundo, por supuesto si hay opción, pero lo primero es mejor que hacer las dos cosas a un tiempo). Procurar tener la conversación en un momento en que nuestro animo sea le adecuado (en calma).
No desestimar nunca los argumentos del niño. Es calve que no se sienta ridiculizado ni avergonzado por tener determinados temores. Ayuda mucho explicarle que nosotros tambien teniamos miedo de peqeuños. Esto se llama validar. (escuchar, entender y no ridiculizar). Sinembaorgo debemos ahcerle ver que le protegemos, que entendemos su miedo, pero que no nos sentimos asustados por las mismas cosas (salvo que se acompletamente cierto, se me ocurre por ejemplo, que si un niño ve una escena de guerra y le queda temor a la guerra, seria muy ridículo decirle que a nosotros no nos asustaria).

5-. ¿COMO PUEDO AYUDARLE A ENFRENTARSE CON SUS MIEDOS?

Los preescolares no siempre diferencian realidad de ficción, y por tanto ayudarles a resolver sus miedos puede ser difícil.

El primer paso es hacerle saber siempre que le comprendemos, hacerle sentir querido y protegido, cuidado. Esto solo ya puede hacer gran parte del camino hacia la solución. Tambien es necesario empalizar con sus sentimientos. Podemos encontrar esta empatia acordandonos de nosotros mismos cuando niños escondidos debajo de la cama durante una tormenta.

Estar atentos a su comportameitno. Dedicar tiempo, y atención exclusiva harán más fácil el diagnostico.

Monitorizar la exposición: conocer que imágenes ha podido ver nuestro hijo, tanto en la televisión como sucesos de la vida real, que puedna haberle producido miedo. Si ha sido asi y sabemos exactamente que ha visto, o no podemos evitar que lo vea, debemos hablarle con claridad y explicarle la situación. lo que les asusta es el no entender que es lo que esta sucediendo, o no saber interpretar imágenes imaginarias.

Seamos conscientes de que los razonamientos adultos no funcionan: “los monstruos no existen” no le quitará el miedo a ningun niño. Es nuestra verdad pero no SU verdad. Procuremos ser empatitos con su miedo. Hagamosle saber que entendemos que este asustado y que sabemos que tener miedo hace que uno se sienta fatal. Digamosle que nosostros estaremos a su lado cuidandole hasta que deje de tener miedo.

Utilizar palabras y caricias de consuelo. El contacto fisico le ayudará a relajarse. Tanto si se muestra asustado por el dia, como si lo está por la noche, nuestra presencia y contacto es fundamental. Estar a su lado, abrazarle y hablar con un tono de voz tranquilizador hará que se serene con mas rapidez. Ademas le haremos sentir seguro y cuidado, lo que le ayudará a madurar y superar sus miedos.

Seamos respetuosos con sus sentimientos. Aunque sus temores nos parezcan una tonteria, el miedo que el siente es real. Hagamosle saber que entendemos su miedo, lo que no quiere decir que demos a entender que a nosostros tambien nos asusta a no ser que sea real. Esto le enseñará que puede confiar en sus propios sentimientos (validación). El miedo es miedo, y no importa lo irracional que nos pueda parecer.

Hablemos con ellos de nuestros propios miedos infantiles y como pudimos superarlos.

La magia: para desactivar el poder de algunos miedos imaginarios es licito usar al magia: spray anti-monsturos, llamadas a la fabrica de monstruos para que no envien ni uno mas a esta casa, pegatinas, muñecos o amuletos en las puestas y ventanas que le “protejan”….la imaginación al poder.

Cuando ya son un poco mayores, es bueno recordarles a que cosas tenian miedo de mas pequeños y como lo superaron. Tambien es muy positivo alabarle cualquier pequeño intento de superar su miedo actual. Esto mejora su autoestima y le anima a seguir intentandolo. Ayudarle a dar pequeño pasos: por ejemplo a un niño que le tiene miedo a los perros animarle primerl a ver fotos, luego películas….o un niño que tiene miedo a la aspiradora, animarle a tocarla mientras esta apagada.

Prporcionarle conocimientos: la información siempre atenua o elimina los temores. Si va a suceder algun acontecimiento (visita al medico, pruebas, ir al cole) cuanta más información le facilitemos real y adecuada a su edad mejor. Proporcionarle habilidades: enseñar a hacer las cosas de forma segura, hará que sea menos probable que tengan miedo: pro ejemplo enseñar al forma correcta de subir y bajar un tobogán, o como trepar por las cuerdas, o como subir y bajar escaleras. Esto ademas le ayuda a aumentar su autoconfianza.

Leer historias en las que se habla de miedo, de superación de este.

Enseñar tecnicas de relajación: esto es muy util en miedos de tipo social, o situacional.
-imaginación activa: pedirle que imagine una situación de mucho estrés (por ejemplo, tiene que correr mucho porque llega tarde al cole) nosotros le añadimos detalles mas estresantes (tienes que dar la vuelta porque se te ha olvidado un libro) y finalmente pedierle que imagine el relax cuando por fin llega a su mesa y puede sentarse.
-la marioneta: pedirle que imagine que es una marioneta que se mueve con unos hilos que nosostros manejamos: “levantamos” sus braxos, piernas….y finalmente cortamos todos los hilos y el niño ha de caer al suelo sin tono muscular.
-la isla de la paz: se trata de proporcionarle al niño una imagen mental de la que pueda echar mano cuando se encuentre en una situación que sienta que empieza a atemorizarle. Le describiremos una escena qu sepamos que es de su gusto (un paseo con papa y mama, por ejemplo, ira a la playa…)y añadiremos cuantos mas detalles incluyendo sonidos y olores podamos.
-otras imágenes mentales: el “osito blandito” (describir un osito totalmente relajado en su cama) o el tigre valiente, paraayudarle a enfrentar la situación con valor.


Juegos:
-pasar el puete: (2-2 y medio). Consiste en colocar un tablón estrecho sobre el suelo, y contar que es un puete que pasa sobre un rio. los niños deben pasar por el puente. si demuestran miedo o inseguridad hablar con ellos sobre el tema y animarles.
-poster del miedo: hacer un poster grande con imágenes (seleccionadas por los niños) sobre escenas que les producen miedo, o en las que ven reflejado el miedo, y toras de valor o que les ayudan a ser mas valientes. atender a la conversación mientras se elabora y ayudar a explicar los sentimientos que surgen en ella.
-fabricar una pesadilla: con unas bolsas de papel vacias, unos cartones, o un guante de goma y pinturas, el niño de be elaborar una representación de lo que personifica su miedo. hablar de ello.


Para algunos miedos concretos:
1-. miedo a los desconocidos: jamas obligar a un niño a contactar con un desconocido. permitirle al aproximación si lo desea desde la seguridad de nuestros brazos. Explicarle a la familia cercana que este temor suele ser pasajero y que se debe a una etapa evolurtiva, para que no presionene al niño.
a los niños un poco mayores hay que explicarles que no deben acercarse ni permitir que se les acerquen desconocidos. tambien que hay compoertameientos que no deben aceptar ni siquiera de los conocidos o familiares. tambien se eles puede decir que hay desconocidos que son seguros para dirigirse a ellso si se encuentran en situación de peligro o perdidos: policias, agentes de seguridad, trabajadores de una tienda, las madres de otros niños.

2-.a los truenos y tormentas: dar una explicación simple del fenómeno meteorologico (lo de los angelitos tirando bolos y haciendo pis solo me ha servido para que sandra tenga cierta desconfianza de los angelitos). si quiere permitirle que toque la lluvia en la ventana y que contemple el espectáculo desde nuestros brazos (si lo desea). jugar mientras dura la tormenta a contar el tiempo entre el relámpago y el trueno, para saber si esta lejos o cerca.

3-.miedos nocturnos: lo primero es observar su habitación tal y como la ve el de noche. puede que veamos que la sombra de un objeto que proyectado sobre la pared pueda parecer terrorifico. o que a esas horas haya algun ruido “misterioso” como una lavadora o las ramas de un arbol que golpean la ventana.
si lo que le asusta es la oscuridad, podemos jugar de dia a estar a socuras en la habitación y buscarnos con una linterna, o a hacer sombras chinas en la pared. en cualquier caso, le permitiremos que duerma con una luz suave o la luz del pasillo encendida.

4-. a los animales: los animales son de gran tamaño para un niño y se mueven de forma impredecible. por eso les asustan. (bueno, carlos tiene miedo , de llorar, a las moscas, y sin embargo acto seguido en la calle le da un beso en los morros a un dogo que le triplica la altura). Puede ayudar enseñarle al niño fotos del animal que le asusta, luego películas para que lo vea en movimiento, y finalmente permitir que nos vea aproximarnos con prudencia sin asustar al animal y siempre habiendole preguntado previamente al dueño si este es tranquilo y si le gustan o no los niños y los desconocidos. asi le enseñamos al niño a aproximarse con seguridad a los animales.

5-.a los ruidos fuertes: permitir al niño tocar y jugar con el objeto ruidoso (batidora, secador de pelo, aspiradora, taladro) estando apagados (y desenchufados por supuesto). intentar encenderlos solo cuando el niño esta descansado y podamos sostenerlo en brazos. si no es posible, no utilizarlos con el niño en casa.

6-. al vater y a los desagües: bañar al niño en una tina sin desagüe o asearlo con la esponja mientras dure el miedo. no dejar correr el agua ni para llenar ni para vaciar la bañera con el niño dentro. si tiene miedo al vater utilizar un orinal. y si tiene miedo al ruido de una cisterna, permitirle que espere fuera del baño mientras nosotros lo limpiamos.



BIBLIOGRAFIA



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martes, 13 de enero de 2009

El segundo hijo


Hablando de tener niños, estoy leyendo este artículo que Violeta Alcocer publicó en Ser padres Hoy. Me encanta cómo escribe Violeta, y su blog es precioso (no sé si ya lo había comentado).

La imagen es de Gustavo Pinela, la misma que ella ha puesto para ilustrar el texto. Vaya, no me he comido mucho la cabeza con esta entrada, pero así la leo con calma, que se me pierden estas cosas sobre hermanos.

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Es cierto que la edad de los progenitores, sobre todo de la madre, en los últimos años, es un factor que está influyendo mucho en adelantar e incluso forzar la llegada del segundo hijo. Muchas son las mamás de más de 35 que viven una lucha interna entre la calculadora y el instinto: quizá desean esperar un poco para plantearse el volver a ser madres, pero la medicina y la sociedad en general las presiona para afrontar de forma más racional la maternidad. En realidad, la racionalidad está frontalmente reñida con la concepción, (que es algo que sucede precisamente gracias a la conexión con los planos más profundos e instintivos del ser humano) pero, tal y como está planteada la vida moderna, a la mayoría de las mujeres y hombres parece que no nos queda más remedio que abordar nuestra capacidad reproductiva haciendo números (aunque para tranquilidad de las lectoras, la gran mayoría de madres mayores de 35 años dan a luz a niños completamente sanos y el embarazo transcurre sin mayores problemas).

La calidad de las relaciones familiares (tener una buena relación con el primer hijo, disfrutar de los momentos en familia, etc..) y de pareja (afectividad, sexualidad, nivel de intimidad..) obtenidas tras la llegada del primer hijo y el nivel de satisfacción con la propia vida (desde tener un nivel decente de ingresos, hasta la flexibilidad laboral o el apoyo familiar) son también factores que influyen o más bien que animan a que el deseo de otro hijo llame a la puerta. En este sentido, la situación afectiva personal, es decir la estabilidad, la energía y la madurez obtenidas tras el primer hijo son factores que precipitan de forma importante el siguiente embarazo.

Aparte de las consideraciones prácticas o afectivas referidas a los padres , el momento ideal para la llegada del segundo hijo debería ir en consonancia con la situación afectiva del primero.

Si todo va sucediendo con cierta normalidad y los vínculos madre-padre-hijo han sido sanos, lo natural es que alrededor del segundo año (esto quiere decir que puede ser tanto al año y poco como a los dos y mucho) nuestro primogénito comience a dar señales del comienzo de un proceso de separación afectiva de la madre, que hasta ese momento ha sido su principal fuente de alimento emocional.

Esto significa que el bebé poco a poco deja de serlo y que en su mundo empieza a haber cabida para otros y espacio para nuevas experiencias y contextos vitales.

En cualquier caso, son también muchos los padres que repiten experiencia antes de que el primer hijo haya dejado de ser un bebé: afrontan el reto de criar a dos seguidos, se comprometen al cien por cien con la experiencia, buscan apoyos.. y el resultado es igual de bueno que cuando los niños se llevan más tiempo entre ellos: los pequeños tienen que compartir su territorio emocional (mamá), pero a cambio crecen en un clima de intercambio constante con un igual, en este caso su hermanito, que les estimula y enriquece de forma importante.

Y también son otros muchos los que esperan varios años antes de ir a por el segundo, que crece con todas las ventajas de un hijo único pero se beneficia de la protección y el ejemplo de un hermano mayor.

Por eso, más que el momento (que no deja de ser importante), lo que garantiza el éxito en la segunda paternidad es lo que tienen en común todos estos padres: estar comprometidos con su decisión y poner todo de su parte para que sus hijos crezcan felices.

Los hijos únicos tienen fama de infelices, egoístas, etc.. pero la realidad es bien distinta: la sociabilidad, la inteligencia y la estabilidad emocional dependen de unos padres y una familia que sepan dar amor y respeto, no de la presencia de un hermano.

Por eso, y aunque a veces salga bien, la experiencia nos demuestra que lo que funciona a la hora de decidirse por un nuevo embarazo es el auténtico deseo de volver a ser padres y no la idea de “darle un hermano” al mayor.

¿Qué hay que saber? Mitos y realidades:

*Hay que preparar al hermano mayor (Verdadero)
En realidad, más que prepararle, hay que compartir con él la situación de forma natural, respetarle y ayudarle a encajar el cambio.

El hijo mayor se va a dar cuenta en seguida de que se avecina un cambio: lo va a deducir rápidamente a través de nuestras conversaciones, nuestra energía, nuestras palabras y nuestras acciones (además de por la barriga que crece). Va a saber que “algo pasa” casi desde el primer momento. Y casi desde el primer momento es conveniente decirle la verdad de lo que hay.

La idea es compartir en familia todo el proceso, pero sin forzar conversaciones (cosa muy habitual) ni tampoco evitarlas.

Compartir el embarazo con el hijo mayor signfica ser conscientes de que su vivencia de la situación no es para nada igual a la nuestra: en primer lugar, porque un niño pequeño dificilmente podrá imaginar lo que es un bebé, a menos que tenga algo más de cinco o seis años.
Por eso, es importante comprender que no podemos exigirle a nuestro primer hijo que sienta lo que nosotros queremos (alegría, ilusión, curiosidad, entusiasmo) respecto a un posible embarazo: normalmente esta exigencia es fruto de nuestros miedos y de nuestra necesidad de saber que el hermano mayor no va a sufrir con la llegada del pequeño.

*Reviviremos la experiencia de nuestra primera paternidad (Falso).

Nada, ni el embarazo, ni la concepción, ni los primeros meses ni lo que viene después, va a ser igual con el segundo que con el primero.

Esto quiere decir que los padres, ante la perspectiva de un segundo hijo, deberíamos ser conscientes de que la vivencia no va a ser la misma y que tenemos que estar preparados para volver a movilizar todos nuestros recursos ante el cambio que se nos avecina.

Por ejemplo, nos va a resultar muy difícil, cuando no imposible, vivir el puerperio (postparto) con la plenitud que lo vivimos con nuestro primer hijo: la razón es que con otro niño en casa (y en nuestro corazón) difícilmente podremos abandonarnos al universo del bebé y olvidarnos del resto del mundo. Esta vez, tenemos que dejar una lucecita encendida. Si esperamos vivir el postparto de la misma forma en que lo hicimos con nuestro primer hijo (intimidad, plenitud, tiempo infinito para conocernos, etc..) seguramente nos frustraremos. Si nuestro primer hijo nos enseñó a “desconectarnos” del mundo para centrarnos en la experiencia de nacer como madres… la llegada de nuestro segundo hijo nos enseñará el arte de convivir con varios deseos y necesidades a la vez .

Si afrontamos la nueva paternidad sin demasiadas expectativas (cosa difícil, porque venimos de una experiencia que muy similar que nos invita a pensar que todo va a ser igual) y adoptamos una actitud y flexible, será mucho más fácil afrontar y superar con éxito esta segunda e intensa experiencia.

*Nosotros ya estamos organizados y todo será más fácil (Verdadero).

Es cierto, en los aspectos prácticos, la cosa ya está rodada y eso facilita muchísimo las cosas. Sabemos por experiencia que para criar a un bebé se necesitan menos de la mitad de las cosas que compramos en el primer embarazo (y que ya hemos regalado a amigas primerizas), y las que se quedaron en casa (una trona estupenda, la mochila portabebés, un montón de ranitas de algodón, el sacaleches, las mantitas de lana que hizo la abuela y una pila de juguetes geniales..) están listas para ser reutilizadas.

Sabemos cómo manejarnos con la ayuda externa (la deseada y la no deseada), nos hemos pateado todos los parques y zonas infantiles del barrio, estamos suscritos a la gaceta de ocio infantil de nuestra ciudad y tenemos un imán en la nevera con el teléfono de las urgencias (y un pediatra estupendo).

Sin duda, mucha de esa energía que dedicamos a “convertirnos” en padres tras el nacimiento de nuestro primer hijo, ya no tendremos que gastarla porque el camino, en ese sentido, ya está hecho.

*El hemanito mayor tendrá celos del pequeño (Verdadero).

Muchos y muy variados son los sentimientos que afloran con la llegada del segundo hijo. A menudo, son sentimientos duros, que nos confunden y dificultan nuestras relaciones familiares: culpa, sensación de abandono, decepción, rechazo, rabia, tristeza o celos.. son algunos de ellos. El hecho de que los sentimientos negativos hagan su aparición en nuestras relaciones, no significa que las cosas no vayan por su camino. En el caso de los hermanos mayores, los celos pueden estar llenos de pequeños matices que merece la pena descubrir y atender: necesidad de seguir siendo pequeño, miedo de no ser querido, rabia por tener que compartir a los abuelos, agobio por verse demasiado exigido, etc.. Si nos quedamos sólo con la palabra “celos” y no hacemos el esfuerzo de ver lo que hay más allá, puede que dejemos en el tintero las razones más profundas del malestar de nuestro hijo mayor.

Cuando aumenta la familia, todos, grandes y pequeños, tenemos que reubicarnos en la nueva situación y asumir (no sin dolor) que algunas cosas no volverán a ser como antes. Esto es una realidad y atravesarla es necesario para poder acceder a una nueva dinámica familiar. Por eso, los celos, tengan la forma que tengan, no son más que partes del camino que vamos a recorrer juntos.


Violeta Alcocer para Ser Padres Hoy (copyright).

Volviendo....


Madre mía cómo pasa el tiempo! hace más de un mes que no escribo nada por aquí. Las navidades más largas de la historia. Y no es por falta de ganas, pero no he tenido tiempo. Esto, dicho por alguien que está de baja y se toma la vida con una calma impresionante, puede resultar raro, pero es cierto, no veía el momento de sentarme y escribir, ni siquiera de hacer mis copia-pega. Pero he visto que ha sido la tónica general de los blogs que suelo visitar, así que supongo que este parón navideño es normal. Lo hemos pasado en grande, eso sí!

Estoy ya de 37 semanas y algo (según las medidas de mi matrona, de 38), está encajado y bien encajado, creo que tengo contracciones suaves, espaciadas, que me recuerdan que se aproxima el momento y que vaya praparando las cosas para el parto. Ayer hasta tuve un amago de síndrome del nido y todo, pero no avancé mucho. Hoy quiero ponerme al día a nivel virtual y mañana sí, mañana lo dejo todo preparado para recibir a Teo.

Tengo muchas ganas de que llegue el momento del parto, de vivirlo intensamente, aunque también me da miedo, por supuesto. Y hablando de miedos, el que aparece regularmente, es el de no ser capaz de tener a dos churumbeles dependiendo de mí. Sé que sí, que podré (unas veces mejor y otras pues sobreviviendo, supongo) pero de vez en cuando me entra el miedo. Y con cada miedo, también me viene la sensación de ganas de experimentarlo. Vaya, que vuelvo a lo mismo, tengo muchas ganas de que nazca! El segundo miedo es que el parto se retrase mucho. Así que Teo, nacerás cuando estés preparado, pero por favor, por favor, por favor, éstate preparado antes de la semana 41, que se hace muy largo.

Vivo tan en mi planeta preparto, que los desaires (por no llamarlo putadas) que me hacen en mi trabajo no me afectan demasiado. Hay que ser "maleducado" para hacer lo que han hecho, jajaja!!!