miércoles, 5 de noviembre de 2008

Humor (1)

Últimamente, entre el agobio que siento por dentro debido a la situación del trabajo y el cansancio de estar ya en el séptimo mes de embarazo, me encuentro que no río tanto con L., que a ratos le exijo más de lo que puede dar de sí una niña de tres años, que me pongo el automático. Hoy he visto en entrecomadres un par de artículos sobre la risa y el humor. Hay que aplicarse el cuento para volver a pasar ratos "tontos", riendo por nada junto a mi hija.

Este primer texto es de Carmen Herrera García, Profesora de Educación Infantil y Primaria, y publicado en http://www.educacioninfantil.com/displayarticle61.html


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La risa y el buen humor es la mejor y más barata de las medicinas y combate, cuando menos, el mal humor. Los niños lo descubren de forma espontánea pocas semanas después del nacimiento. Esa primera sonrisa despierta en nosotros la mayor de las ternuras y los mejores sentimientos. Durante toda la infancia, la risa le acompañará y llenará nuestro hogar de uno de los sonidos más bellos. Cabe preguntarnos entonces si, como padres, cuidamos que nuestros hijos cultiven ese maravilloso sentido que es el del humor. ¿Procuramos que aprendan a reírse sin dañar a otros? ¿Cuidamos de que puedan ver en sus errores y en los nuestros una oportunidad de mirar las cosas con perspectiva? ¿Pasamos tiempo con ellos divirtiéndonos?

"Sólo hay un rincón del universo que usted puede estar seguro de mejorar: usted mismo" Aldous Huxley

El sentido del humor es necesario en la vida familiar tanto como la disciplina, la educación o los valores. Las relaciones entre padres e hijos que permiten y dedican tiempo a las diversiones, el buen humor y la risa son más sanas, menos tensas y más cordiales.

El sentido del humor es un sentido eminentemente humano.

Nos permite ver los problemas en su dimensión correcta, ni sobrestimados ni subestimados. Saber reírnos de nuestros errores y asperezas facilita reconducir situaciones que, de otro modo, aumentarían las tensiones y los conflictos.

La risa es una de las expresiones que más beneficios aporta a la persona:

Es la expresión de la alegría.

Activa la producción de endorfinas, transmisores químicos que aportan al cerebro alivio y bienestar.

Libera tensiones.

Provoca una respuesta emocional única orientada a la alegría y al bienestar.

Aumenta la captación de oxígeno.

Crea un ambiente positivo y cordial.

Nos ayuda a poner los problemas en perspectiva.

A los niños les encanta reír, les gustan las bromas, les expresiones de buen humor y la alegría.

A los padres nos es bastante fácil hacerles reír cuando son bebés, pero a medida que crecen y empezamos a sentir la responsabilidad de su educación podemos, poco a poco, alejarnos de las expresiones diarias de alegría con que nos dirigíamos a ellos cuando eran pequeños. Nos ponemos perfeccionistas y, llevados por la tensión y el estrés, pasamos la mayor parte del tiempo corrigiendo de forma reactiva o haciendo énfasis en los errores, los conflictos y las dificultades que, por otro lado, son características de seres en continuo aprendizaje y crecimiento.

Y nos olvidamos de pasar tiempo con ellos divirtiéndonos. Dejamos de lado la alegría y el buen humor que tanto nos pueden ayudar en su educación. Y dejamos, por ende, de ser modelos de personas alegres y divertidas, dignas de ser imitadas por nuestro alto sentido del humor. Conviene recordar que los niños aprenden, sobre todo, por imitación, y cuanto más dignos de crédito son los modelos a imitar, mejor y más duradero será el aprendizaje.

Seamos conscientes de que la alegría y el buen humor también se educan.

A los niños les encanta reír y les encantan las bromas. Las familias que logran pasar tiempo divirtiéndose juntas crean vínculos de relación más estrechos y duraderos. Es conveniente, por tanto, pasar tiempo juntos en actividades lúdicas a menudo. Recuerdo una niña de siete años que, tras un paseo invernal por la playa con su papá y sus hermanos en el que jugaron y corrieron todo el tiempo, al regresar a casa hizo un dibujo que lograba transmitir con enorme fuerza, los intensos momentos de diversión que acababa de vivir.

Los padres podemos enseñar a nuestros hijos a no sobredimensionar los problemas a través del buen humor y la alegría.

En cierta ocasión, tras un largo viaje, un paquete de cacao en polvo se abrió dentro de nuestra maleta de ropa manchándolo todo. En el momento en que lo vimos podíamos habernos quejado y lamentado por la ropa, etc., En vez de eso, empezamos a reír y a ver el lado divertido del asunto, comentando que tendríamos que meter los pantalones en el vaso de leche para aprovechar el cacao, o que tal vez la mejor idea sería vaciar la leche directamente en la maleta y tener un montón de leche chocolateada!!! Nuestros hijos aún recuerdan el incidente con risas y en su momento, lo comentaron con los amigos como algo tremendamente divertido.

A lo largo del día tenemos muchas oportunidades de vivir nuestra relación con los niños de forma alegre y divertida, pero hemos de ser capaces de reconocerlos y de vivirlos sin miedo a que las normas o la disciplina se vean afectadas. Un padre o una madre divertidos y alegres son tan o más dignos de crédito que aquellos padres huraños y culpabilizadores. De hecho, a nosotros mismos nos es mucho más grato compartir nuestro tiempo con personas de trato alegre y cordial que con aquellas que siempre se quejan o protestan por todo.

Pero lo que hemos de evitar es reírnos de los niños.

Si nos reímos de sus errores, podemos menoscabar su autoestima dado que se encuentran todavía en una etapa inmadura en la que necesitan afianzar la confianza en sí mismos. Frente a un error deberemos primero saber qué opina nuestro hijo de lo sucedido y después podremos ayudarle a ver el lado divertido del asunto puesto que ya conocemos sus sentimientos.

Es recomendable también comprobar el tipo de humor que ven nuestros hijos en los programas de televisión.

A menudo se utiliza un humor que daña a los demás para hacer reír. Es necesario que mostremos a nuestros hijos que, aunque sea divertido, nunca podemos reírnos a costa del dolor producido a otros. Será necesario hacerles ver que a ellos tampoco les gusta ser blanco de risas y burlas por más divertido que pueda parecer. Este aprendizaje elemental les ayudará a aprender cómo ser divertidos y simpáticos sin perder la empatía (capacidad social básica que nos permite saber cómo se siente el otro y actuar en consecuencia).

Por último, recordar algunos juegos y actividades que nos permitirán educar el sentido del humor en nuestros hijos:

Guerras de cosquillas.

Batallas de almohadones.

Jugar al escondite dentro de casa.

Hacer ejercicio físico juntos.

Esperar a papá o a mamá escondidos por casa y darle un susto.

Ver juntos películas de risa.

Hacer comentarios divertidos manteniendo nuestra expresión seria.

Salir a pasear y a jugar.

Contar chistes.

Hacer preguntas aparentemente absurdas: ¿alguien quiere un helado de anchoas?, etc.

Vestirnos intencionadamente con una prenda al revés o con dos zapatos distintos.

Leer juntos tebeos o cómics divertidos.

Contar anécdotas de nuestra infancia.

Recordar las cosas divertidas que nuestros hijos hacían cuando eran bebés.

Son sólo algunas ideas que nos permitirán responder a la gran necesidad de alegría que nuestros hijos y nosotros tenemos.

Seamos conscientes de que el sentido del humor nos permitirá ser una familia que acepta la vida tal y como es (¡aunque no se conforme con ella!), aportando soluciones creativas ante situaciones que de otro modo mermarían nuestras relaciones o nuestros estados de ánimo.

Atrevámonos a ser divertidos, seamos capaces de reírnos de nuestros propios errores y de nuestras propias incapacidades mostrando a nuestros hijos cómo crecer y mejorar como personas sin perder el sentido del humor.